“Siento que encontré mi segunda vocación, es algo que me apasiona”, dice Julieta Diez mientras cuenta lo que significó para ella aprender a signar con su hija y todo el recorrido que ha realizado desde entonces. Julieta es radatilense pero vive en Buenos Aires. A los 18 años, como muchos chicos del interior, se fue a capital a estudiar en la universidad y nunca más volvió. Su vida está en CABA junto a su marido y su pequeña hija, Indiana, el motorcito de esta historia de señas, comunicación, pero sobre todo amor.

Julieta es la primera instructora de “Baby Sign Language” de Argentina, un lenguaje que permite al bebé comunicarse con sus padres mucho antes que pueda hacerlo en forma verbal. Se trata de una herramienta de comunicación temprana que permite entender en el bebé todo aquello que quiere comunicar pero aún no puede decir. 

Para entenderlo mejor basta con recordar una escena de “Los Fockers: la familia de mi esposo”, la comedia romántica protagonizada por Ben Stiller y Robert De Niro, donde el hijo y nieto, respectivamente, signa con su abuelo sus necesidades.

DE MAMÁ PRIMERA A INSTRUCTORA

Julieta admite que comenzó en el Baby Sign Language por sus propias necesidades. “Era mamá primeriza, embarazada, en pandemia y tenía mucho tiempo para investigar. Estaba preocupada por cómo iba a ser como mamá y empecé a investigar diferentes técnicas de estimulación temprana. Encontré esto y como en la pandemia todos los cursos empezaron a darse por Zoom, pude hacerlo a distancia en España”. 

Julieta asegura que como madre embarazada quedó fascinada y al tener tiempo libre dijo: “quiero ser instructora y me puse a investigar en qué países podría hacer el curso”.

Luego de la teoría, Indiana fue la práctica que Julieta necesitaba para aplicar esta herramienta que es furor en Australia, Estados Unidos, México, España, Israel, entre otros países y para ella fue un camino de ida.  

“Fue una experiencia única, para mi es el mejor método para dejar de averiguar qué nos quieren decir y utilizar ese tiempo en cubrir sus necesidades, que muchas veces no son las necesidades del papá, que nos digan que tienen sueño, hambre o le cambien el pañal. A veces quieren otra cosa: jugar, estar en brazos, contarte que vieron algo, salir de paseo. Y ellos a través de sus manos se pueden comunicar”.

La edad ideal para signar es entre los 6 y 8 meses, el momento en que los bebés se sientan y tienen las manos más libres. De alguna forma, se trata de asociar objetos con palabras y acciones que les permitan comunicarse a diario. 

“Son estímulos que reciben día a día. Muchos signos son inventados o modificados para la psicomotricidad del bebé y también porque se le enseña a los padres, entonces tienen que ser signos fáciles o de sentido común para que los entienda el bebé. Es importante saber que no es un idioma, son palabras sueltas que nos ayudan a que la comunicación con nuestro bebé sea eficaz, es un refuerzo vincular en la comunicación de la primera infancia, no es que es un tratamiento de desarrollo de lenguaje; no reemplaza un tratamiento o a un profesional”.

Para Julieta y su familia, Indiana terminó siendo el mejor ejemplo de cómo se aplica esta herramienta, con acciones que más de una vez sorprendieron a la familia. “A veces te cuesta creer que lo que estás viendo es real”, dice al explicar lo que vieron. “A nosotros nos llamó la atención, más que nada, que aunque ellos no puedan hablar entiendan lo que les estamos diciendo, también sus intereses. Mi hija, por ejemplo, su primer signo fue música, no leche, ni comida. Después más de una vez nos sorprendió cómo relacionaba las cosas. Por ejemplo, una vez se quedó con el papá. Justo yo estaba dando un curso y escucho a mi marido que dice que vaya a hacerme la seña porque él no me entendía bien. Ella en vez de largarse a llorar, con 9 meses fue caminando a la habitación, abrió la puerta y me hizo el signo. Era un signo que por la hora no sabía si me pedía ver tele o comer queso. Mi primer instinto fue hacer la seña de comer y ella respondió ‘ratón’ para decirme que quería comer queso. Eso nos sorprendió mucho porque ella quería comer lo que come el ratón. Después mi marido me explicó que estaban leyendo un cuento y el ratoncito comió un queso. Entonces ella se paró al lado de la heladera y lo pidió. Después, una noche me pudo decir que le dolía el oído. Nos fuimos a la guardia, le comenté a la pediatra de guardia y me quedó mirando con cara de ‘madre primeriza que por cualquier cosa la trae’, ‘¿cómo sabe que tiene dolor de odio?’. Le comenté y quedó sorprendida porque tenía principio de otitis. Me dijo ‘que increíble, la mayoría de los padres llegan cuando el bebé está volando en fiebre o ya no saben porque no para de llorar’. 

Julieta cuenta que signar se convierte en la forma de comunicación del bebé. Le permite interactuar y contar sus intereses y sobre todo sentirse escuchado en un momento donde es difícil saber qué quieren o necesitan. 

Por eso, al ver el desarrollo de Indiana, el año pasado decidió armar su propio proyecto y lograr que está herramienta se conozca en el país. “El baby sign todavía no es muy conocido en Argentina. El año pasado empecé a dar más cursos y la gran mayoría de mis clientes son chilenos, algunos mexicanos y algunos uruguayos. Está bueno porque el lenguaje tiene muchas conexiones neuronales y el bebé tiene mayor vocabulario, mayor autoestima y beneficios a largo plazo, según los estudios que hay hoy en día. En su caso, Indiana cumple 3 en octubre y se comunica muy bien, porque está demostrado que signar no retrasa el habla, es todo lo opuesto, cuando los bebés signan utilizan varias partes del cerebro, entonces no solo adquieren el vocabulario antes sino que tienen muchísimas más herramientas al momento de hacer la asociación verbal”.

Más allá de los beneficios, Julieta advierte que también es importante entender que "cada bebé tiene su propio ritmo, como también pasa a la hora de caminar, hablar, dejar los pañales”.

Julieta junto a Indiana, el motorcito de esta historia.

Diseñadora de profesión, madre full time, Julieta admite que le gustaría llegar a más gente con este proyecto que permite contener al bebé de otra manera. “Me encanta esto que hago, me apasiona. Mi mamá y mi tía trabajan en un jardín en Rada Tilly y se ve que de alguna manera algo mame. Y me encantaría llegar a instituciones, jardines maternales. En Estados Unidos, por ejemplo, las maestras ya tienen el intructorado o los cursos y los chiquitos se comunican con señas. Quizás es más difícil, pero para mi es hermoso poder comunicar desde una edad tan temprana. Por suerte es indiana la que logró generar el interés en otras personas que lo vivieron como una experiencia propia”, dice este madre orgullosa que buscando una herramienta para su hija terminó encontrando su segunda vocación. 

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