Ezequiel Baraja (32) creció dentro del seno de una familia tipo en Villa Maipú, en el partido bonaerense de San Martín. Iba al colegio, tenía notas excelentes y jugaba en las inferiores de Chacarita, aunque su sueño era jugar en Boca. Con la separación de sus padres, su realidad cambió.

A los 13 años se empezó a juntar con los chicos de la villa de su barrio y la rebeldía de la edad fue poniéndose cada vez más violenta y peligrosa. El chico que soñaba con ser defensor del Xeneize cayó presó en dos oportunidades como menor de edad y a los 21 fue condenado por varios robos a mano armada. En total, pasó 10 años privado de su libertad.

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