COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - La canchita de la calle Alsina y San Martín fue donde se originó el primer encuentro, un joven flaquito, bien peinado, picaba el balón entre sus piernas creyendo que era Marcelo Milanesio. Del  otro lado, un “lungo” morocho de 1.90, serio, que sólo mostraba una mueca de aceptación al volcar el balón y un su deseo de intentar jugar y vivir del deporte.

Leonardo Martín Villagrán y Diego Leonardo Romero: el bajo y el alto, el base y el pivot, dos jóvenes que solo querían divertirse con sus ganas de jugar al básquet.

“Lo conocí con 14 años, le pregunté si jugaba en algún club y lo invité a Gimnasia, donde lo vieron dos profes (NdR: Fabián DeAngelis y Pablo Coleffi), lo mandaron al vestuario y creo que al otro día ya estaba con la ropa del club sin saber picar el balón”, esa es la carta de presentación de Villagrán para Romero.

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