CAPITAL FEDERAL - Las dos personas fallecidas este jueves a la mañana en la escuela 49 del barrio San Carlos de Moreno son muy reconocidas por su compromiso y vocación dentro de la comunidad educativa. El recuerdo de sus compañeros y vecinos.

Un dolor que se manifiesta en las miradas, en las charlas en voz baja, en los abrazos interminables de muchas personas que visten delantales blancos. Los vecinos y colegas de la escuela 49, que esta mañana (por ayer jueves) estalló por un desperfecto en la conexión del gas, conocen bien a Sandra Calamano, la vicedirectora de 48 años que tenía a cargo la institución; y también a Rubén Rodríguez, uno de los auxiliares de 49 años que se desempeñaba como portero y como profesor de carpintería.

Son varios los que intentan reconstruir lo que ocurrió cuando comenzó el día: las víctimas, como casi todos los días, fueron los primeros en llegar al lugar antes de las 8.

Los vecinos y compañeros de trabajo coinciden en señalar que la vicedirectora y el auxiliar querían tener listo el mate cocido que minutos después debían servirle a los casi 500 alumnos que asisten a la escuela. Y entonces, la tragedia: los dos murieron víctimas de una explosión aparentemente por un desperfecto en una estufa.

Pese al frío y al desconsuelo, docentes de todo el distrito, padres, abuelos, vecinos y alumnos decidieron manifestarse primero frente al Consejo Educativo de Moreno y luego frente a la municipalidad.

En el primero de los edificios, además de una marcha de la que participó un grupo grande de autoconvocados, distintos alumnos de la escuela y de otras instituciones de Moreno pegaron cartulinas en las paredes que dan cuenta de un reclamo común.

Con sus palabras, con lo que tienen a mano, los más chicos se hicieron oír.

"Gobernantes, arreglen las escuelas", suplicaba uno de los varios carteles, con caligrafía infantil y dibujos.

De Sandra, son varios los que recuerdan las ganas con las que iba a la escuela, su enorme compromiso que la llevaba a trabajar de lunes a sábados. Estaba casada con Maxi y tenía dos hijos en el secundario.

"Ella estaba en la escuela hasta los sábados porque había armado un programa de puertas abiertas esos días. Los chicos venían a hacer de todo, les enseñaban a cocinar y otras actividades. Hasta teatro hacían. Todos mis hijos vinieron, el más chiquito está en tercero y le encantaba venir", cuenta a Infobae María, una vecina que vive a una cuadra de la escuela.

"Últimamente el nene volvía a casa con dolor de cabeza. Por eso nos enteramos de que había un problema con el gas, que había pérdidas. Todo este año pasó", agrega frente al portón del establecimiento.

Mientras tanto, la conmoción invade a todos. Nadie sabe qué va a pasar, cuándo reabrirán las puertas de la escuela y cómo reaccionarán los más chicos al saber que ya no volverán a ver a Sandra y Rubén.

Son varios los vecinos que intentan espiar desde una rendija del portón de entrada de la escuela, del que apenas se pueden ver restos de chapas, ladrillos y materiales destruidos.

"Hoy lamentamos la muerte de dos amigos de casi toda la vida, dos personas que estaban haciendo lo que había que hacer, comprometidos con su trabajo. Querían ver cómo iban a hacer para calentar el mate cocido de la mañana para los chicos y murieron de esta manera", le cuenta a Infobae Hernán Pustilnik, docente de tercer grado de la escuela de la tragedia desde hace 17 años.

"Los chicos, los auxiliares y los docentes estamos en riesgo permanente. Hoy esto podría haber sido todavía peor si pasaba 10 minutos después, cuando ya están los chicos en la escuela", apunta el docente conmovido y agrega: "Esto tiene que ver con el vaciamiento que hay de las escuelas públicas de la provincia. ¡Nos da tanta rabia que nos desprestigien a los maestros diciendo que somos vagos cuando somos los que mantenemos las escuelas de pie!".

Sobre la explosión, el maestro recalcó que ayer se había reclamado ante el Consejo Escolar por una pérdida de gas y que fue la propia vicedirectora quien aguardó, fuera de su horario laboral, a que fueran a controlar el estado del lugar, que no cuenta con gas natural y se abastece con las garrafas de gran porte conocidas como "chanchas".

Sobre el portero fallecido, en el barrio recuerdan que se trata de una persona que toda su vida estuvo vinculada a la escuela 49. Estaba casado con Mabel, docente en otra escuela, y tenía a Maia, una hija de 12 años.

"Rubén hizo toda su primaria en esta escuela. Y ahora trabajaba como portero desde hacía más de 15 años. Pasó prácticamente toda su vida adentro de la 49", señala Pustilnik.

Para Miguel, un profesor de Historia que vive cerca de la escuela 49, lo ocurrido hoy es parte de la degradación que se ve en todos los establecimientos educativos.

"En el barrio hace tiempo que se comenta que había pérdidas y desde la escuela se hacían los reclamos correspondientes. Es una comunidad verdaderamente pobre y, al ser una escuela de doble turno, muchos chicos iban a comer a un lugar que les daba contención", asegura a Infobae el docente, que conocía a las víctimas por ser vecino del lugar.

"A Rubén más de una vez lo he cruzado por la calle. Muchas veces venía caminando más de 15 cuadras para llegar más rápido si el colectivo se demoraba", agrega.

"De Sandra hablaba todo el mundo en el barrio, una persona muy querida. A mí me ha tocado ser autoridad de mesa en la escuela y la he visto súper comprometida hasta con las elecciones si tocaban ahí. Ayudaba a pegar papeles de diario para armar los cuartos oscuros, ofrecía todo para que todos estuvieran cómodos. Si todos llegaban a las 7 ella siempre estaba antes", recuerda el profesor.

Fuente: Infobae/Por Agustina Larrea

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