A los 105 años falleció Don Pascual Fenolle: un gran referente del centro de jubilados del Km 8
"Hay que mirar adelante y no olvidar lo que ha pasado atrás", dijo Miguel Pascual Fenolle, un abuelo de kilómetro 8 que el pasado 17 de mayo cumplió 105 años de vida. La comunidad despide a un gran trabajador, inspirador de torneos de pesca y muy presente en su barrio.
Este lunes por la mañana se conoció la triste noticia del fallecimiento de "Don Pascual Fenolle", un abuelo centenario de Comodoro Rivadavia que con sus 105 años, vio el nacimiento de la televisión, el surgimiento de las computadoras, la aparición de internet y fue testigo del crecimiento de tecnologías remotas.
En una entrevista que dio por Zoom este año en exclusivo con ADNSUR, en los días de pandemia, Miguel siguió disfrutando de la vida. En aquella añorada videollamada, se lo vio vital, con ganas, desbordando alegría y dejando lugar a la picardía que llevaba dentro. Recordó su infancia, su adolescencia y su llegada a la ciudad del viento, y contó el gran secreto para superar la barrera de los 100 años: “Hay que mirar adelante y no olvidar lo que ha pasado atrás, se entiende? O sea, siempre mirar para adelante y no olvidar lo que dejaste atrás”, dijo con orgullo.
DE LA GUERRA CIVIL A LA PATAGONIA
Miguel nació en Ejea de los Caballeros, Zaragoza, España, en 1916. Tuvo una infancia feliz, criando ovejas con su abuelo. Sin embargo, la Guerra Civil Española cambió todo en su vida.
Tenía 18 años cuando se sumó al ejército republicano y no la pasó nada bien. Durante la guerra cayó prisionero dos veces, hasta que pudo escapar a Francia, tras recorrer 900 kilómetros a pie.
En tierras francesas, Miguel trabajó en el campo. Y allí, en Marsella, conoció a Milagros Julia Ollovarren Echarri, el amor de su vida, con quien se casó y tuvo sus tres hijos.
En 1950, un tío que vivía en la ciudad de Colón, provincia de Buenos Aires, lo motivó a que migren a Argentina. Allí tenía trabajo pero no casa, y el llamado de otro pariente lo trajo a la Patagonia, tal como recordó en la entrevista ADNSUR.
“Me iba a quedar en Colón, cerca de Pergamino, en Buenos Aires. Trabajo tenía en el pueblo de sepulturero, pero no teníamos vivienda. Entonces había un pariente de Comodoro que nos dijo ‘vení para acá, trabajo no te va a faltar, casa nos vamos arreglar’. Dicho y hecho, agarré y me vine para acá”.
Miguel y su familia vivieron dos meses en un garaje de kilómetro 8 que estaba cerca de la playa. Con un techo en la cabeza pudo entrar a la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo, que luego pasó a ser Petroquímica. Eran tiempos distintos y la misma empresa le dio un techo para su familia.
“Dónde está el aeropuerto Petroquímica tenía en aquella época un barrio y me dieron casa allá", recuerda. Viví cuatro años, pero después Petroquímica hizo el barrio este y yo pedí cambiarme y venirme acá, al 8. No me daban casa acá porque tenían una sola habitación, pero arreglamos para los chicos un lugar, pusimos dos camas chicas y ahí dormían. Después la empresa me hizo una pieza más”, expresó con nostalgia.
En 1980 Miguel se jubiló en esa empresa, y desde entonces se dedicó a disfrutar la vida. Así, pasó tardes enteras pescando o pulpeando, buscando almejas y mejillones. Le gustaba tanto su hobby que luego integró la comisión directiva del Club de Pesca el Pique y fue miembro del Centro de Jubilados del barrio.
Su nieta Daiana aseguraba que era fanático de lo dulce. Y por supuesto, la siesta era sagrada. Luego de un buen descanso, Miguel pasaba tiempo con Alberto, su hijo, con quien compartía los partidos de su querido Boca Juniors, club del que es simpatizante.
En la charla con este medio, Miguel no pudo evitar sonar con el acento de sus raíces, también influenciado por la televisión española que tanto le gusta mirar.
“Mi vida ha sido buena y mala, porque en España fue la Guerra Civil y eso a ninguno le hace gracias por lo triste que es; sobre todo una guerra civil entre hermanos, padres e hijos. Estuve tres años en eso Me siento bien, satisfecho y contento, porque no todos llegan a esta edad”, concluyó.
Hasta siempre Don Pascual!