De Chubut a la Antártida: el kayakista que navega los hielos del mundo
Empezó a navegar como cualquier chico del pueblo que se acerca a conocer algo nuevo. Sin embargo, descubrió un mundo que lo fascinó. José Martín Capllonch tiene 48 años, nació en Puerto Deseado y vive en Esquel. Toda su vida se dedicó al kayak, práctica que lo llevó a navegar los hielos del mundo, desde Groenlandia a Alaska, hasta la Antártida, su última aventura.
“Es deslumbrante, un lugar único parecido a nada”. Cuando lo dice, José Martín Capllonch se refiere a la Antártida, aquel continente blanco misterioso que todo aventurero quiere conocer. José es uno de los pocos chubutenses que pudo llegar al punto más austral de la tierra y asegura que ya quiere volver, porque siempre hay algo más que descubrir en ese mundo de hielo y naturaleza virgen.
Capllonch es guía e instructor de kayak, actividad que realizó durante su vida y que lo llevó a navegar los hielos del mundo. Es que, además de Antártida, también navegó en solitario en Alaska y Groenlandia, un lugar al que le gustaría regresar con sus hijos.
Su romance con esta piragua comenzó en su pueblo natal, Puerto Deseado, el lugar de Santa Cruz en el que sus padres trabajaron como médicos del pueblo. “Ahí arranca mi conexión con el mar y con el kayak”, cuenta a ADNSUR desde Esquel, donde vive desde los 18 años. “Crecí en un pueblito de 6.000 habitantes. En ese momento teníamos televisión de 17:00 a 24:00, entonces el mar era todo; nuestro escape, nuestro playground, nuestro lugar de diversiones. Así que de la mano del Club Náutico Capitán Oneta y principalmente la Fundación Conociendo Nuestra Casa, empecé a remar en kayak a los 6 o 7 años”.
La entidad de la que habla José es la fundación que impulsaron en 1983 el abogado Marcos Oliva Day y su esposa, María Laura Gaona, para incluir a niños y adolescentes en situación de riesgo a través de acciones educativas y preventivas que permitieran convertirlos en referentes sociales y defensores de la naturaleza.
Bajo el lema “No se puede querer ni cuidar aquello que se desconoce” fueron los impulsores del kayak en Puerto Deseado en una época en que la actividad estuvo en expansión y que los chicos del pueblo aprovecharon, algo que José Martín reconoce a la distancia.
“Marcos Oliva Day hizo un trabajo espectacular. Empezó con la actividad de kayak que se convirtió en una actividad deportiva y después en una actividad del lugar y para concientizar a través del deporte. Primero era como todos los chicos del pueblo, me acerqué para ver algo nuevo, pero luego fui parte de la fundación, me convertí en instructor y enseñaba a otros chicos a remar. El objetivo era formar en valores, fundamentalmente vinculados al medioambiente y la historia. El lema era que ‘uno no puede cuidar lo que no conoce’. Entonces, a través de la navegación uno descubría que Deseado tenía un valor geológico, natural e histórico increíble y el kayak era la excusa perfecta para conocer la fauna, la toponimia del lugar”.
ENTRE LOS BOSQUES Y LOS RÍOS
José aún recuerda esas tardes de clases en las escuelas y con los nenes del pueblo, replicando el trabajo que alguna vez habían hecho con él. Sin embargo, su destino no estaba en su pueblo natal sino más al norte, en Chubut.
A los 18 años, Martín dejó Deseado para estudiar Ingeniería Forestal en Esquel. La ciudad de la nieve fue el descubrimiento a un mundo nuevo, la brújula para adentrarse en el turismo de aventura y la navegación.
“Acá descubrí y pude soltar toda mi pasión relacionada con la naturaleza, porque toda esa experiencia que tenía la llevé a una actividad placentera para mí y la convertí en una actividad, primero como guía y más tarde con mi propia empresa de Turismo Aventura. Con Frontera Sur hice de kayakista de seguridad, instructor de snowboard, siempre en relación con la naturaleza, la montaña y el agua, y desde 2009 soy guía en el Parque Nacional Los Alerces, donde la empresa opera”.
José admite que le apasiona todo lo relacionado a la actividad forestal, pero en un momento de su vida tuvo que elegir entre crecer en su trabajo turístico o seguir estudiando, y en cuarto año largó la carrera.
“Ahí no paré más, hice kayak de aguas blancas, venía del mar y acá tenemos ríos, uno de los mejores ríos del mundo como el Futaleufú; después, con el tiempo me fui perfeccionando y me convertí en instructor de la American Canoe Association de Estados Unidos, y ya de grande con hijos, empecé a hacer viajes en solitario, eso me llevó a ir a Groenlandia y Alaska y remar por 300 o 400 kilómetros durante muchos días en solitario”.
José admite que su sueño era poder navegar en solitario en la Antártida, lo intentó, pero asegura que por sus propios medios era complicado. Y gracias a la recomendación de un amigo terminó haciéndolo como guía de turismo.
“Es la manera más rápida de ir, más sencilla y más segura. Estuvo buenísimo, porque no solo vas al lugar sino que compartís con gente de mucha experiencia, con mucha pasión, y eso es bueno. Fueron tres viajes los que hice, 45 días en total. El primero fue el 9 de febrero, hice dos seguidos de 10 días y llegamos a las Islas Georgias del Sur y Malvinas. Por suerte pude remar ahí, si es difícil ir a Antártida es mucho más difícil ir a Georgia, mucho más lejano, la logística es compleja”.
Cuanta José que en cada viaje junto a los pasajeros recorrió diferentes lugares, tanto en kayak como en botes inflables. “Fuimos a ver ballenas; era llegar a la costa, recorrer lugares y descubrirlos porque cada uno tiene un atractivo distinto, quizás una colonia de pingüinos, por la cantidad de ballenas, porque hay hielo por todos lados. En un día normal se trata de hacer dos actividades, una a la mañana y otra a la tarde, y siempre se regresa al barco”.
Y a la hora de definir al continente Blanco, no duda: “es deslumbrante, es un lugar único parecido a nada. La inmensidad, la escala del hielo, todo es increíble. Después con muchos días encima y más acostumbrado, uno empieza a disfrutar de pequeños detalles y de la conexión con la gente que te acompaña, porque los pocos turistas que tienen la posibilidad de hacer un viaje así son gente muy especial, con muchas historias increíbles y muy apasionada de lo que hace. Entonces eso le da el toque a esta experiencia”.
Apasionado de la aventura y el turismo, José admite que le gustaría volver a la Antártida y también a Groenlandia, pero en ese caso para llevar a sus hijos de 8 y 11 años, y mostrarles la inmensidad del mundo. Sin embargo, admite que también tiene un sueño mucho más cercano y simbólico.
“Siempre hay ideas en la cabeza. Hay muchos lugares lindos en el mundo para ir a visitar y poder remar. La verdad es que los proyectos van mutando. En un par de años me gustaría volver a Groenlandia con mis hijos. Pero también tengo proyectos y lugares para ir a conocer en Patagonia. Algo que quiero hacer es navegar de Esquel a Puerto Deseado. Unir los dos lugares que de alguna manera viví y marcaron mi vida a través del kayak. Es algo que ya estoy planificado, solo falta tener que buscar un momento para hacerlo”.
El desafío suena interesante, unir el río Chubut, hasta Rawson y continuar a Puerto Deseado, el lugar donde comenzó su romance con el kayak gracias al trabajo de una fundación que lo incentivó a querer y cuidar aquello que conoció desde chico.