“¿Qué le pasa? Está cada vez más loco”. La frase –que se escuchó en uno de los principales despachos de Fontana 50- alude al ministro de Seguridad, Federico Massoni. Fue luego de que esta semana le sumara al gobierno otro dolor de cabeza, al generar un nuevo foco de conflicto político, esta vez con un sector aliado y necesario, como es el sastrismo en Puerto Madryn. Al pedido de renuncia del intendente Gustavo Sastre contra el funcionario por sus dichos sobre el tráfico de droga, se sumaron todos los diputados de la oposición. Incluso los legisladores más oficialistas, como el petrolero Carlos Gómez, se unieron al coro de las críticas.

En realidad, el calvo, musculoso y tatuado funcionario, fue siempre el mismo, y nunca cambió. Lo que sí se modificó es la mirada de quienes lo rodean. Y esto tiene una explicación: ahora su figura sufrió un enorme desgaste, los votos en las urnas no lo acompañaron como se creía, y ya no cae tan simpático que siga sumando enemigos y denuncias por doquier.

En todo caso, lo que preocupa en este “monstruo” creado en las entrañas del gobierno con todo el respaldo y el aparato estatal, es la demostración de una falta de capacidad para leer la realidad y la -más alarmante aún- falta de reacción para reencauzar el rumbo y cambiar a tiempo.

Una imagen típica del ministro y las fuerzas especiales de seguridad.

Massoni tuvo la habilidad de convertirse en el funcionario más conocido del gabinete, a partir de ser una máquina de trabajar las 24 horas con un altísimo nivel de exposición ante la gente. Su candidatura se fue cocinando a partir de encuestas que, en medio de una crisis económica durísima, le daban un aura de intocable, con una buena imagen en ciertos sectores, así como también muy mala en otros.

A la luz de los resultados, es evidente que el “ministro estrella” no supo explotar ese potencial. Como si le hubiera quedado cómodo el personaje, no quiso salirse del cliché del rockstar que se sacaba fotos con la gente y estaba en todos los stickers de los celulares. Se estancó en la imagen del francotirador mediático, con un discurso de abanderado del orden que denunciaba a la clase política, como si él estuviera afuera del sistema.

Es cierto que en un momento del año pasado formó un tándem con el gobernador Mariano Arcioni, con quien tenía diálogo y coordinaba los temas. Ya hemos explicado que, en medio de la pandemia, Massoni se convirtió en alguien necesario y funcional. En las épocas de mayores crisis políticas, cuando el gobierno parecía tambalear, fue muy útil “distrayendo” a la opinión pública con sus shows en los operativos y sus declaraciones explosivas.

Otros tiempos, cuando el gobernador y su ministro se apoyaban y complementaban.

Así se ganó el reconocimiento y el respeto del equipo político, y si bien nunca generó demasiada simpatía en sus compañeros de gabinete, al menos nadie discutía que era un hombre clave de la gestión. Pero el gran error fue creer que con eso alcanzaba y sobraba. Los paredones y las remeras con la leyenda "Te banco Massoni" podían ser una buena estrategia de marketing. Siempre y cuando el protagonista no las asumiera como la opinión literal de la sociedad. 

Massoni se muestra -al menos públicamente- con una personalidad que se caracteriza por tener un ego de niveles astronómicos y un narcisismo extremo. Necesita ser siempre el protagonista, estar en el centro de la escena, que se hable todo el tiempo de él; si es para bien, mejor. A tal punto, que se le permitió crear un equipo de prensa paralelo, que no rinde cuentas a la Subsecretaría de Información Pública, y que elabora 10 videoclips por día adulando la imagen de una especie de súper héroe local.

Una personalidad de ese estilo es peligrosa. Puede lograr éxitos en determinado contexto y en momentos acotados, pero necesita límites. Si no, ocurre lo que pasa hoy: Massoni se convirtió una bola de nieve que nadie puede frenar.

Ya lanzado como candidato, con recursos que le permiten tener una presencia abrumadora en determinados medios que le siguen el juego, se nutre de su propia verborragia para armar escándalos que después él mismo continúa, en una escalada de conflicto que parece querer hacer explotar todo el sistema.

El día que se vacunó, su foto dio vueltas por el país. No pasar desapercibido es el lema principal.

Cabe preguntarse si alguna de las consultoras que lo asesoró, lo convenció de que ese perfil y esa estrategia eran los que le iba a generar un aluvión de votos de las mayorías. Y en todo caso, cuando vio el resultado del 12 de septiembre, ¿cuál habrá sido la lectura que hizo Massoni del mensaje de las urnas?

TORPEZA

El fin de semana de las PASO, mientras todos los candidatos debían atenerse a la veda y no podían ya salir a hacer proselitismo, Massoni corría con ventaja: por ser ministro se daba el lujo de difundir información sobre su trabajo, en el límite de lo legal, en esa borrosa frontera entre funcionario y candidato. Y aprovechó esas horas previas al acto eleccionario, para difundir a través de su área de prensa, imágenes de la detención de un sospechoso. La foto y el video recorrieron la provincia, y se lo veía a él, un civil, miembro del gabinete, llevando a la fuerza a un hombre al que apuntaba con un arma de fuego.

Cuentan que en el entorno del gobernador Mariano Arcioni, hicieron malabares para que no tome conocimiento de esa imagen y así evitarle un dolor de cabeza el día de las elecciones. Dicen que cuando finalmente se enteró, el mandatario chubutense se agarraba la cabeza con las dos manos: no podía creer semejante nivel de torpeza.

Las imágenes del ministro Massoni deteniendo a un sospechoso con un arma de fuego.

No es que fuera un hecho absolutamente nuevo: ya habían existido denuncias de abuso contra el ministro de Seguridad. En noviembre de 2018, el transportista Bruno Eylestein denunció que Massoni lo había apuntado con un arma cuando lo detuvieron con su camión en plena ruta acusándolo de robar lana. En aquella oportunidad, desde la policía se negó la acusación, y se dijo que el hombre había confundido un arma con el “Handy” que Massoni tenía en la mano para comunicarse.

Ante todos estos hechos (como la denuncia del vecino de Barrio Inta que asegura haber sido baleado en julio de 2020; o la muerte de Tino John en la cordillera en mayo pasado, ante un operativo del Geop; o los famosos audios de “sacá los pucará a la calle”), el accionar de la policía comandada por Massoni siempre fue respaldada políticamente por el gobernador. Lo que en esta ocasión generó alarma -además de la discutible legalidad del hecho- fue la falta del sentido de la oportunidad y que encima haya sido propagado por medios propios, dando pie a una denuncia que ahora es investigada por la justicia.

Las imágenes viralizadas en las redes del ministro Masoni demostrando sus dotes en el gimnasio, son un clásico.

A esta torpeza de hace dos semanas, Massoni sumó este miércoles un nuevo conflicto político. Las consecuencias de sus dichos viscerales tampoco son nuevas, ya que ha protagonizado varias polémicas con el gobierno nacional, y con municipios como Trelew y Comodoro Rivadavia. Pero esta vez, lo que molestó es que la polémica era absolutamente evitable.

Cuesta imaginar a una ministra de Educación diciendo que todos los chicos de su provincia son analfabetos; o a un ministro de Salud reconociendo que hay cada vez más enfermedades por falta de prevención. Sin embargo, como si fuera un opinólogo desde afuera, el ministro de Seguridad de la provincia afirmó que en localidades como Puerto Madryn y Comodoro Rivadavia “la droga corre como caramelo”.

Ante semejante declaración, en la ciudad del golfo que conducen los hermanos Ricardo y Gustavo Sastre, hicieron fila para responder al funcionario, y para exigir al gobernador Arcioni su renuncia. Hay que recordar que al mandatario le llevó mucho tiempo y esfuerzo aceitar la relación con ese sector político y lograr un pacto de gobernabilidad que hoy es indispensable. Los votos en la Legislatura están muy ajustados y hacen falta varias leyes de fondo aún para resolver asuntos de Estado.

Los mellizos Ricardo y Gustavo Sastre, junto a diputados de todos los colores, salieron a responder a Massoni.

A esta altura de los acontecimientos, un enfrentamiento de este tipo entre Puerto Madryn y el gobierno, era innecesario y gratuito. Pero la sensación que hay en Fontana 50 es que a Massoni ya no le importa nada, y juega desde hace tiempo su propio juego personal. Como si su único interés apuntara a lo individual y ya no formara parte de un equipo de gestión.

¿Creerá Massoni que con este tipo de declaraciones podrá sumar más votos en esa ciudad? En Puerto Madryn obtuvo un cuarto lugar, apenas superando los 5 mil votos, detrás de Juntos por el Cambio (18 mil votos), del Frente de Todos (12 mil votos) y de la propuesta del Frente de Izquierda (6 mil votos). A todas luces, un resultado catastrófico, en una localidad donde ahora el responsable de la Seguridad afirma que sus habitantes conviven y ven pasar delante de sus narices el tráfico de estupefacientes.

LA PEOR CAMPAÑA

La campaña electoral previa a las PASO ofrecía a Massoni un escenario interesante, con muchas posibilidades por explorar. Es cierto que, por un lado, tenía que afrontar el ser parte de una lista con candidatos de una gestión provincial que no tenía buenos números en las encuestas. El gobierno de Arcioni, como todos los oficialismos, venía de un año de pandemia, de crisis económica y atrasos salariales, con problemas en el dictado de clases.

De todos modos, en la vereda de enfrente había un justicialismo que quedaba preso de una campaña nacional muy apagada (“La vida que queremos” es de los peores slogans de la historia), con un fuerte voto bronca contra la gestión de Alberto Fernández y una militancia peronista que prácticamente no trabajó (reconocido hasta por el propio Norberto Yauhar esta semana).

Y del otro lado, el frente de Juntos por el Cambio, que en Chubut afrontaba una interna de tres listas que distrajo muchos esfuerzos hacia adentro, con un desgaste natural de un enfrentamiento de pesos pesados.

Ante ese panorama, Massoni se presentaba como un funcionario con estructura, medios, recursos, conocimiento, agenda propia y, por si fuera poco, sin internas. Le dieron el apoyo y la libertad para que diseñe la campaña a su antojo. Tenía todo servido para intentar, al menos, una estrategia inteligente.

Una visita de campaña a Petroleros Privados, en una de las pocas fotos junto a Fabián Puratich.

Pero el ministro de Seguridad no es alguien a quien le guste que le den directivas. No quiso que le muestren las encuestas que no le gustaban, y cuando le advirtieron que no venía tan bien posicionado como creía, respondió que los sondeos que circulaban estaban armados por la oposición y que él estaba en segundo lugar.

Su estrategia fue acentuar aún más su individualismo. Como si fuera un producto sui géneris, nunca mencionó en las entrevistas ni al gobernador ni al resto del gabinete. Sólo se dedicó a hablar de su gestión, profundizando su mensaje “anti-política”, a favor del orden y las normas. Es decir, continuó hablando a la gente a la que ya había convencido hace tiempo, pero sin apuntar a los que aún le faltaba atraer.

“Tuvo un exceso de confianza y de soberbia”, dijo un importantísimo actor del gobierno a esta columna. La lectura de Massoni pareció demostrar que no necesitaba votos nuevos, ya que con los que tenía le alcanzaba. Por eso, casi no movilizó tropa en Trelew –ciudad en la que creía que arrasaba y en la que llegó a sonar como futuro intendente- ni tampoco en Puerto Madryn. Cuando le preguntaban si se iba a tomar unos días de licencia, contestaba que “mi campaña es la gestión, estoy de campaña las 24 horas, los 365 días, hace 3 años”.

Uno de los ejemplos más claros del error estratégico de su campaña, fue la cartelería proselitista en la que no se vio su cara (“no hace falta porque ya me conocen todos”, explicó a los cercanos) sino una serie de frases en letras pequeñas, para carteles que estaban ubicados al costado de la ruta y que ningún automovilista era capaz de leer. Un despilfarro de recursos tirados a la basura.

Uno de los carteles de campaña, sin fotos, sólo mensajes.

Todo lo anterior quedó en evidencia el mismo domingo 12 de septiembre a la noche. Mientras los referentes del gobierno aguardaban los resultados finales en el búnker instalado en un hotel de Comodoro, buscando mostrar la imagen de un equipo unido, el único que faltó, fue Massoni. Cuando el gobernador definió salir a hablar pasadas las 23, preguntó por el candidato. Nadie sabía dónde estaba, y fue leído como un nuevo desplante.

FUTURO

La relación de amistad que existía entre Arcioni y Massoni se fue deteriorando este último año. El punto de quiebre fue descripto con lujo de detalles en esta columna el pasado 30 de mayo. Desde aquella bronca del gobernador con su ministro por el show montado en la negociación salarial de la policía, las cosas no volvieron nunca a ser lo mismo.

Arcioni decidió mantener su estrategia electoral con la lista de senadores encabezada por Massoni, porque ya estaba todo encaminado hace tiempo, y era tarde para volver atrás. Incluso el ministro se había encontrado cara a cara con Sergio Massa, a quien no le convencía del todo el perfil del candidato, pero había dado el aval ante la insistencia de que no había nadie mejor posicionado.

Es cada vez más raro verlos juntos a Arcioni y Massoni. El titular de Seguridad organiza actos en solitario.

Si la relación personal ya venía mal, el tono de la campaña, y las decisiones de tipo individualista tomadas por el candidato, que no quiso escuchar consejos y se mostró alejado de todo lo que fuera el gobierno, no hicieron más que acrecentar esa distancia que ya se había generado con el Gobernador.

Quienes dialogan con Arcioni, afirman que ya veía venir el resultado del 12 de septiembre, y que no le sorprendió que los votos no fueran los que se esperaban. Pero habría contado a sus íntimos su esperanza de que esto tuviera un lado positivo, porque confiaba en que podía dar un “baño de realidad” en el alto nivel de confianza de su ministro, que lo obligara bajarse del caballo.

Sin embargo, a juzgar por lo que vio en las últimas horas, dicen que la reacción del gobernador es de asombro y preocupación, mientras observa atónito como se siguen sucediendo los escándalos políticos y las denuncias judiciales. Quienes lo frecuentan, creen que en la cabeza del mandatario ya estaría tomada la definición de que Massoni no continúe en el equipo de la gestión después de diciembre, una decisión que no puede tomar en medio de la campaña.

Por lo pronto, la salida elegante será otorgar al ministro de Seguridad una licencia para sacarlo del cargo, y que todas las declaraciones que haga sean a título personal y en el marco de una campaña electoral. Dicen que en la bronca que tenía el último jueves, el gobernador analizaba adelantarla para este lunes, y no esperar hasta el 15 de octubre como está anunciando el mismo Massoni. ¿Tomará la misma decisión con el titular de Salud, Fabián Puratich, o no lo creerá necesario?

Una experiencia vertiginosa la de Massoni, que casi podría dar lugar a un libro, contando sus inicios en el radicalismo y en aquella interna de 2003 que lo tuvo como protagonista con la urna 303; luego sus pasos como funcionario por las gestiones de Máximo Pérez Catán en Trelew y de Martín Buzzi en la provincia; para luego bajar al llano como asesor de la ex diputada Cecilia Torres Otarola.

Las vueltas de la política y su relación previa con Arcioni le permitieron volver a Casa de Gobierno, y convertirse en el ministro que comandó los allanamientos contra los acusados de las causas de corrupción de la gestión de Mario Das Neves. De allí, fue catapultado a Ministro Coordinador de Gabinete, cargo del que fue echado a los pocos meses luego de la represión contra una marcha de docentes.

Massoni no se quiso perder ninguna de los detenciones de los ex colaboradores de Das Neves. Aquí, con Diego Correa.

Su breve salida duró un mes y medio, ya que luego regresó con más poder aún, con un ministerio de Seguridad armado a su imagen y semejanza, que lo catapultó a la fama, casi llegando al nivel de protagonismo de su referente, Sergio Berni.

Así logró ser la principal figura de la boleta del oficialismo, terminando como candidato a senador. Gane o pierda el 14 de noviembre, parecen ser los últimos días de Massoni como funcionario de la actual gestión provincial. Habrá que ver qué destino le deparará en el futuro la carrera política, aunque algo es seguro: no va a pasar desapercibido.

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