Los Retamos, la chacra de El Hoyo donde se elabora el mejor alfajor triple del mundo
“Esta chacra tiene mucha historia”, dice Almendra Guillier cuando cuenta la historia de las tierras donde se asentaron sus bisabuelos allá por el 1800, el lugar en el que terminó construyendo su propio emprendimiento. En la pandemia, la chef comenzó a hacer alfajores, sin imaginar que se iba a convertir en su medio de vida y en el producto que la lleva hoy a encabezar un emprendimiento familiar que no para de crecer. En esta crónica, te contamos sobre Los Retamos, la chacra de la cordillera donde se elabora el alfajor de Chubut, un producto con identidad propia.
Son días de mucho trabajo en la cordillera de Chubut. El turismo, en plena temporada, explota y los productores aprovechan el movimiento, sabiendo que en otoño e invierno todo cambia. Son las seis de la tarde y Almendra atiende cliente a cliente. Uno llega, pide alfajores, mientras otro espera y observa lo que hay a su alrededor. Entre compra y compra, la charla fluye, la historia del producto y, por supuesto, del lugar también.
Almendra Guillier es la creadora del mejor alfajor triple del mundo, galardón que obtuvo en la primera edición del Mundial del Alfajor de Buenos Aires y que la llevó a posicionar su producto a nivel nacional. La repercusión nunca para, y cada día recibe a turistas que se acercan para conocer el lugar donde elabora este producto 100% artesanal.
La Chacra Los Retamos está ubicada al borde del cerro Currumahuida, a 5 kilómetros del centro de El Hoyo, en un callejón rural que cuenta con dos ingresos: uno por el Laberinto y otro por el Mirador de la localidad. Se trata de un circuito turístico que también contiene dos bodegas; un paseo hermoso para disfrutar el día completo, rodeados del paisaje montañoso de esa zona de Chubut.
“Esta chacra tiene mucha historia”, dice Almendra al contar parte de la historia del lugar. “Acá es donde llegaron mis bisabuelos, que eran inmigrantes alemanes, cerca de 1800. Esta chacra fue pasando de generación en generación y la parte que le tocó a mi mamá es donde nosotros empezamos a desarrollarnos”.
Almendra es la menor de tres hermanas. Hoy, todas viven en la chacra. Sin embargo, no siempre fue así. Cuando eran chicas, la zona no estaba desarrollada y la vida diaria de la familia obligó a buscar otro destino.
El Bolsón, ubicado a 12 kilómetros de la localidad, era la mejor opción. Eran otros tiempos en que el turismo aún no explotaba en la zona como sucede hoy en pleno siglo XXI. Así, la familia Guillier trabajaba y estudiaba en El Bolsón y los domingos visitaba la chacra. Almendra lo recuerda.
“Era venir y visitar acá, y de a poco fuimos manteniendo la chacra, limpiando y plantando árboles. Me acuerdo que primero mis papás hicieron un lugar para poner las cosas que traíamos el domingo y, cuando me fui, hicieron una casa grande, bien construida y empezaron a parquizar”.
Cuando narra esta parte de la historia, Almendra lo analiza y le encuentra sentido. “Muchos se van a sentir identificados, pero cuando el hijo menor se va de la casa y los papás se quedan solos es cuando tienen un momento de ponerse a hacer lo que querían hacer. Es como que dejan de criar y en mi caso, fue ahí cuando ellos dijeron ‘queremos ir a vivir a la chacra’ y comenzar a hacer la casa”.
Por supuesto, vivir en la chacra no es fácil. Son 12 hectáreas, pero las elevaciones impiden el desarrollo total del lugar. Así, en la actualidad, trabajan sobre la mitad del terreno, aprovechando las bondades de la tierra en esta zona considerada la capital de la fruta fina.
“Vivir en zona rural es muy entretenido porque siempre hay cosas para hacer”, cuenta la emprendedora. Entre las hermanas y la familia mantenemos la chacra. Le ponemos toda la energía porque hay que mantenerlo y mejorarlo. Acá hay trabajo todo el año, entre la poda, la cosecha y arreglar los caminos en invierno. Trabajamos mucho en primavera con la nueva planta. En otoño hacemos la poda, pero si en verano no tenés agua todo el trabajo es desperdiciado, porque la planta en dos días que hizo mucho calor se murió, entonces es un trabajo de todas las estaciones”.
Lo cierto es que vivir en la chacra es lindo, pero lo que nunca imaginaron las hermanas es que un alfajor iba a impulsar el marketing del lugar. Todo comenzó en 2020, en plena pandemia. Almendra estaba encerrada, sola y aburrida y tuvo un deseo: comer un alfajor. Eran tiempos de aislamiento, psicosis y soledad, y decidió hacérselo sola, aprovechando su experiencia en la gastronomía.
“‘Dije ‘me voy a hacer yo misma un alfajor, no voy a salir a comprar’. Había mucha psicosis y no se salía por cualquier cosa. Tenía el conocimiento y me puse a hacerlo”.
Por supuesto, Almendra aprovechó la fruta fina de la casa. La mermelada que su madre hacía con la fruta que ellos mismos habían sembrado y cosechado. La idea era hacer unos pocos alfajores, pero salieron más de 60 y decidió compartirlo. “Le mandé mensajes a la gente conocida, les dije que pasen, que les tiraba unos alfajores y lo puse en un estado de WhatsApp: ‘El que quiera que pase’”.
Lo que nunca imaginó la gastronómica es que nunca más iba a parar de hacer alfajores.
“Empezó a hacerse un boca en boca y la gente empezó a decirme ‘hacé más, quiero enviarle a mi familia que está lejos’, ‘queremos probarlo’, ‘queremos probar otra variedad’, ‘queremos comprarte’, y empezó a moverse una rueda que tuve que seguir haciendo alfajores todos los fines de semana, después dos veces por semana y después todos los días”.
Los alfajores finalmente terminaron convirtiéndose en su propio emprendimiento. Sin embargo, no todo fue color de rosas y, como dice Almendra, emprender en un pueblo pequeño, con gente de paso y con afluencia de turismo principalmente en verano, no es fácil. Así, en un momento llegó a pensar en buscar otro trabajo. Aunque la suerte estaba de su lado.
“Me estaba costando poder vivir de mi emprendimiento. En 2022 había una situación económica post pandemia súper difícil y estuve a punto de decir: ‘tengo que buscar un trabajo de cuatro horas aparte’, porque mi emprendimiento no me permitía solventar todos los gastos. Estaba en eso cuando se hizo el Mundial del Alfajor y, a partir de ahí, fue un impulso muy grande; no tuve que salir a buscar otro trabajo, porque empezó una vorágine de venta, pedidos y notas. Y eso me llevó a poder salir a otros lugares, poder vender en otros lugares fuera de la provincia. Para mí fue súper importante.”
Almendra obtuvo el premio al Mejor Alfajor Triple del Mundo, galardón que revalidó al año siguiente con el bronce. Como dice, ese certamen fue un antes y un después en su emprendimiento y también en la vida de la chacra, tanto que hoy en el mismo predio armó un espacio para que la gente pueda comprar el alfajor, pero también pueda ir y conocer la huerta y la plantación de frambuesas.
“Es lo que más usamos para los alfajores”, cuenta, “pero la gente también puede venir y tomarse algo en un deck donde ofrecemos jugos, tés, café, mate y comer un alfajor. Mi familia hace las visitas guiadas por nuestra historia y nuestro lugar. Esa es la propuesta que tenemos para este verano”, dice con orgullo.
La chacra está abierta de 9:00 a 20:00 hs, pero los días de mucho calor se recomienda visitar el lugar durante la tarde, luego de la siesta, para disfrutar del lago y evitar el calor en el sector. Es que en la cordillera pega fuerte el sol.
Esta temporada, Almendra también está presentando un innovador producto: “Chubut con Identidad”, un alfajor que convive con diferentes productos de la provincia, con el objetivo de representar “a todos los chubutenses, desde la cordillera hasta el mar y de norte a sur de la provincia”.
“Quiero que todos los habitantes se sientan representados. Hice un alfajor que tiene dulce de boysenberry al gin, dulce de leche y está bañado en chocolate semiamargo. Además, tiene harina de rosa mosqueta de la cordillera y es un producto orgánico. Pero la idea es trabajar con emprendimientos de Comodoro Rivadavia, de Puerto Madryn, de Rawson, de Lago Puelo, de Golondrinas y de Epuyén. Quiero que cualquier persona en cualquier parte del mundo lo pruebe y diga ‘esto es Chubut, esta es la provincia que se recorre con el sabor de este alfajor’, que quieran venir a conocernos, porque es un producto gastronómico y turístico, porque a Los Retamos podés venir a comer un alfajor, pero también a llevarte una experiencia”.
Almendra no puede creer todo el desarrollo que tuvo su emprendimiento en solo cinco años. Pasó de elaborar 200 alfajores a 1.200 y llegó a producir por semana 2.000, y todo en la chacra de la familia, donde plantaron sus propias frutas finas con el trabajo y el esfuerzo de todos.
“La verdad es que estoy cumpliendo un sueño que ni siquiera había soñado”, admite. “Es tanta la gratificación que ni siquiera la esperaba. Nunca imaginé que, desde el primer alfajor que hice, iba a llegar donde he llegado y también estar generando todo este movimiento en la chacra. Trabajo no solo para mí, sino para mi familia, y que se ponga en valor el trabajo artesanal, la calidad premium, para mí es algo revolucionario que podamos volver al fruto que tengo en la chacra y que sea una receta familiar”, sentencia la mujer que se animó a empoderarse y anima a otras mujeres a intentarlo: “Ese es el mensaje.”