Son las 9 y media de la noche. Beatriz Gómez (48) y Claudio recién se sientan a descansar luego de un largo día recorriendo Chubut de norte a sur. Al otro lado del teléfono se la escucha feliz, contenta, llena de emoción; como dice, cumplió la misión que tanto la desvelaba. Consiguió un lugar para que “Mono” pueda volver a unirse a su especie y no termine siendo cazado o viviendo una vida doméstica con toda la incomodidad que ello iba a implicar para el animal. 

Con apenas 8 meses, el chulengo ya mide más de 1,50 metros, tiene buen porte y se espera que sea un ejemplar grande y robusto, no apto para un living, una casa pequeña o simplemente la vida en la ciudad.

“Mono” es un guanaco y tiene una increíble historia digna de un guión de cine. En diciembre del año pasado, fue rescatado en medio de una tormenta eléctrica. Era apenas un bebé de solo unos días, y gracias a un policía que lo rescató y otra suboficial que se ofreció a cuidarlo, terminó salvando su vida y llevó una vida doméstica que ahora llegó a su fin. Pero vamos al principio.

DEL CAMPO A PASEAR EN CAMIONETA

Beatriz, la contadora y policía protagonista de esta historia, cuenta a ADNSUR que todo comenzó entre el 18 y 19 de diciembre del año pasado, cuando una tormenta eléctrica sacudió a la zona del valle y la costa de Camarones. 

Según contó, en un sector de antenas camino a Camarones, un policía amigo que estaba cubriendo el sector se encontró con Mono, que apenas era un bebé. “Él estaba cubriendo la zona de las antenas y apareció este chulenguito con una patita herida. Estimamos que tenía 4 días de vida porque apenas levantaba la cabecita, era muy frágil y muy chiquito. Como no sabía qué hacer con el animal, mi amigo lo publicó en las redes, y yo lo vi y le pregunté. Me contó que apareció en la antena, que no sabía qué hacer con él porque estaba sin madre, y le dije: ‘traémelo a mi casa’”.

Cuenta Beatriz que lo primero que hizo fue avisar a Fauna sobre lo que había ocurrido. Les informó que lo iba a cuidar y le dieron el visto bueno. Como Mono tenía una pierna hinchada y estaba deshidratado, de inmediato lo llevó a un veterinario, donde le aplicaron suero y le hicieron las primeras curaciones. Sin embargo, eso sería el inicio de todo.

Es que para Beatriz no fue fácil criar al animal en sus primeros meses de vida. Encontrar la forma de alimentarlo fue el principal obstáculo y le trajo diversas complicaciones. “Estaba muy flaquito y deshidratado. Tuvimos que darle agua de arroz con leche porque no tenía nutrientes, después le salieron unas bacterias en la boca y tenía mucha diarrea. La verdad es que fue una lucha cuidarlo, porque fue muy difícil dar con la leche, realmente la pasó muy mal, pero fue un guerrero y se salvó”, dice hoy con orgullo.

Mono tuvo que ser alimentado con mamadera para salvar su vida. El mayor desafío fue que gane peso y encontrar algún tipo de leche que no le haga mal.

Una vez que pudo superar su cuadro alimenticio, algo que no fue fácil, Mono comenzó a ganar peso y normalizar su crecimiento. Para que pueda estar en un ambiente amigable, la familia de día lo llevaban a un lote que tiene en las afueras de Trelew y de noche lo trasladaba a su casa por temor a que sea matado. Así, todos los días Mono viajaba en auto desde la zona de chacras al centro.

Lo cierto es que Beatriz y su familia siempre supieron que en algún momento lo iban a tener que liberar; Mono iba a crecer, iba a desarrollar su carácter e iba a necesitar otro tipo de cuidados y espacios. Sin embargo, la confirmación de lo que pensaban terminó llegando un día que se escapó, luego que quedó una puerta abierta. Así comenzaron a buscar criaderos en la zona. 

Mono fue uno más de la familia. Ahora volvió con su especie.

A través de internet, la familia de Mono supo que en algún momento había un criadero en Gobernador Costa, pero ahora estaba cerrado. Pero lejos de darse por vencidos continuaron la búsqueda y terminaron encontrando un emprendimiento que funcionaba en Río Mayo.

Guenguel, desde 1998 se dedica a la producción de prendas con lanas de guanaco. El emprendimiento se caracteriza por ser sustentable y respetar la vida animal en medio del campo. 

Como Claudio conocía a un comisario en Río Mayo, le pidió al oficial si podía conseguir un contacto, y en poco tiempo se pudieron comunicar con uno de los integrantes de la familia Mazquiarán, propietarios de Orizon. 

Cuenta Beatriz que al contarle la historia de Mono él sí fue inmediato, y sólo acordaron coordinar el transporte para que el animal pueda viajar hasta Río Mayo y sumarse al criadero. 

Mono está acostumbrado a estar con animales y humanos, lo que representaba un peligro para si mismo.

DE TRELEW A RÍO MAYO

Durante unos meses, de los dos lados buscaron la forma de realizar el viaje. Sin embargo, recién hace unas semanas acordaron concretarlo. Para hacerlo, Beatriz le pidió a su suegra el utilitario que tiene. Lo adaptó, preparó un espacio para Mono y este jueves iniciaron viaje desde Trelew. Es que, si bien el chulengo está acostumbrado a viajar en vehículo, solo lo había hecho en distancias cortas y ahora iba a enfrentar un nuevo desafío. 

Cuenta Beatriz que el viaje fue adaptado a la necesidad del animal. Por esa razón, cuando se dieron cuenta que un nylon no iba a servir para trasladarlo, decidieron volver a su casa y colocarle una alfombra para que vaya más cómodo. Como el viaje era largo, también decidieron taparlo, y así Momo durmió, prácticamente, durante gran parte del viaje.

Aunque todo no iba a ser color de rosas, ya que al llegar a Comodoro tuvieron que sortear un control policial que los detuvo por temor a que se trate de un caso de abigeato. 

Finalmente, esa tarde, luego de un largo viaje llegaron a la estancia de la familia Mazquiarán, donde quedó alojado en un predio para que se adapte al lugar. Se estima que serán unos tres días hasta que finalmente pueda pasar a otro corral donde compartirá espacio con otros cinco guanacos juveniles, mansos.

Beatriz, su salvadora, junto a Mono.

Al otro lado del teléfono, a Beatriz se la escucha contenta por la misión cumplida. “Estamos agotados, pero por suerte hemos cumplido la misión de traerlo al criadero y la verdad que es lo mejor porque va a estar en un lugar espectacular, muy bien cuidado”.

Según cuenta Beatriz, los criadores le confirmaron que Mono tiene buen porte, es grande y lanudo, así que la felicidad vale por partida doble porque como ella dice, se trata de un chulengo huérfano, herido, criado entre humanos, pero con un gran futuro por delante.

Por supuesto, la felicidad no significa que no lo vaya a extrañar, tal como admite a ADNSUR. “Me cuesta horrores dejarlo, pero este es el lugar donde tengo que dejarlo, porque acá va a tener otros integrantes de su especie, va a tener hembras, manadas, capaz hasta se reproduce. Cuando lo metieron al primer corral él lo saltó y enseguida volvió a tirarse en brazos. Me partió el alma, pero tiene que quedarse acá porque es lo mejor para él; liberarlo a campo abierto hubiese sido solo para que encuentre la muerte al día siguiente porque no le tiene miedo a la gente, tampoco a los perros y los autos. Entonces es carne para los cazadores”.

Consultada por la razón que la motivó a criar un guanaco durante 8 meses, desvelándose por la noche, invirtiendo plata y tiempo, e involucrando a toda su familia, Beatriz no duda: “Fue el amor por los animales. Yo valoro la vida de todos y valoro el trabajo en equipo de toda la familia, porque fue un objetivo común. La verdad fue muy difícil criar al guanaquito porque todos los días a las 5 de la mañana había que darle la mamadera. Por ahí coordinamos con mis hijas, pero sino ponía el reloj y a darle la mamadera, cuidarlo del sol y del frío. Pero gracias a Dios tuvo un final feliz, también gracias a esta familia que aceptó integrarlo al criadero y que se sume su especie”.

Por estos días, Mono intenta adaptarse a su nueva vida. Es su segunda oportunidad luego de haber sido rescatado en medio de una tormenta. El campo es su nuevo mundo. Allí deberá aprender todo de cero en un ambiente sustentable, amigable y que mira desde otro lado a esta especie nativa que muchos olvidan.

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