“Estoy muy contento, cada vez estoy un poquito más cerca”, dice Dylan Quiroga (25) cuando su charla con ADNSUR está terminando. Son casi las 8 de la noche del jueves y el joven está finalizando un largo día luego de la visita a uno de los yacimientos más grandes de la Argentina: Cerro Dragón.

Dylan está contento, el trabajo que hizo con “Rocky” sigue dando sus frutos. No puede creer estar en el sur de la Patagonia mostrando el robot que ideó en pandemia y que terminó convirtiéndose en un proyecto que ha llegado a todos lados. 

Es que antes de estar en Comodoro, el perro robot tuvo minutos en la televisión nacional. Una entrevista fue el disparador para hacer conocido este prototipo que, más allá de ser un invento, demuestra la pasión que este joven tiene por la robótica, el automatismo y lo que se logra cuando hay un objetivo claro.

“Empecé hace tres años”, dice Dylan al contar la historia sobre cómo surgió Rocky. “Todo fue por la cuarentena. No teníamos adónde ir porque teníamos que aislarnos y me propuse el desafío personal de ver qué podía hacer. Pensaba ‘llevo muchos años en la carrera, ¿qué puedo hacer?, ¿qué soy capaz de hacer?’, y me puse en mente investigar porque me encanta la robótica”. 

En ese momento estaban muy en auge los robots cuadrúpedos y Dylan pensó que sería un buen objetivo intentar construir uno. A la distancia, admite que “no tenía idea de todo el trabajo que iba a requerir”, pero tenía las ganas, el tiempo y lo tomó como un proyecto personal. Así, poco a poco se fue enganchando con el invento.

Dylan esta última semana visitó Comodoro y dialogó con ADNSUR en el Hotel Austral.

En ese entonces, el joven ya estudiaba ingeniería electrónica en la Universidad Nacional de La Matanza, y gracias a la recomendación de un amigo trabajaba en una empresa que hacía automatización de balanzas inteligentes para curtiembres y semilleros. Es que, como cuenta y repite a lo largo de la entrevista, siempre le apasionó la automatización y todos lo sabían.

El primer paso de Dylan fue crear una pata automatizada. Con diseño 3D y un pequeño motorcito, su objetivo era que se mueva. Pero, aprovechando la cursada de una materia virtual, la pequeña idea terminó convirtiéndose en un proyecto con el objetivo de construir un robot cuadrúpedo.

“Todo el primer año me centré en hacer que se moviera”, recuerda Dylan. “Parece algo sencillo pero para mí fue un gran desafío. No tenía los conocimientos, así que me puse a leer papers en internet para ver qué podía adquirir en el mercado, porque si bien vos ves los robots de Harvard, acá tenés que bajarlo a lo que podés conseguir acá y en un contexto en que estaba todo parado”.

La construcción de la pata despertó nuevos disparadores que ayudaron a Dylan a pensar y seguir trabajando en el prototipo. Una vez que logró su primer objetivo, continuó con la segunda pata y que funcionen ambas en forma coordinada. Así, paso a paso, la construcción cada vez se hizo más compleja por todo lo que implicaba.

“Cuando empecé con las patas traseras fue un desafío mecánico, de programación y electrónico porque tenía que alimentar los motores para que tengan una tensión estable”.

Finalmente, la primera versión de Rocky fue un robot que se manejaba con una botella cortada y dos pulsadores, con un sistema de conexión por cable que permitía que se moviera. “Era rústico pero funcionaba”, dice Dylan con orgullo.

La primera versión de Rocky, el perro robot que inventó un estudiante de ingenieria en la pandemia.

La segunda versión de Rocky ya fue un poco más sofisticada y de alguna manera hizo que el proyecto de Dylan se conociera fuera de su casa. Es que el joven decidió presentar a Rocky en una Expo Proyectos que organizó su universidad, sin imaginar que ese iba a ser el disparador de toda esta aventura que lo trajo a la Patagonia. 

 “Como lo hice en pandemia, solo mi familia lo había visto y quería que mis amigos lo vieran. ‘Ya está, lo llevó ahí, los invito’, pensé y a la gente le encantó. A mí se me hacía muy raro porque no esperaba que tuviera ese impacto”.

En esa expo Dylan ganó una mención que le permitió que el proyecto tenga más visibilidad. Lo que no imaginó es que su pequeño robot iba a llegar a la televisión nacional luego de que un periodista de Canal 13 le propusiera hacer una nota a finales del año pasado.

Pero lejos de quedarse esperando y sabiendo del potencial de las redes y la importancia de Linkedin en el mundo laboral, Dylan decidió publicar los avances de su trabajo en esa red social, y un día recibió un mensaje que terminó convirtiéndose en una invitación para que Rocky venga a Cerro Dragón.

A la distancia, el joven admite que “es todo una locura, algo difícil de creer, poder mostrar el fruto de mi trabajo es muy gratificante, pero es una locura lo que uno puede conseguir cuando tiene una buena idea y es constante”, dice con orgullo y entusiasmo.

En el mirador de Rada Tilly. Gracias a Rocky a Dylan le surgieron diferentes oportunidades, desde hacer conocer su proyecto en medios a visitar la Patagonia.

DE LA TABLADA A CERRO DRAGÓN

El jueves Dylan llegó con Rocky a Comodoro y visitó Dragón. El joven asegura que fue una gran experiencia, no solo por el hecho de entrar a un yacimiento petrolero, sino también por haber conocido los sofisticados sistemas de control automatizados que hay dentro del campo petrolero. 

“Tener la posibilidad de estar en un yacimiento, ver toda la tecnología y toda la infraestructura que ellos manejan es un disparador de muchas ideas. Se dieron charlas muy interesantes donde me preguntaban, por ejemplo, si tenía una cámara térmica porque sería buenísimo si fuese capaz de analizar la temperatura de los gases. Esas cosas en mi casa no se me ocurren porque no tengo ese contacto con el campo y acá veo las verdaderas necesidades. Entonces es muy gratificante tener la posibilidad de estar acá. Voy a estar eternamente agradecido con PAE de tener una experiencia que me pueda hacer crecer como profesional y me puede guiar en donde puede ser requerido este robot. PAE fue inspirador para mi y para Rocky”.

Dylan estuvo con Rocky en el yacimiento Cerro Dragón. La experiencia le permitió ver otras utilidades y requerimientos que puede tener el robot.

El sábado por la tarde, Dylan volvió a Bueno Aires luego de esta gran experiencia que incluyó una charla con estudiantes de ingeniería de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Y el joven ya piensa en el siguiente paso para que Rocky siga avanzando en este proceso de convertirse en un producto. 

“Me gustaría dotar a la cámara de Rocky de reconocimiento facial y reconocimiento de imágenes. Hasta ahora tengo un sistema móvil que me permite ver en imágenes en tiempo real, pero no lo doté de una inteligencia que me permita hacer un trabajo más eficiente en lo que es seguridad, tener un robot que permita reconocer a la persona, porque el objetivo de Rocky es que sea un robot que preserve la calidad de vida humana”. 

Dylan lo pensó en esos términos, ¿para qué arriesgar la vida de una persona cuando la tecnología hoy permite que un robot realice ciertas tareas de riesgo?, y día a día trabaja para llegar a ese fin.

El viernes Dylan se reunió con estudiantes de ingeniería de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

A lo largo de esos cuatro años, su desarrollo ha sido inmenso teniendo en cuenta que el prototipo lo construye un joven de 25 años que ideó el proyecto en su casa. Hoy Rocky es un robot modular cuadrúpedo que se puede deslizar por cualquier territorio. Tiene 12 grados de libertad, 3 en cada pata, y funciona con baterías que le dan media hora de autonomía a un ritmo de 8 kilómetros por hora. 

Luego de su primera conexión por cable tuvo un paso por el bluetooth, y en la actualidad se maneja a través de una conexión de Wifi. Su distancia depende exclusivamente de la potencia de la señal de internet. 

Como dice Dylan, lo mejor de todo es que “es un robot dentro de todo barato”, pero requirió muchas horas de diseño y análisis de materiales para que tenga un cuerpo liviano y la dureza de un robot robusto. 

Ante la consulta, asegura que en más de una ocasión pensó en dejar el proyecto, pero al otro día, una vez que desapareció la frustración de algo que no salió, continuó intentando, sabiendo que algo había aprendido de aquel error del día anterior. 

Él lo sabe y lo valora: “si fuera sencillo todo el mundo podría tener esta capacidad, pero estudiar ingeniería es aprender a lidiar con la frustración. Soy consciente que todavía falta mucho para que el robot pueda considerarse un producto para el mercado, pero llevo cuatro años con esa mentalidad y estoy muy contento de que cada vez estoy un poquito más cerca” dice Dylan, el joven que construyó su propio robot y ahora llegó a Cerro Dragón.

En Comodoro Dylan tuvo una charla con estudiantes de ingenieria de la UNPSJB y visitó las instalaciones de Proyecto Puente.
ADNSUR está certificado por CMD Certification para la norma CWA 17493 de JTI, octubre 2024-2026. Ver más
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