Estaba por recibirse de geóloga, pero dejó todo y se volcó al mundo de las tortas con diseño
“Yo era muy feliz haciendo tortas de barro cuando era chica”, dice Agostina Micucci al reflexionar sobre cómo comenzó su pasión por las tortas, aquel regalo que comenzó haciendo para sus sobrinos y hoy se convirtió en un emprendimiento. Agos es una artista de la pastelería con diseño, un trabajo detallista, puntilloso que regala miles de sonrisas. Esta es su historia.
Una cascada de arcoiris, el rostro de Godzilla dividido en dos, una imagen de Goku cargada de energía y un martillo de juez que a simple vista invita a saber quien era el destinatario de ese hermoso regalo. Las tortas de diseño de Agostina Micucci son una verdadera obra de arte. Sus colores, la precisión de sus imágenes y sus modelos convierten cada trabajo en una pieza única.
Hace cuatro años, Agos comenzó de forma independiente con la “Cocina de Tina”, su emprendimiento personal. Luego de mucho pensarlo, se animó a sumergirse en el mundo autónomo, dejar la zona de confort que ofrece un trabajo en relación de dependencia y trabajar en lo que tanto le gusta: la pastelería con diseño y con su propio estilo, un proceso que había comenzado hacía mucho tiempo.
“A mí siempre me gustó esto"; cuenta a ADNSUR. "Cuando era chica jugaba a hacer tortas y era muy feliz haciendo tortas de barro. Creo que viene de ahí, de esos momentos de la infancia en los que uno es plenamente feliz, digamos. Yo podía pasarme la tarde entera jugando con barro y a los 18, cuando vine para acá, arranqué a estudiar Geología, una carrera hermosa, pero bueno, no era mi destino, no era mi pasión, y me terminé yendo para el lado de las tortas.”
Agos es mendocina y llegó con su familia a Comodoro cuando tenía 18 años. Su padre siempre trabajó en el petróleo y un día se cansaron de ese diagrama de trabajo que tanto tiempo los alejaba y decidieron radicarse en la sureña ciudad del petróleo. A ella le encantó.
“Fue una linda experiencia porque íbamos a estar todos juntos. Porque mi papá viajaba mucho por el petróleo. Él hacía 27 por 4 y al venir acá teníamos la posibilidad de estar todos juntos. Yo había terminado la secundaria y empecé geología en la universidad. Me gustaba mucho lo que era la tierra, el tema de los paisajes y también por descarte, porque pensaba que no tenía matemática.”
Agos hizo toda la carrera, le faltó solo la tesis e incluso fue ayudante de cátedra y dio clases, pero como dice, “no era lo que yo tenía que ser”. A fin de cuentas, siempre había desarrollado su parte artística, incluso dentro de su carrera intentaba hacerlo, mirando las cosas de una forma diferente.
Cuenta que intentó ejercer, pero la burocracia y distintas cosas relacionadas al trabajo la defraudaron, y se agotó. Por ese entonces, ya se había sumergido en el mundo de las tortas, y un día decidió que era momento de probar. “Siempre hice tortas, es más, siempre les hice las tortas a mis sobrinas desde el momento en que nacieron. Siempre me encantó la cara de sorpresa, de felicidad, de alegría, cuando ellas la veían y siempre me encantó la repostería. De hecho, si no hubiese venido a Comodoro, lo más probable es que hubiera estudiado diseño en Mendoza, pero de a poco me fui yendo para ese lado”.
La repostera admite que no fue fácil dejar la geología estando tan cerca de recibirse. Pero decidió intentarlo. Cuando recuerda su primera torta, asegura que quedó terrorífica. Eran sus primeros pasos en un camino en el que siempre fue autodidacta y “no tenía nociones, ni de proporciones ni de nada”.
“Fue un proceso largo dedicarme solo a esto y no fue fácil”, dice al recordar sus inicios. “Ser autónomo es bastante complejo, más en la situación en la que está la economía de hoy y puntualmente el rubro en el que trabajo tampoco es un servicio que la gente necesite para vivir. Es un lujo, entonces armar el círculo para poder dedicarme solo a esto me llevó un tiempo; hacer mi clientela, que la gente conozca mi trabajo y cómo trabajo. Y después trabajé en un montón de lados, estaba con mi proyecto y trabajé en Brica al mismo tiempo y llegó un momento en que tuve tres trabajos”.
De alguna forma, esa experiencia fue fundamental para que iniciara su propio emprendimiento. Le gustaba lo que hacía, pero le dedicaba muchísimo tiempo y un día el cuerpo dijo basta.
“Llegó un momento en que trabajaba en el restaurante, en la pastelería y después llegaba a mi casa y seguía con lo demás, hasta que llegó un momento en que no me daba el tiempo y el físico para hacer las dos cosas y el cuerpo me dijo, ‘basta, hasta acá llegaste, decidí qué es lo que vas a hacer porque con este nivel de estrés no puedo seguir’ y dije ‘bueno’”.
Agos recuerda una situación puntual. Una noche en que volvía del trabajo y se largó a llorar por subir una escalera. “Me acuerdo que una noche volvía a mi casa y estaba muy cansada. Mis viejos viven en un primer piso y me puse a llorar porque tenía que subir la escalera. Dije ‘no, acá está pasando otra cosa más allá del estrés’, y fui a hacerme algunos análisis. Cuando me dieron los resultados me preguntaron si tenía turno con el médico, me pareció raro. Y me acuerdo que voy a la consulta y la doctora me dice: ‘si no te viera acá creería que estás muerta, te tengo que internar enseguida y hacerte una transfusión'. Mis resultados habían sido muy malos y no tenía oxígeno en la sangre, no tenía hierro, tenía una anemia galopante brutal”.
Esa situación hizo un clic en Agos, quien decidió emprender. El desafío era complejo, armar la rueda para que sea rentable, entre inversión, gastos e ingresos. Dije: ‘bueno, me animo y me abro, dejo la seguridad de un empleo en relación de dependencia y me dedico exclusivamente a lo que hago, porque me encanta la parte artística, el diseño, el poder crear".
Así, hace casi cuatro años dejó sus trabajos y comenzó a emprender en su propia casa. Entre risas, cuenta que no sabe si duerme en su lugar de trabajo o trabaja donde vive, pero le gusta.
“Hoy por hoy los clientes ya me conocen, y me dicen directamente ‘es este estilo y después hace lo que vos quieras’. Tienen ya esa confianza, porque si a mí no me gusta el producto no sale de mi casa, a la primera persona a la que le tiene que gustar es a mí, a la primera persona que tiene que convencer es a mí, y después llega al cliente, porque todo es muy, muy visual, pero no solo tiene que ser lindo, tiene que ser rico”.
Al momento de crear, Agos admite que en su técnica encuentra muchas cosas que aprendió en la geología. “Las medidas, el orden, también me interesa mucho lo que es la parte química de la cocina y cuáles son las reacciones químicas y entender un montón de cosas, porque elaborar tortas altas requiere toda una estructura que tiene que soportar, no es poner dos o tres pisos así porque sí”.
“A mí lo que me pasa es que si tengo el diseño en la mente, lo puedo ejecutar. Entonces muchas veces pasa que en mi mente ordeno cómo lo tengo que hacer. Tengo la idea de qué es lo que quiero y después sigo los pasos. Entonces se resuelve rápido, ordenando la secuencia lógica que tiene que seguir según la temática que sea”.
Al momento de elegir no tiene una torta preferida, todas les gustan, son únicas. Recientemente también incorporó candy bar, pero con piezas únicas que están decoradas y trabajadas una por una.
Agos está feliz. Admite que le gustaría tener su propia pastelería, pero con su estilo propio para que los clientes puedan elegir la torta que quieren. Lo intentó el año pasado, pero entendió que el momento económico no era el oportuno y decidió esperar.
Mientras tanto, sigue disfrutando de su trabajo y aquella paga tan linda que regalan quienes reciben su torta. “Me encanta y si me sigue encantando cuando llevo una torta ver la cara de la nena o del nene, cuando ves su sonrisa y que le encanta. Es esa emoción. Me encanta su felicidad”, dice Agostina, la mujer que se animó a emprender con aquel hobby que descubrió cuando era solo una niña.