“Al reloj para encontrarle el defecto lo tenés que desarmar completo. Siempre, más allá del desperfecto que sea”. Frediberto Pérez (72) es el propietario de Relojería Freddy, un histórico comercio de la Loma que mantiene vigente un antiguo oficio que le da batalla a las nuevas tecnologías.

En tiempo de relojes electrónicos conectados a celulares y con multifunciones, este hombre que hizo de Comodoro su lugar en el mundo continúa con ese oficio que empezó cuando tenía solo 10 años, tal como cuenta a ADNSUR.

“Yo soy relojero desde los 10 años. A esa edad arreglé un reloj que inventaron los suizos. Aprendí a través de un amigo de mi tío que era alemán criado en Suiza. Así empecé, me capacité y continúo hasta hoy”.

Freddy en acción. A los 10 años aprendió el oficio que lo acompaña desde entonces.

Cuenta Frediberto que siempre le gustó leer, desde chico. A través de libros y revistas aprendía sobre el mundo y un lugar en particular que le llamaba la atención: Patagonia.

“Me llamaba la atención la riqueza que tenía, poca gente, entonces por intermedio de otros familiares dije ‘vamos a explorar algo que está lejos’, porque siempre me llamó la atención que un alambre nos separe. Así vine a Comodoro, vine a conocer y me quedé”.

El relojero tenía solo 16 años. Era menor de edad y tuvo que viajar con una autorización y un pariente que lo acompañaba. La ciudad era muy distinta a lo que es ahora, también la zona de la Loma, donde la avenida era de tierra y no había la cantidad de comercios y casas que hay en la actualidad. 

En Comodoro el oficio que había aprendido desde chico fue la forma de ganarse el pan para Freddy. Trabajó como ayudante y también como vendedor callejero, algo que recuerda hasta hoy. “Salía a vender al tren que iba hasta Diadema y al otro que iba hasta Sarmiento. Así hice mi clientela, iba mayormente los domingos hasta que me instalé”.

El primer local que tuvo Frediberto estuvo ubicado en avenida Rivadavia, a la vuelta de su histórico local de Islas Malvinas Sur, pasaje Tejeda. Allí dio sus primeros pasos hasta que pudo construir el local que, en agosto del año pasado, cumplió 35 años en funcionamiento. 

Allí Freddy realizó la mayor parte de trayectoria, la cual incluye también trabajos para otras relojerías, siempre puertas afuera. “Le hice trabajos a La Suiza, Gorian, a otras, pero siempre me manejé por mi cuenta”. 

El oficio de relojero cambió con el avance de la tecnología. Foto: Fredi Carrera.

UN OFICIO QUE CAMBIA

Apolítico y sin religión, cree en Dios y asegura que todos los trabajos los hace a conciencia. Por convicción, hace años solo le compra a fabricantes y proveedores y evita los intermediarios. 

Asegura que le molesta llegar atrasado y, si la reunión es a las 3, cinco minutos antes él estará ahí. Es que como buen relojero la puntualidad es un modo de vida, al igual que la honestidad. Pero con más de 35 años como comerciante, admite que “es difícil estar detrás del mostrador”. 

“A medida que pasan los años uno va aprendiendo y no deja de aprender. Yo todos los días aprendo una cosa nueva. Aprendo de la gente humilde y de los que tienen plata, porque para mí somos todos iguales; el tipo de la Hilux y el que llega con un bolsito al hombro. La misma atención para los dos, pero al del bolsito siempre le voy a hacer un precio, porque se anda ganando el pan”, dice explicando de alguna forma su filosofía.

"Todo mi trabajo lo hago a conciencia y con honradez", dice Freddy.

Cuando Freddy comenzó en su oficio los relojes eran a cuerda, luego llegó la pila y la electrónica, y ahora aparecieron los relojes con aplicaciones. “La relojería de ahora cambió, es otra técnica”, admite Frediberto, pero advierte que si bien “la pila hace andar el reloj, cuando falla necesita la mano del hombre” y eso le da sustento al oficio del relojero, un trabajo donde no hay nuevas camadas. 

“Relojeros casi no hay. Quedamos pocos. Yo pienso que con el tiempo se va a perder el oficio, porque si no lo aprendés de chico, de grande ya no lo aprendés. Es mucha constancia. Tenés que buscarle la vuelta a todo”.

Mientras habla, sus herramientas descansan sobre un pequeño mostrador alumbrado desde arriba y con decenas de paquetes que sintetizan la cantidad de trabajo que tiene. “Yo tengo una clientela amplia”, dice con orgullo, mientras recuerda aquellas herramientas que por el avance de la tecnología se dejaron de usar, como la máquina de lavar relojes.

Admite que el avance es muy grande y que no hay ningún reloj igual a otro, “cambian todos, depende de lo que tengan y la línea”, y asegura que en tiempos de nuevas tecnologías muchos quieren volver al reloj a cuerda. 

“La gente ahora busca el reloj antiguo. Acá viene gente que quiere que le arregle el relojito que hace 30 años arreglé y nunca más falló. El tema es que es un trabajo que se cobra caro porque lleva mucho tiempo. Yo les explico, les digo que lleva mucho tiempo, que hay repuestos que hay que conseguir y que a veces no te los cobran baratos. Muchas veces no quiero tomar esos trabajos, pero a la gente les gusta”.

Más allá de esta tendencia, Freddy asegura que el reloj “es para todas las edades. Hay pibes que les encantan los relojes y gente grande que los usó toda la vida. El celular no hizo que eso cambie porque son dos cosas diferentes. La tecnología fue avanzando para bien, a veces para mal”. 

Un oficio de paciencia y precisión. Foto: Fredi Carrera.

Con más de 35 años de profesión, Freddy admite que el rubro fue cambiando. Hace tiempo que dejó de vender al por mayor y las ventas minoristas también cayeron gracias al impulso que primero tuvieron las cadenas nacionales y ahora la venta online. Sin embargo, de algo está casi seguro: ve difícil que algún día deje su lugar en el mundo. 

“Es difícil dejar esto para el que le gusta. Es muy difícil decir ‘voy a cerrar’, porque si bien me ha dado grandes satisfacciones también uno tiene que trabajar para llegar a fin de mes. Además, en este local conocí mucha gente que me quiere mucho porque inicié muy jovencito. Siempre fui un agradecido de las personas, porque hay que cosechar para después sembrar y a mí siempre me gustó hacer lo que yo hago. Así que no sé, quizás algún día deje de trabajar, quizás no”, dice el relojero que quiere vencer el paso del tiempo con un oficio que aún perdura más allá de las nuevas tecnologías.

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