Reinventarse, salir a flote cuando el contrapeso parece que hunde. En tiempos de crisis dicen que el ingenio despierta; el hambre y la desesperación muchas veces afloran y solo queda reinventarse. Waldo Martínez sabe de qué se trata. En 2018 se quedó sin trabajo luego de 13 años en la industria del petróleo y, hoy, luego de cinco años, avanza con “Dulce Patagonia” un emprendimiento familiar que fue creciendo de a poco, con mucho esfuerzo y tenacidad. 

En los últimos días de diciembre, Waldo y Ana abrieron su local en Plaza Domus.

Waldo es oriundo de Río Mayo, pero se siente comodorense. A los 13 años llegó a esta ciudad junto a su familia para buscar la oportunidad de estudio que su pueblo le negó. En Comodoro pasó por la universidad, pero luego se sumergió en el mundo del trabajo. También conoció a su compañera, Ana Viegas, con quien son padre y madre de Francesco y Alfonsina. 

En tierra de petróleo, hizo de todo. Trabajó en Hipertehuelche y también en un locutorio, hasta que encontró trabajo en el petróleo y se quedó por 13 años, cuando la crisis golpeó la puerta, algo que Waldo no olvida.

“Yo era ayudante de mecánico y con el cambio de gobierno me quedé sin trabajo. Yo estaba en Oil de Cristóbal López. Pensaba ‘en algún lado voy a poder conseguir trabajo’, pero me acuerdo que empecé a tirar curriculum y no había caso; no había caso y la plata ya se estaba terminando. Así que dijimos ‘vamos a ver qué hacemos’, y como siempre que teníamos vacaciones íbamos a la Cordillera y siempre nos gustaban las cosas de allá, se me ocurrió ‘¿por qué no traer dulces y probar vender acá?’, si nadie traía y eran los más ricos”. 

Con la idea en la cabeza, Waldo decidió buscar un proveedor y pensó en “El Abuelo Esteban” de El Bolsón, un dulce artesanal que elabora una familia de esa zona. Con nada que perder planteó la idea y la recepción fue la mejor. Así consiguió una especie de representación para la venta de dulces en Comodoro, aunque todavía quedaba la parte más difícil: venderlos. 

EL PRIMER PASO

Cuenta Waldo que la primera compra fueron 120 dulces de diferentes sabores, una cantidad pequeña que se les fue de las manos. “Comenzamos con poquito pero cuando nos quisimos acordar vendíamos 800 dulces por mes. Fue un furor, comenzamos vendiéndole a la familia, los amigos, pero después empezó a correr boca en boca  y cada vez íbamos vendiendo más dulces. Era impresionante la cantidad que vendíamos. Primero vendíamos en el garaje de nuestra casa, en ferias y por la Saladita del Face, pero fue creciendo y la gente nos empezó a pedir que traigamos más cosas”.

Hoy Waldo y Ana tienen su propio salón. Sin embargo, los inicios fueron vendiendo en su garaje y en ferias.

Luego de los dulces llegó el momento de la cerveza, que fue furor, y más tarde jugos que realiza una cooperativa, hasta que se encontraron vendiendo productos a comercios minoristas.

En estos 5 años, el emprendimiento fue creciendo cada vez más. A los dulces, las cervezas y los jugos, se sumó fruta fina, escabeches y chocolates de Lago Puelo. 

"Empezamos con 100 kilos de fruta, pero ahora triplicamos la cantidad de fruta que traemos. Gracias a eso ahora estamos vendiendo a cervecerías, restaurantes; abasteciendo a locales pasteleros y gastronómicos, no solo de Comodoro sino también de Rada Tilly. Hace rato veníamos pensando en la idea de tener nuestro local, porque la gente nos preguntaba ‘¿qué tenés para ver?’ y teníamos que mandarles las fotos. Y así fuimos creciendo, así que decidimos abrir el local”.

El 27 de diciembre de 2022, Waldo y Ana inauguraron Dulce Patagonia y la respuesta de la gente fue la mejor. Por estos días, las góndolas de los chocolates están vacías producto de San Valentín, pero tienen otras ricos cosas para ofrecer, desde escabeches de ciervo hasta cerveza artesanal y dulces de distintos sabores.

A la distancia, Ana no puede creer el crecimiento que tuvo el emprendimiento y aún recuerda aquellas ferias que hacían afuera de su casa, en el barrio 13 de Diciembre, con Francesco y Alfonsina como comerciantes. “Es impresionante cómo creció, porque comenzamos con nada. Por eso para mí tener el local está buenísimo, quizás para algunos no es como muy importante, pero para mí es todo… remarla con todo lo que pasó… Estoy re contenta”, dice con alegría.

Mientras Ana habla, Waldo escucha y agrega: “Estamos muy contentos, la familia nos dio una mano para levantar todo esto, igual que amigos, porque solo queremos salir adelante para dejar algo bueno a los hijos. Eso es lo uno quiere”.  

Por lo pronto Waldo y Ana quieren seguir sumando productos, pero no sólo comestibles, sino también artesanales, como tejidos, muñecos u otras creaciones de la zona. En tiempos de redes sociales y ventas online también apuestan a vender más allá de Comodoro, aprovechando los clientes que ya hacen sus pedidos desde Trelew, Sarmiento, Buenos Aires, Río Gallegos, entre otras ciudades del país. 

Por supuesto, siguen soñando, y esperan que Dulce Patagonia sea un boom, para poder abrir otra sucursal y seguir viviendo de este emprendimiento que los ayudó a reinventarse en el momento más difícil y con un producto del lugar que tanto les gusta: la cordillera.

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Dulce Patagonia
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