“Estoy ilusionada, cuando lo digo se me pone la piel de gallina”. Lorena Luna está en la dulce espera, como dice la famosa frase que hace alusión al embarazo de una mujer. En su caso, no está gestando, sino esperando que llegue ese llamado para poder vincularse con un niño o una niña y tener la posibilidad de adoptar, un proceso que eligió a pesar de poder ser madre en forma biológica.

En que en tiempos de deconstrucción, amor y elecciones libres, ella junto a Víctor, su pareja, decidieron ser padres, nuevamente, pero esta vez por adopción, para poder dar amor a alguien que lo necesita.

“Estamos en el proceso”, cuenta con orgullo a ADNSUR desde Tres Arroyos, donde vive en la actualidad. “Nos anotamos en diciembre, entregamos toda la documentación con una primera instancia, que es toda digital, donde te dicen los documentos que tenés que reunir para presentar en el Juzgado de Familia, y a la semana siguiente nos llamaron para coordinar con un médico y una asistente social. La semana después fuimos a una psicóloga, y así se cerró nuestra evaluación de familia y se abrió un legajo para que cuando haya una niña o un niño en posibilidad de adopción nos llamen”.

Quien se anota en el proceso de adopción debe aclarar algunos términos de la posible adopción. Por ejemplo: edad, si aceptan un niño con más hermanos, si puede tener alguna patología previa o incluso la distancia del lugar de residencia. No se trata de datos menores, sino que forma parte del proceso de adopción para que la decisión sea responsable y consciente de todo lo que implica.

Por sus trabajos y sus obligaciones, Lorena y Víctor pidieron que el niño viviera a un máximo de 300 kilómetros, en virtud que las vinculaciones requieren viajes y tiempo para poder conocerse con el menor que podría convertirse en su hijo o hija.

La mujer, que se dedica a la industria de alimentos, asegura que hasta el proceso ha sido dinámico y le permitió derribar mitos sobre lo burocrático que a veces puede ser adoptar.

“Nos encontramos con personas divinas. Todo nuestro proceso duró dos semanas y fue muy sencillo. Ahora nos agarró toda la feria judicial, pero estamos esperando a que nos llamen para alguna vinculación. Lo más lindo de todo esto es que priorizan siempre al niño. No es que buscan a alguien para nosotros, sino que siempre te dejan en claro que al niño le buscan una familia y no a nosotros un niño, y los tiempos dependen de él”.

Lorena es consciente que la espera puede ser larga o corta. Sabe que hay casos que han tenido corta resolución y otros más prolongados, y que si no hay adopción en dos años, el trámite debe comenzar de nuevo.

¿Pero qué es lo que lleva a esta familia a buscar la adopción de un niño o niña cuando pueden tenerlo en forma biológica? Lorena asegura que es una decisión de vida, un plan familiar que busca darle amor y posibilidades a alguien que no la tiene.

“Esa es la primera pregunta que surge de nuestra gente cercana: ¿por qué no lo hicimos en forma biológica? La verdad es que ya lo hicimos una vez, con nuestra hija más chica que tiene 5 años. Mi marido siempre pensó más en un plan de familia de adoptar, y yo dije ‘¿por qué no?’. El año pasado comenzamos a averiguar y vimos que quizás era posible. Dijimos ‘probemos, intentemos’, porque sería hermoso como plan de familia poder adoptar a alguien, compartir y darle la oportunidad de tener vivencias distintas y compartirlas con nosotros”.

ADOPTAR PARA DAR OPORTUNIDADES

Criada en el barrio 9 de Julio y enseñada en el Instituto María Auxiliadora, donde cursó sus estudios primarios y secundarios, Lorena admite que siempre le “pareció hermosa la idea de adoptar”, pero en su momento, por la rutina de vivir en Capital, más el trabajo y haber sido padres recientemente, era más una “conversación de deseo” que una posibilidad; hasta que el año pasado, luego que se mudaron a Tres Arroyos y encontraron otra estabilidad, vieron que era el momento de hacer realidad ese sueño.

Lorena espera y admite que hay miedos pero que “a medida que va pasando el tiempo” reafirma que “es la mejor decisión que podíamos tomar”.

Por supuesto, tenemos millones de miedos. Ya los expresé a todos, a la asistente y a la psicóloga, mi marido también pero ellos te acompañan. El primer miedo es que vengan los padres biológicos y te quieran sacar al niño, pero eso es imposible, no hay vuelta atrás. Otra cosa es que él tiene su identidad y se la vamos a respetar y la va a conocer. También nos preguntamos si alcanza el amor, que no es solamente lo lindo, pero nos sentimos acompañados. Igual sabemos que no hay garantías de nada, como con los hijos biológicos. Solo estar ahí bien predispuestos y con amor, sobre todas las cosas, y viendo qué necesita ese niño o niña. Pero en el fondo siento que esa persona nos va a dar mucho más a nosotros, que nosotros a él; en vivencias de vida, amor, un montón de cosas”. admite que siempre le “pareció hermosa la idea de adoptar”, pero en su momento, por la rutina de vivir en Capital, más el trabajo y haber sido padres recientemente, era más una “conversación de deseo” que una posibilidad; hasta que el año pasado, luego que se mudaron a Tres Arroyos y encontraron otra estabilidad, vieron que era el momento de hacer realidad ese sueño.

Mientras atraviesan su dulce espera, con el deseo de que suene el teléfono y aparezca alguien que los quiere conocer, Lorena y Víctor se ilusionan sabiendo hacia dónde apuntan. “Esto de la adopción va a ser algo lindo, hermoso, diferente. Tenemos muchas ganas de darle una posibilidad a alguien. Ya hicimos todo lo que podíamos hacer nosotros, ahora tenemos que esperar que venga el niño o la niña que necesite estar con una familia como la nuestra. Es eso, esperar”, la dulce espera de maternar desde otro lado, sin panza ni ecografías, pero con el mismo amor y el mismo compromiso.

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