¿Qué desearía usted si supiera que en unos días va cumplir 100? Parece utópico, y un poco lo es. Solo algunos privilegiados pueden contar que llegaron al siglo de vida. Juan Diaz, un vecino de Kilómetro 5, es uno de ellos. El hombre de corazón ferroviario el último 15 de enero cumplió 100 años y previo a la fecha decidió cumplir su deseo por adelantado: viajar a Trelew a ver sus nietos y bisnietos; hace un tiempo que no los veía.

El viaje de Juan de alguna forma refleja su espíritu; familiero, amante de los paseos, como cuenta su hija, y lleno de vida. Sino basta con preguntarse quién puede viajar con casi 100 años.

Juan es comodorense por adopción y chileno de origen. Nació cerca de Puerto Montt, en la provincia de Llanquihue. De infancia humilde, cuando era chico aprendió a hacer el oficio que lo acompañó toda la vida. Un tío carpintero que “hacía de todo” le enseñó los secretos de ese arte que combina madera y manos. Así, cuando decidió probar suerte en Argentina, sabía que tenía sus propias herramientas para ganarse el pan.

“Quería conocer un poco”, dice Juan al contar cómo fue el día que decidió renunciar a su trabajo para venir a la Patagonia. Tenía 24 años y quiso viajar a esa ciudad a la que llegaban muchos de sus paisanos.

Con humildad cuenta que se embarcó en Puerto Montt y viajó en barco hasta Coyhaique. Luego el camino siguió en un camión abierto, como se viajaba antes. “En esa época no había transporte, no había nada. Me acuerdo que cuando llegamos a la frontera estaba todo nevado, tuvimos que empujar el camión para poder pasar”.

Comodoro, en 1946, era solo un pueblo dividido en campamentos. Había trabajo, mucho, y también mucha inmigración, tanto limítrofe como europea. Eran otros tiempos, estaba todo por hacerse y la vida era más amena. 

El día que llegó al pueblo, Juan se alojó en el hotel 25 de Mayo porque ahí trabajaba un mozo que era su vecino en Chile. Al día siguiente consiguió trabajo y comenzó su vida laboral en Argentina.

Por supuesto, como todo migrante, comenzó de abajo. Su primera changa fue para una empresa que estaba desarmando un viejo hospital en Diadema Argentina, campamento que por entonces era administrado por la Shell. 

En ese barrio de subsuelos y casas de ladrillo vivió un tiempo, hasta que se fue a trabajar a Próspero Palazzo. Poco tiempo después llegaría la oportunidad de entrar el ferrocarril, transporte del que hoy quedan pocas y escasas huellas en la ciudad, pero un gran recuerdo de quienes vivieron esa época. 

Como buen hijo de Kilómetro 5, Juan recuerda cómo era la vida en el barrio y también las diferencias en el vivir que había entre ferroviarios e ypefianos. “En YPF había más campo de adhesión, empezaba a llegar mucho trabajo, y acá solo casitas de chapa, piso de tierra, faro de arpillera con cal y arriba una lamparita porque las usinas eran chicas. Pero me fui quedando”.

Juan fue uno de los carpinteros del ferrocarril. Hacía los muebles para oficina y de vez en cuando le daban gente para que vaya a armar las galerías que tienen las estaciones.

Ya trabajaba en la empresa cuando conoció a su esposa en Kilómetro 5. Ella recientemente había llegado de la misma provincia que él, acompañando a una tía que decidió venirse para estos lados. El flechazo fue inmediato. Ella tenía 17 años y él 27, pero no importó y apostaron a formar su propia familia. 

Era el año 51 y el 5 era distinto. Estaba la antigua escuela 37, el muelle y los lanchones en los que desembarcaba gente y mercadería.

Juan junto a su esposa. Se conocieron en Kilómetro 5 y juntos formaron una familia.

María Rosa Diaz, María Carmén, Elsa Edith, Celia Beatriz crecieron en el barrio. Todas fueron a la escuela 37, y vieron la evolución del lugar que aún cobija su casa familiar, allí donde hay nietos y bisnietos. 

Pero la vida no fue tan sencilla para Juan y su mujer. Cuentan que primero vivieron en una casilla de piso de tierra. Después en la avenida, en una casa de chapa que no tenía baño. También cerca de la usina en una casita de madera y más tarde donde viven hoy, gracias a que el ferrocarril les prestó una casa.

Juan junto a su esposa, con quien tuvo cuatro hijas.

Con orgullo, Juan cuenta que durante 31 años prestó servicios para la empresa ferroviaria. Soportó huelgas y bajones, pero a solo dos años de jubilarse fue despedido.  

Por ese entonces ya trabajaba en el Comodoro Hotel. Una gran huelga lo había llevado a buscar una alternativa para llevar el pan a la casa. Así alternaba su mañana entre el ferrocarril y las tardes en el centro de la ciudad, hasta que llegó la jubilación.

Un amante de la pesca y de su barrio.

Desde entonces, Juan disfruta de su familia y su hogar. Con 14 nietos y “como 20 bisnietos”, dice su mujer, acepta cada invitación a pasear. Es que es un amante de los paseos y los lugares. Quizás por eso, previo a cumplir 100 años, decidió ir a ver a su familia en Trelew. 

“El día 2 quiero ir para allá”, cuenta su hija que dijo. Después cambió la fecha al 5 y un sobrino lo buscó para que cumpliera su deseo. “Él quería irlos a ver. Hacía mucho que no los veía, como un año. Y dijo que quería ir a verlos, estaba desesperado por ir, así que se fue”, cuenta su esposa.

En Trelew estuvo varios días, recorrió chacras, visitó lugares y, previo a su cumpleaños, decidió quedarse y celebrarlo allá. Una torta de mil hojas y un asado, como le gusta, fue la mejor celebración del centenario. Luego llegó el momento de volver a casa y reencontrarse con el resto de su familia, al igual que unos sobrinos que habían prometido venir de Chile cuando cumpliera 100 años. 

Es que un siglo de vida no se cumple todos los días y él lo sabe, pese a que no estaba en sus planes. “Nunca aspiré a tener tanta edad. Varias veces estuve internado en las últimas, pero mis nietos y mi señora me ayudaron a vivir. Nunca tuve miedo a la muerte ni desear vivir mucho, pero ahí está, llegué, no lo pensaba”, dice Juan con orgullo, el hombre de Kilómetro 5 que alcanzó el centenario y eligió celebrarlo viajando, tal como hizo cuando decidió aventurarse a la Patagonia para forjar su propio destino.

Luego de su cumpleaños, Juan recibió la visita de las integrantes de la Asociación Detrás del Puente, quienes lo entrevistaron para archivar su testimonio.
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