Lis Medina, una maquilladora comodorense a todo terreno
Nació en Comodoro, estudió Turismo en la Universidad, pero al poco tiempo descubrió que su vida era maquillar. Hoy es una artista y una profesional, que no sólo maquilla, sino que se mete en la piel de cada mujer. "Hay que aprender a mirarse al espejo y quererse", asegura en una entrevista en exclusiva a ADNSUR.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Nació en Comodoro, estudió Turismo en la Universidad de la Patagonia, pero al poco tiempo descubrió que su vida era maquillar y se fue a Buenos Aires a estudiar con los mejores: Oscar Mulet, Juan Manuel Pont Ledesma y Regina Kuligovsky, a quienes seguía por la tv cuando era adolescente.
“Empecé cuando tenía 16 años porque me gustaba mucho el maquillaje y verme bien. Me acuerdo que mi abuela me había regalado un set chiquito de Givenchy y me dejaban solo delinearme los ojos para año nuevo, entonces antes de brindar estaba como 10 horas tratando de hacerme el delineado como el de la revista”, cuenta en diálogo con ADNSUR.
En su largo camino recorrido supo formarse, hacerse de experiencia y conocer a profesionales que hoy en día la siguen apoyando a cientos de kilómetros de distancia. Lis además de maquilladora es una artista, que hace mucho con poco y que enseña a quererse.
“Cuando volví a Comodoro empecé a trabajar en UPAMI y tenía que maquillar a jubiladas o mujeres de la tercera edad; entonces lo primero que les enseñé fue a mirarse al espejo, porque una no se ve. A mis alumnas de automaquillaje siempre les pregunto ¿Cuántas veces se detienen a verse al espejo? Porque eso no pasa. Siempre estamos maquillándonos a las apuradas para ir a trabajar”, cuenta.
SUS COMIENZOS
Su primera experiencia fue cuando egresó del colegio y tuvo que maquillar a sus compañeras para la fiesta. “A ellas les encantaba cómo maquillaba y ahí empecé a trabajar. Después, en 2005, comencé la carrera de maquilladora en Comodoro, que en ese tiempo existía, y en 2008, hago un clic en mi vida y me fui a Cosquín, donde trabajé en el Ballet Nacional. Ahí es donde decido ser maquilladora”, cuenta.
Dos años más tarde, en 2010, con un pequeño portacosméticos, Lis emprendió viaje a Buenos Aires y participó de la primera edición del concurso de alto maquillaje. “Me tomé el tren y colectivo, fuí con los justo y necesario, cuando llegué todos estaban con sus súper maletas y el jurado era Oscar Mulet, Juan Manuel Pont Ledesma y Regina. Estaba con mis maestros que miraba en Utilísima, no lo podría creer. Yo ya me sentía ganadora. De las 80 personas que participaron, quedé séptima”.
Lis obtuvo una beca para estudiar con Juan, varios productos de una línea de maquillajes y hasta un día de spa (que decidió regalárselo a una amiga). Con Juan estudió dos años y paralelamente tomó clases en la Escuela FX y cursos y seminarios en el Centro Cultural Ricardo Rojas, el Teatro San Martín y el prestigioso Teatro Colón.
“El maquillaje es arte”, dice Lis, entre los mates y las tostadas que nos preparó en su casa, que además funciona como su espacio de trabajo. “Hasta el día de hoy maquillo inspirándome en el renacimiento o en la técnica renacentista, como en la Gioconda, que es alucinante el esfumado. Siempre digo que es fundamental, primero, aprender la técnica, para después romper las estructuras”. Su perra, Flora, la mira, como si estuviera entendiéndola.
“Autodidacta”, así es como la definía Juan, uno de sus maestros. “Él me decía así porque yo siempre le salía con ideas locas. Siempre intento hacer maquillaje de vanguardia y me gusta mirar mucho (sobre todo ahora que hay muchos diseños en las redes sociales) pero nunca copio, sino que me ayuda como punto de partida”.
Lis también incursiona en el body painting (pintura corporal), una práctica milenaria que hoy forma parte del mundo de la moda y lo artístico, pero que muchas veces funciona como una herramienta de identificación o de protesta. “En un concurso que hice para Avón, hice un bodypainting donde hablé de la contaminación y la desertificación en Comodoro”, cuenta y agrega que “fue mucha información para ellos; eso me remarcaron”.
MAQUILLARSE CON LO QUE UNO TIENE
Durante la charla también hablamos de lo costoso que es estudiar esta carrera y sobre todo adquirir las herramientas específicas para trabajar. “A lo hora de enseñar, siempre miro lo que el otro tiene y lo que se puede hacer con eso. Todo se puede usar, todo es material de trabajo. Mientras uno sepa la técnica cualquier producto es bueno, pero si hay que aclarar que hay muchos productos baratos que no están testeados dermatológicamente y hay que tener cuidado”, cuenta.
“Actualmente hay muchas empresas en Argentina que hay que apoyar y son muy económicas. Si es por vender yo le puedo decir a mis clientas que se compren tal marca (las más caras) pero no me gusta u como también suelo maquillar a gente que trabaja en circo o hace arte callejero, me parece que no apropiado andar diciendo que se vayan a comprar productos hiper caros”.
“El tema no es tan artificial como lo plantean las empresas de maquillaje o la publicidad, una se tiene que seducir a una misma. A mis clientas les enseño eso. A veces para vernos bien, no necesitamos ponerlos todo. Hay que hacer con lo que uno tiene”.