Hay anécdotas que lo pintan de cuerpo entero. Referencias de personas que compartieron parte de su trayectoria. Martínez fue transferido cuando sólo tenía 16 años al Arsenal inglés. Independiente, el club que lo había reclutado de Mar de Plata gracias al ojo eterno de Miguel Pepé Santoro, lo vendió cuando sólo era una promesa con un paso en la selección juvenil. Pablo Budna era el ojeador del Arsenal en Sudamérica; hoy recuerda: “Ya en su primera práctica, solo y con el entrenador de arqueros de la primera, una práctica que en Inglaterra usan para ratificar la compra, demostró que quería llegar a lo más alto. No le importaba que le hablaran en inglés, absorbía todo. Y a partir de ahí, en el club notaron que cualquier adversidad a él lo motivaba más”. 

"Dibu" Martínez, mucho más que un personaje: radiografía del héroe de la selección ante Países Bajos

Le habían firmado en el contrato que, en caso de aprender inglés, ganaría un plus en libras esterlinas. A los dos meses, se presentó a dar el examen; ya había aprendido el idioma, ganó el plus. Las adversidades que encontró en el Arsenal fueron la falta de oportunidades. Siempre postergado detrás de algún arquero de experiencia, en cada inicio de temporada lo cedían a clubes menores para que adquiriera fogueo. Aquí toma la palabra su representante de siempre, Gustavo Goñi: “Muchas veces los jugadores no quieren ser prestados continuamente. Pero Emiliano es distinto. Cada vez que se abría una oportunidad de salida, me decía ‘está bien, tengo que atajar porque es la única manera con la que voy a llegar a la selección’”. La idea fija. 

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Hasta que hace dos años, la lesión del titular (el alemán Bernd Leno) le dio una chance. La aprovechó: fue clave en la definición por penales que le dio un título de Copa local al Arsenal. Sin embargo, cuando Leno se recuperó, el técnico le explicó a Martínez que le devolvería el lugar. “Perfecto”, le contestó Dibu, “pero me voy para siempre”. 

Aston Villa fue su destino. Y allí también se armó de metas personales y constantes. En la parte de interna de su armario del vestuario, pegó papeles con objetivos que se había propuesto: “Hasta supo cuál era la marca de partidos con el arco en cero en una temporada para el Aston Villa. Quería batir esa marca. Lo logró, claro”, cuenta Goñi. Y de paso, se ganó la convocatoria y el lugar en la selección.

El ingreso a la cancha es uno de sus momentos. Se enfoca, visualiza, repasa lo hablado con su psicólogo. El segundo, similar, sucede antes de empezar el calentamiento, ya en el arco. El tercero llegará si surge una instancia en la que pueda resultar determinante; los penales, por ejemplo. El día previo a enfrentar a Países Bajos, leyó en un televisor que Louis Van Gaal, el entrenador rival, había dicho que tendrían ventaja en caso de que el partido se definiera por esa vía. Le sacó una foto y se la envió a su psicólogo. La sesión giró en torno a ese sentimiento. “Boquearon antes”, diría Dibu, “y prendieron la dinamita”. 

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Atajó los dos primeros remates, tan determinantes en el transcurso anímico de la definición. Se agrandó y agrandó al equipo. Liberó de presión a los que patearon luego. Ni siquiera el que falló Enzo Fernández fue una presión extra. Emiliano Martínez lo había logrado: había ayudado a sus compañeros. Los había hecho ganadores. Con la cabeza, primero; con sus enormes condiciones, después. 

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