Argentina llega al duelo frente a Países Bajos con sensaciones encontradas. Por un lado, viene de ganar en sus últimas tres presentaciones y, más allá de alguna caries, alcanzó un nivel de juego que rememora lo hecho en la Copa América redondeando presentaciones más que aceptables. El conjunto de Scaloni marcó en todos sus partidos de la Copa del Mundo y esa también es una buena señal.

Messi fue, como en Brasil 2014, la llave que abrió partidos. Hace ocho años, cuando todo parecía terminar sin goles, las piernas de los compañeros pesaban y el público se ponía nervioso, un Leo que debatió con Sabella la forma en la que debía jugar la albiceleste, frotó la lampara y la clavó contra un palo. Fue el bombazo a Irán.

Hoy la situación es similar: contó el propio Scaloni que después de la Copa América de Brasil 2019, el DT se juntó con sus dirigidos y, tras una extensa charla, coincidieron en que había material para jugar de otra manera a la que se venía haciendo, más asociativa, más protagonista. Y como Sabella, Scaloni corrigió y convenció. Los Messis de 2014 y 2018 son parecidos, es que ambos están convencidos de lo que están haciendo en el campo de juego. Y se nota. 

El convencimiento es tal vez la principal arma de un entrenador para con sus dirigidos. Lo ha dicho Edgardo Bauza en su momento (quien no pudo convencer al 10) y hasta el propio Messi ha hecho referencia: “me crucé con cada intento de Guardiola en mi carrera…”. El plantel está convencido, si quisiéramos poner un ejemplo, la comparación con Rusia 2018 sería poner blanco sobre negro en este aspecto.

Este proceso comandado por Scaloni, quien fuera parte del cuerpo técnico en el fracaso del anterior mundial, es sostenido desde el principio con las incorporaciones de algunos futbolistas que hicieron a la opinión pública hablar de renovación. Y acá viene la otra de las sensaciones para estos cuartos de final: mañana, el DT encarará el partido más importante de su incipiente carrera con el peligro de no contar con acaso el máximo exponente de lo recientemente mencionado, Rodrigo De Paul.

Si lo quisiéramos poner más gráfico, mañana están en peligro de no jugar el asistidor y el goleador de la final de la Copa América que cortó con la prolongada sequía de la selección: De Paul y Di María, respectivamente. Las razones son distintas, el hombre del Atlético de Madrid, que no pudo completar el entrenamiento del miércoles e inauguró un sinfín de rumores sobre si se lesionó, hoy fue exigido y habrá que ver si físicamente le da para ir de arranque. En cuanto al ex Rosario Central, apenas compartió dos entrenamientos con el resto del grupo y está un poco falto de fútbol. Difícilmente puedan ir los dos de arranque.

Con todo esto, Argentina tendrá enfrente mañana a un equipo que fue de menor a mayor en el certamen. Empezó dubitativo ganando sin merecerlo ante Senegal y superado en el campo de juego ante Ecuador, pero hizo los deberes ante Qatar y le ganó con autoridad en los octavos a Estados Unidos mostrando diferentes facetas de un juego muy trabajado. Con y sin pelota, los tres centrales juegan adelantados y son rapidísimos en el retroceso. Cuesta encontrar jugadas en las que el conjunto de Van Gaal haya quedado mal parado. Es que él mismo lo dijo, “el fútbol se ha vuelto más defensivo”. A sus 71 años, un fundamentalista del 4-3-3 y el juego asociado, ha decidido poner una línea de tres y resignar la pelota en varios momentos de sus partidos.

Scaloni seguramente haya tomado nota, el partido más difícil para Van Gaal fue el que le propuso el profe Alfaro con Ecuador, jugándole con duelos individuales en todos los sectores de la cancha y en especial por las bandas ocupadas por Dumfries y Blind, dos de sus mejores armas. En caso de usar tres defensores para “igualar”, una de las mayores preocupaciones será Gakpo, es que el delantero neerlandés no suele fijar y baja a asociarse, generando superioridad en la mitad de la cancha y haciendo que sobre gente en la defensa argentina. En este sentido, de confirmarse que juega Julián Álvarez, Argentina podrá hacer este mismo movimiento generando superioridades en la mitad de la cancha.

Antes de terminar con la columna, me parece menester cerrar con un pensamiento sobre el periodismo y su labor. Hoy Scaloni tuvo un cruce con algunos periodistas argentinos, sin desmentir la información, pero sí preguntando al aire para quiénes jugamos: “¿para Argentina o para Holanda (sic)?”. Su enojo fue porque la revelación de una lesión de un jugador argentino, es en parte mostrar las cartas al rival. En todo caso el enojo deberá dirigirse hacia su entorno o el de los jugadores, no hacia el periodismo.

El periodismo no juega (o no debería jugar) para nadie. El periodismo tiene el deber moral y profesional de informar a quienes eligen y confían en ellos. El día que eso deje de ser así, no habrá más periodismo.

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