Argentina tendrá su primera final en Qatar: El desafío es canalizar el sentimiento
Cuatro años y medio de espera es demasiado para que, en apenas cuatro días, la selección ya empiece a jugar partidos de eliminación directa. Todos lo tenemos claro, no hace falta recordar que una derrota sacaría a Argentina del Mundial.
Lo saben los futbolistas, más allá de que Lautaro Martínez haya dicho en la conferencia de esta mañana en Doha que no tienen presiones. Cuesta creerlo: cualquier selección de peso sale a la cancha con, por lo menos, la presión de rendir de acuerdo a las expectativas. El desafío es canalizar ese sentimiento, usarlo como estímulo. Lo dijo alguna vez Marcelo Bielsa: “Hay que encontrar el equilibrio entre la relajación excesiva y la tensión que inhiba”.
Los protagonistas del fútbol no admiten miedos. Reconocerlos supuestamente los expone, los muestra vulnerables. Pero es un sentimiento totalmente lógico. Cómo no tenerlos con todo lo que está en juego. Eso sí, el seleccionado argentino tiene un punto de partida desde donde puede sentirse seguro: depende de sí mismo, no sólo por lo numérico sino por el potencial, el rendimiento mostrado.
Lionel Scaloni dijo que “el golpe del martes no nos va a hacer cambiar nuestra manera de jugar”. Tal vez la necesidad sea exactamente la opuesta: la selección tiene que recuperar la manera que la caracterizó, totalmente alejada de lo que vimos el martes pasado. Es decir, el golpe permitió recordar cómo está cómodo este equipo. Si vuelve a la intensidad de siempre, a la voracidad para recuperar la pelota y a la movilidad para pedirla, el resto será más fácil. Nunca una victoria está asegurada, pero sí sucede que cuando faltan las principales virtudes, una derrota está casi garantizada.
Todavía no están confirmados los titulares de Argentina. Aquí cabría decir que públicamente no se saben: es de esperar que en la intimidad del cuerpo técnico ya los tengan claro. Se estiman cuatro cambios, aunque un partido no debería hacer caer tanto la estructura. Es cierto, igualmente, que los laterales siempre rotaron y ahora saldrían los dos: Gonzalo Montiel y Marcos Acuña reemplazarían a Nahuel Molina y Nicolás Tagliafico. También entrarían Lisandro Martínez por Cristian Romero y Enzo Fernández por Alejandro Gómez. Y queda por saber si sigue o no Leandro Paredes; la salida de un hombre clave en el ciclo ya sería una sorpresa mayúscula.
Con respecto a las maneras y los cambios para partidos determinados, hay un ejemplo que vale la pena recordar. En septiembre de 2019, Argentina goleó a México en un amistoso. Lo hizo jugando decididamente de contraataque. Aprovechó los errores del rival, por momentos forzándolos y en otros simplemente recibiéndolos, y arremetió con la potencia de Lautaro Martínez. Los técnicos eran los mismos: Scaloni ya había sido ratificado y Gerardo Martino llevaba un año en el Tri, donde había ganado una Copa de Oro. Difícilmente se pueda dar aquel partido por dos razones: la selección tendrá que ir a buscar al rival con decisión en vez de esperarlo y, sobre todo, México tomó nota. Técnico y jugadores tienen presente aquel partido; cuando se lo recordaron, Martino fue claro: “Esta vez tendremos que ser inteligentes”.
Ya no tiene sentido seguir debatiendo si la derrota contra Arabia Saudita fue el resultado más inesperado de la historia de los mundiales. El pasado que sirve es el del año y medio previo al debut en el Lusail. La selección llegó a la máxima cita del deporte como candidata. En ese lugar lo ubicaron los neutrales, no sólo nuestra ilusión y nuestro triunfalismo. De Argentina depende, entonces. Los primeros que deben saberlo son los jugadores. Los mismos que se ganaron el respeto de todos.