LIMA - Ana Gallay y Fernanda Pereyra conforman la dupla argentina de beach volley. Este martes no pudieron frente a las norteamericanas Karissa Cook y Jace Pardon, que se repusieron de un mal arranque y terminaron revirtiendo el match.

La cabeza de Gallay se había activado rápido en el intento de defender lo más alto del podio panamericano, aunque ahora con 33 años. "Estoy más vieja, sí. Pero con respecto a la edad, éste es un deporte bastante longevo". Ahora, piensa en el futuro del beach volley y cree que solo hay una salida para el crecimiento: "Este deporte es extremadamente amateur en Argentina. Necesitamos que, sobre todo, haya más canchas, lo digo como crítica constructiva. De esa manera habrá más jugadoras. Ojalá que próximamente haya diez pibas y que me saquen el puesto".

Pereyra jugó estos Panamericanos orgullosa de haber sido convocada por Ana, un vínculo que se dio hace un poco más de un año y medio, durante un Argentino de beach voley que se disputó en Concepción del Uruguay. "Es re favorable que mi compañera tenga tanta experiencia, eso me da tranquilidad. La fórmula para ganar siempre fue el entrenamiento, pero por sobre todo estar calma de la cabeza, porque es un deporte muy psicológico. La confianza es clave".

La conformación de la dupla con Ana la llevó a Pereyra a trasladarse desde su San Juan natal a Mar del Plata, para quedarse a vivir en la ciudad balnearia: "Primero tenía que probarme. Pasó sola una semana y ya empezamos a jugar juntas el circuito sudamericano. Pero fue un orgullo que Ana me haya convocado. Aparte, nunca había jugado en arena, siempre en piso".

Gallay habló sobre su compañera: "Fernanda se adaptó muy rápido, somos un equipo muy nuevo, con dos giras mundiales y el circuito sudamericano. Creo que nunca me entrené más duro. Ana es todo un personaje: pasó gran parte de su infancia con una gomera en la mano, jugando con su hermano menor y sus amigos en Nogoyá, su pueblo en Entre Ríos. Siempre tuvo mucha puntería, la misma para acertar ahora en los ángulos de las canchas del vóley playa. En los últimos seis años y junto con Klug popularizó esta modalidad del vóley con resultados históricos para nuestro país. Y ahora, a los 33 mantiene intacta esa pasión competitiva.

El desenlace

"¡Vamos loco, vamooos!", gritó Gallay ante los puntos más emotivos y luchados. Pero fuera de la cancha es tranquila, cálida, sencilla y sensible. Vivió ocho años en el campo, donde se entretenía con una pelota de voley que le habían regalado. Así empezó este oficio de jugadas armadas y remates, que terminó de fanatizarla cuando fue llamada al seleccionado entrerriano a los 13.

Durante cuatro años se entrenaba sola en su pueblo durante la semana y los fines de semana viajaba 120 kilómetros hasta Aldea Brasilera, otro pueblo. "Yo no pasé hambre, como tantos chicos padecen hoy, pero es verdad que mi familia tuvo que hacer esfuerzos y me ayudó mucho. Vendí rifas y publicidad, para poder costearme los viajes", contó alguna vez. Y cuando pudo, devolvió favores. "Cuando me recibí de profe, di clases en Crucecita Octava, a 70 kilómetros de Nogoyá. Iba en moto. En invierno salía a las 6.30, casi de noche, y me congelaba con el frío que hacía en los caminos. Hasta me agarró hipotermia, pero lo hacía feliz".

Hace un tiempo se sumó a Huella Weber, el programa social de Weber Saint Gobain que nuclea a buena parte de los deportistas olímpicos más talentosos y, a la vez, comprometidos del país. Primero eligió el Hospital San Blas de Nogoyá, luego se afianzó con un proyecto en el comedor Dulces Sonrisas de Mar del Plata, donde está radicada para poder entrenarse mejor, y en 2019 arrancó un nuevo en el merendero Valeria en el barrio Nuevo Golf. "Allí aportamos nuestro granito de arena. Y para los chicos será muy importante, para que puedan vivir un poco mejor", resalta ella, que estuvo muy cerca de cumplir con aquel diagnóstico en forma del juramento tras el debut ante Guatemala: "Por supuesto que se puede defender la medalla de oro".

El gran dilema para Gallay sigue siendo compatibilizar sus deseos de madre con su carrera en el beach voley: "Estoy casada desde hace 17 años y siempre lo hablamos con Eduardo, mi marido. La realidad es que se me hace difícil dejar el deporte. Somos argentinos y sabemos que si sos papá o mamá, y más si sos mamá, es como ponerle punto final a tu carrera. Porque si nos cuesta así como estamos económicamente, con un apoyo que bajó demasiado, imaginate siendo mamá. La estadounidense Kerri Walsh fue mamá y volvió pero las ves en el circuito que llegan los maridos con los hijos y una niñera. ¿Como bancás eso si no nos podemos bancar nosotras ahora?", analizó.

Fuente: La Nación

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