Con el corazón en la mano: Messi jugó, quizás, el mejor partido mundialista de su vida
No había convertido en instancias de eliminación directa. Lo tenía bien presente. Por eso, cuando se fue al vestuario para el entretiempo, le hizo un gesto especial a un cercano con quien había hablado del tema. Se sacó la mufa en el momento más necesario para Argentina, cuando Australia negaba todos los espacios posibles y los jugadores empezaban a entrar en el fastidio que genera insistir pero no llegar. Ni un remate al arco antes de esa explosión. Casi ninguna acción decisiva del capitán. Gracias, 10.
Para sorpresa de todos, México le había opuesto a la selección un esquema tan cerrado como harían los dos rivales siguientes. Y él apareció para, en un instante tan corto que los volantes rivales no entendieron por qué lo habían dejado solo, encaminar la victoria. Contra Polonia revivió fantasmas al fallar un penal, aunque los desactivó rápido tanto él como el equipo.
Frente a Australia, otra vez un adversario paciente en la obstrucción, otra vez debía aparecer el genio. Ya es antiguo esperar que un crack salve a un equipo. Los técnicos arman tácticas cada vez más especializadas en neutralizar. El fútbol, quedó dicho en anteriores columnas, hoy es menos de jugadores que de equipos. Pero los genios siempre aparecerán.
Su primer tiempo, obviamente hasta el festejo, había sido discreto. No podía superar marcas escalonadas y había fallado un par de pases fáciles en él. Pero de la nada hace aparecer una explosión. Con la velocidad de la luz, definió con un pase a la red en uno de los pocos resquicios que existían.
Su segundo tiempo resultó extraordinario. Maradoniano. O messista. Messista de la primera hora, con gambetas en espacios reducidos y, lo más llamativo, potencia en los amplios. Messista de estos últimos años, con concepto puro para guardar la pelota si hacía falta o agilizar el ataque si valía la pena. Cuando juega así (tantas veces), parecerìa que ya hubiera visto el partido. Hasta trató por todos los medios de que Lautaro Martínez se sacara la mufa y convirtiera el tanto que podría haberle retornado la confianza.
Lionel Messi, obviamente él, tal vez haya jugado el mejor partido mundialista de su vida. Polémico, cierto: hay competencia. Contra Nigeria en 2014 y 2018, por ejemplo. Había sido decisivo contra Bosnia en Brasil y recientemente frente a México. Tal vez se opine bajo la emoción de un partido que debió ser triunfo holgado y fue victoria sufrida. Pero cuesta encontrar un rendimiento tan completo: el gol de apertura, criterio para manejar los hilos y quiebres de cintura para que los rivales pasen. La pelota, siempre al 10. Que, quizás, ocurra otro milagro.