Santi estudió toda su vida en el Abraham Lincoln y allí conoció a unos de sus grandes amigos, Luciano Haro. Él lo invitó a probar rugby y fortalecieron aún más sus lazos. Andaban siempre juntos y en el club les pusieron: Timón y Pumba.

Sobre ese comienzo en el deporte, Santi recuerda: “Arranqué a jugar a los 9 años. Me llevó un amigo de la escuela que jugaba en el club que me preguntó por qué no venís a probar rugby. Mi vieja no estaba muy convencida. Probé, me gustó el grupo, el ambiente, me divertí  y me quedé”.

“Al principio lo disfrutaba por el grupo y  mis amigos. Recién a los 13 me empezó a gustar el deporte en sí y empecé a ir al gimnasio. En esos años también le agarré un amor incondicional al club”, agregó Lola.

La institución de Km. 20 siempre se caracterizó por tener grandes equipos en sus categorías juveniles. Es por eso que, en M15 y M16, Santi junto a sus compañeros fueron campeones de todos los torneos locales y también segundos en el Austral de M16. 

Al subir de categoría, justo lo agarró la pandemia. De los momentos vividos durante la emergencia sanitaria, remarcó: ”Fue un garrón el proceso. Soy un chico que me gusta salir de casa, ir a entrenar. Siempre dejé muchas cosas por ir al club. Si tenía examen estudiaba de noche porque la prioridad para mí era el entrenamiento. Al estar encerrado no la pasé bien”.

Durante su proceso de jugador juvenil también fue citado en el seleccionado Austral. Además, como rugbier supo adaptarse de buena manera a diferentes roles y fue capitán en dos categorías. Hasta los 14 años jugó medio scrum y después pasó a ser tercera línea. Igualmente, en el plantel superior volvió a ocupar el lugar de medio y así debutó contra Calafate, un sueño para él.

“Debutar en primera es muy loco. Tenía ganas de hacerlo hace mucho. No me quería apurar. Mi viejo me decía que todo se daría a su debido tiempo. Me sentí muy cómodo. El plantel me ayudó mucho. Me hablaban y recomendaban cosas. Varios de los que hoy están en primera fueron mis entrenadores en juveniles”, contó.

Durante el partido contra Draig Goch por el Torneo Preparación Austral, Santino sufrió una lesión en el hombro de la que aún sigue recuperándose.  De aquel momento malo, como en su vida, siempre saca lo positivo. “La llevo tranquilo. No me quiero apurar.  El grupo me acompañó en todo momento.  Me llamaron para  darme confianza. Cuando agarré el celular estaba lleno de mensajes preguntándome si estaba bien o si precisaba algo”, enfatizó el joven.

En unos días, “Cacho” comenzará una nueva etapa en su vida. Una lejos de la familia, del club, de amigos, pero a la vez un proceso de aprendizaje, experiencia y crecimiento. Se irá a Buenos Aires a estudiar medicina y va a seguir jugando en GEBA, ya que allá tiene un amigo que jugó en el club.

Sobre la decisión de irse, admitió: “es difícil porque tengo mi familia acá. Eso es difícil de por sí. Si me pasa algo, son mi primera ayuda mis abuelos y mis papas. Está bueno porque avanzás. Salís de tu zona de confort. Acá te conocen, allá no sos nadie. Me gusta, lo veo como un desafío. No tenés comodidades, tenés que ir a un club nuevo a ganarte un puesto”.

Al irse, deja muchos recuerdos y gente que lo quiere. Pero sabe que como llega el momento de irse, también llegará el de volver. “El rugby me dio confianza propia, me dio amigos, contención, ganas de ser mejor. Me ayudó en la vida para un montón de cosas. Voy a extrañar ir a jugar y estar con tus compañeros, que cuando estás mal  te sacan de ahí", recalcó Santi. 

Por último, Lola agradeció: “a mi familia, viejos, abuelos, que me acompañaron en todo momento. Siempre estuve agradecido por las cosas que me dieron, por cómo me aconsejaron.Al club y mis amigos del rugby. También a mi hermano Fernando, que siempre me fue a ver y me aconsejó”.

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