Ya sin el debate sobre su experiencia (muy pocos técnicos argentinos tienen tantos años como seleccionador), sí debía ratificar en circunstancias bravas lo expuesto en la buena senda. Y también igual que sus jugadores, encontró muy rápido una adversidad de la que debía reponerse. Lo hizo de gran forma.

El cuerpo técnico del seleccionado cambia de acuerdo a las circunstancias y al rival. Debemos acostumbrarnos a que no existe para ellos el once de memoria. En el partido contra México, apostó por Lisandro Martínez pensando en su conducción desde el fondo y en Guido Rodríguez para que se metiera entre los centrales para esa salida. Cuando el trámite pedía algo distinto, mayor agresividad con la pelota, percibió que ya no tenía sentido un 5 posicional como Guido y sí uno de pase con riesgo como Enzo Fernández. El exDefensa y River activó al equipo y coronó su actuación con un golazo.

Para enfrentar a Polonia, Scaloni y sus ayudantes razonaron, con criterio, que la marca de Robert Lewandowski ameritaba dos centrales de presencia física; a la cancha Nicolás Otamendi, obviamente, y Cristian Romero. No sólo eso, también sorprendió con la titularidad de Julián Alvarez en desmedro de Lautaro Martínez. Esa decisión guardaba dos motivos

Por un lado, el del City tiene la cualidad de salir para entrar y de no estar tanto en el área, claves frente a una defensa cerrada. Además, Julián podría desplegar su sacrificio bajando con la marca de uno de los laterales y liberar a Lionel Messi de responsabilidades defensivas. El partido le dio holgadamente la razón al entrenador. Alvarez retrocedió cuantas veces fueron necesarias y definió el partido entrando en el área tal lo pensado.

Con los cambios, demuestra también que, como suele decirse, “no se casa con nadie”. Así como sacó del equipo titular a Cuti Romero, Leandro Paredes y Lautaro Martínez, reemplazó dos veces a Angel Di María. Su velocidad y su desequilibrio siempre son importantes. Pero ante todo está el equipo.

Entre cada partido, Scaloni trata de bajar las presiones. Relativiza, en sus conferencias de prensa, el valor que le damos los argentinos al fútbol. Está bien que lo haga: al fútbol, lo que es del fútbol. Este deporte no está para compensar lo que falta en otros ámbitos. Eso sí, cuando empieza el partido, el técnico siente cómo se debe vivir cada partido. Arenga, estimula, parece entrar a la cancha con tanta intensidad.

El Mundial promete rivales más fuertes. El del sábado, de hecho, es la revelación de la Copa. Ningún partido se gana en la víspera. Los primeros en saberlo son ellos. Y eso es lo mejor. Los integrantes del cuerpo técnico de la selección, con experiencia con esta camiseta, saben que no pueden dejarse llevar por el triunfalismo. Así llegaron hasta acá, así seguirán hasta donde el fútbol les permita. Ellos también merecían clasificarse de esta manera.

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