Parecía una imagen de consola de videojuegos: Messi le pasa por al lado a la Copa del Mundo y no se puede resistir, la toca, la besa. La ama, está enamorado. Como un adolescente, como el reencuentro con el primero de los amores, el que todos tuvimos cuando pateamos la de trapo en la plaza o el tetra de jugo en el patio de la escuela. Acaso el único sueño que le quedaba por cumplir. Leo levanta la de Diego, la de Kempes, la de 50 millones de argentinos. Pellízquennos, somos campeones del mundo.

Tras la inesperada derrota ante Arabia Saudita en el debut, fueron seis finales consecutivas peleadas por este plantel. De menor a mayor, su rendimiento fue escalando conforme avanzaban las llaves del certamen. Costó abrir ante México, victoria sin sobresaltos ante Polonia, superioridad ante Australia, juego y coraje contra Países Bajos y fútbol total en las semis enfrentando a Croacia. De la final ya hablaremos más abajo.

Scaloni planteó un partido consagratorio en el arranque: su 4-3-3 sorprendió con Di María por izquierda. Ya hemos tocado el tema en esta columna, Argentina es un equipo de convicciones fuertes. El plantel confía en sí mismo y se siente cómodo en el golpe por golpe. Así fue que el entrenador de Pujato eligió jugar casi mano a mano en cada sector de la cancha, menos con Mbappé, a quien dobló con zaguero y lateral o zaguero y mediocampista según el momento del partido en los primeros 70 minutos. Los laterales franceses fueron sectores fructíferos para los avances albicelestes, Di María tuvo una hora de película: definitivamente una de las figuras del campeonato. Le hicieron un penal y convirtió, una vez más en una final, un golazo digno de lo que fue la participación argentina en Qatar. Contra letal y definición cinco estrellas.

Las vueltas de la vida tenían preparada una sorpresa para los dos sobrevivientes del subcampeonato de Brasil 2014, Messi y Fideo cortaron con más de 230 minutos sin goles de nuestra selección en finales de la Copa del Mundo y marcaron los tres goles argentinos. Merecida revancha para ellos que, ayudados por un plantel de guerreros, se construyeron una nueva oportunidad para cumplir sus sueños y los de toda una nación.

Volvamos al juego: casi todo el partido fue una paliza argentina. Dos goles -el segundo, un golazo de equipo de autor- una Francia que ni la tocó. Realmente fue una lección de fútbol de Scaloni a Deschamps, tanto así que el entrenador galo hizo dos cambios antes del entretiempo. Pero como en toda gran película, hubo un supervillano: Kylian Mbappé. Tres goles para él y Bota de Oro en el final por sus ocho goles en el certamen. Imparable. Mandíbula floja para nuestra selección, le entró un golpe y le entró el segundo apenas un minuto después. Pero nuevamente, en un acto de hidalguía, Messi y compañía pusieron la pelota bajo la suela y le mostraron al mundo de lo que están hechos.

De Dibu, ¿qué decir? Qué figura. La última pelota que tapa con el pie izquierdo era el final. Era el 4-3 para los galos y a casa. ¿Y qué decir de los penales? El de Mar del Plata terminó de justificar en los penales el Guante de Oro que ganó. Consagratorio. Hoy nació una leyenda.

Si de algo sabemos los argentinos es de carencias, de amarguras. Como la vida, el fútbol no suele ser justo. Es por eso que debemos atesorar momentos como este. Rodeado de un plantel que lo cuidó, Leo se construyó su propia revancha y logró la foto que le faltaba, la que todos alguna vez soñamos. Hoy, el rosarino tuvo una final personal contra Mbappé, su compañero en el PSG, por el centro de la escena mundial. Y la ganó: con 35 años, el rey del fútbol todavía es argentino. Ya habrá tiempo para Kylian.

Gracias Leo por la perseverancia, por el amor, por enseñarnos a nunca bajar los brazos, a no renunciar a nuestros sueños. Messi es el mejor del mundo desde hace casi dos décadas. La final de hoy no solo reafirmó que lo seguirá siendo por un tiempo más, también nos llevó a nosotros de su mano hacia lo más alto. Leo logró hoy los dos títulos que le faltaban a su museo: la Copa del Mundo y el amor eterno de su pueblo. Dios quiera que la vida le dé la oportunidad a él y nos la dé a nosotros de tenerlo en el fútbol argentino, como se rumoreó en los últimos días, el agradecimiento, venga o no, será inmenso. Ya habrá tiempo para eso, hoy, bebamos de las copas más lindas que tenemos.

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