Salarios versus precios: por qué la baja de la inflación no se traduce en mayores ventas y actividad económica
Entre los salarios privados que perdieron más frente a la inflación se cuentan los del transporte y los gastronómicos. En el sector público, la peor parte la llevaron los docentes universitarios.
“Comodoro ya no es la burbuja que era hasta hace unos años, hoy es una ciudad más con los mismos problemas de otras tantas del interior”. La descripción fue realizada por el vicepresidente de la Cámara de Comercio local, Guillermo Ceriani, para explicar la persistente tendencia negativa en las ventas, aun cuando los índices de inflación muestran una evolución claramente a la baja en los últimos meses.
La última medición del INDEC, que registró un 2,3% para el Indice de Precios al Consumidor (IPC) de noviembre (aunque la Patagonia tuvo un ligero empeoramiento, al subir desde el 3,2 al 3,3%), mantuvo la curva declinante en uno de los indicadores más observados de la economía, pero no es el único.
La evolución negativa de los precios es un objetivo alcanzado por el gobierno de Javier Milei en los últimos meses, si bien el camino para alcanzarlo sea objeto de debates entre economistas y otros expertos del mercado financiero, o analistas del impacto social que provocan esas complejas operaciones.
Si el trayecto empieza por reducir el déficit a costa de mantener jubilaciones pisadas, por ejemplo, es un costo demasiado alto a pagar, en especial desde el punto de vista humano.
Sobran argumentos para explicar el punto anterior. Basta mencionar un reciente trabajo de la fundación Eforo Data, que reflejó con claridad que el alto superávit alcanzado por la ANSES explica gran parte del saldo positivo entre ingresos y gastos para el resto de la administración pública nacional.
De acuerdo con ese trabajo, a la ANSES le sobran 5,2 billones de pesos, lo que permite que toda la administración pública arroje también un saldo positivo de 1,9 billones. De lo contrario, el país tendría un déficit de más de 3 billones.
Dicho de otro modo, lo que se “ahorró” el gobierno con el veto a la movilidad jubilatoria es lo que le permite alcanzar una de sus metas, es decir la reducción del déficit. Al concretarse ese objetivo, se evita la necesidad de emisión monetaria, que es uno de los factores que explica la inflación. Un buen fin, con un medio casi perverso.
PESE A LA BAJA DE LA INFLACIÓN, LAS VENTAS SIGUEN N CAÍDA
Alcanzado ese primer logro, sostenido además por la quietud del dólar blue y todas sus variantes financieras, la desaceleración inflacionaria no se traduce aún en un recupero de ventas en los distintos rubros comerciales.
Parte de la explicación se encuentra en el mismo origen de la estabilidad de precios, ya que si estos no suben, o en algunos casos bajan por efecto de promociones o razones estacionales, es por la recesión que todavía afecta a gran parte de la economía del país.
Con sectores industriales amenazados por la liberación de importaciones y las ventas de pymes con indicadores negativos en cuanto a ventas hasta el mes de noviembre, en comparación a igual mes del año pasado, la situación económica suma otro componente, vinculada a la evolución de los ingresos de sectores asalariados.
Si las posibilidades de ganancia florecen hoy para sectores con capacidad de ahorro o excedentes de ingresos destinados a invertir (al punto de que hay instrumentos con grandes rendimientos para invertir los dólares que antes se guardaban ‘bajo el colchón’) quienes dependen de ingresos fijos no “la ven”, al menos hasta ahora, con relación a las posibilidades de mejorar sus estándares de consumo.
Un reciente informe de CAME reflejó con claridad quelas ventas tuvieron una caída acumulada del 12 en lo que va del año, hasta noviembre último, con rubros que alcanzan hasta un 28% en sectores como ‘perfumería’ o 22% en Farmacia. ‘Alimentos y bebidas no alcohólicas’, por su parte, reflejaron un crecimiento del 4% contra el mismo mes del año pasado, pero acumulan una caída del 14% en lo que va de 2024.
“Las ventas se mantienen porque muchos aplican promociones para tener movimiento, pero en realidad estamos completando un muy mal año -apuntó Ceriani-. Dentro de todo, no hay tantas bajas de persianas, lo positivo es que nos podemos sostener, pero si no hay un alivio en las cargas tributarias se hace muy difícil”.
Al profundizar en su punto de vista como comerciante y empleador, el directivo de la Cámara dio un ejemplo en el que “un trabajador cuesta 1.800.000 pesos por mes, pero el empleado se lleva solamente 800.000 pesos al bolsillo y el resto son impuestos y cargas sociales. De ese total, le quedan solamente 500.000 pesos, porque el resto es IVA. Se hace muy difícil teniendo un socio como el Estado, que se lleva un 60% de lo que generamos”.
Para el comerciante, la lenta recuperación del crédito a través de cuotas ayuda a mover algo el comercio, pero falta todavía una activación de líneas crediticias con mejores tasas, que confió en que el año próximo empiecen a concretarse.
“Creo que va a ser posible tomar créditos al 20 ó 24%, hoy te están ofreciendo al 40% y nadie los está tomando”, advirtió, “porque la gente sabe que el año próximo esto va a quedar muy caro”.
CUÁLES SON LOS SALARIOS QUE MÁS PERDIERON FRENTE A LA INFLACIÓN
Desde el punto de vista de los trabajadores registrados, la mayoría de los salarios perdió o quedó, en el mejor de los casos, emparejada con la inflación.
“Si la inflación es la que dicen, estamos ahí, parejos, pero hay que ver si esta es la inflación real”, dijo Jorge Avila, titular del sindicato Petrolero Chubut, para evaluar la evolución de los salarios del sector frente a los precios.
La relativización y desconfianza que genera el índice oficial inflacionario y su tendencia “a la baja" se basa en la percepción de muchos sectores, al cotejar que los precios no dejan de subir. Así lo reflejan las tarifas de servicios públicos, cuya incidencia en el gasto familiar no está bien calibrada por el INDEC, como también en otros productos esenciales, como la carne, que tuvo un salto importante en noviembre, o la evolución de los precios navideños, por citar dos ejemplos palpables en estos días.
Paralelamente, pudieron registrarse algunos casos notables en la modificación de precios estacionales: el tomate, por ejemplo, que en algunos momentos del año llegó a venderse por encima de los 5.000 pesos por kilo, en la última semana era encontrado en 890 pesos en un supermercado.
Algo similar ocurre con la carne, donde el abanico de precios permite encontrar, en calidades similares, cortes de asado en 13.500 pesos por kilo, pero también en 8.900 pesos.
Además de lo que pasa con los precios, la balanza se completa con la evolución de los salarios, que siguen retrasados frente a la inflación. El Salario Mínimo Vital y Mövil, que es el mínimo que debería percibir cualquier trabajador en una jornada normal de trabajo, quedó fijado en octubre en sólo 271.571 pesos, lo que representa un valor 32% inferior, en términos reales, al que regía en igual mes del año pasado, mientras que en noviembre no hubo actualización.
En algunos rubros laborales, la pérdida del poder adquisitivo es aún mayor, al cotejar la evolución de los ingresos en trabajadores registrados y lo que pasó con los precios en gran parte del año.
Un reciente informe de la fundación Fundar estableció un ranking comparativo, con valores promedio medidos en su evolución de diciembre a septiembre de este año, contra similar período del año anterior. En esa medición, sectores como el transporte perdieron un 21%, seguidos por gastronómicos, con un 19%, mientras que la construcción tuvo un retroceso del 15%.
En el sector público, la peor parte la llevan los docentes universitario, con un 29% de retroceso, frente al 21% promedio de toda la administración estatal.
Sólo el sector financiero, que nuclea a trabajadores bancarios, tuvo una caída más atenuada, de sólo un 0,3%, quedando prácticamente equiparado con la inflación. El sector comercio perdió sólo un 2% en ese mismo lapso, según la medición.
El trabajo releva sólo los sectores ‘en blanco’, con representación gremial fuerte y con capacidad de negociación. Mucho más precaria resulta, entonces, la situación de trabajadores ‘en negro’, que representan hoy más del 40% del mercado laboral, o bien trabajadores cuentapropistas, categorizados como monotributistas, donde la pérdida del poder adquisitivo tiene menos posibilidades de ser recuperada.
El interrogante a despejar, en los primeros meses del año que está por comenzar, es si la disminución del índice inflacionario será el argumento para que los salarios no reciban mayores actualizaciones en lo que viene, en base a expectativas de precios en baja, consolidando así la “foto” con la que cierra el año.
O si por lo contrario, en una alternativa más virtuosa, habrá capacidad de negociación para obtener recomposiciones reales, acordes a un clima de época en el que supuestamente, la economía está estabilizada y daría un marco más conveniente a la llegada de inversiones y más actividad económica.
Tal vez entonces, quienes hoy “no la ven”, que no son pocos sectores en términos sociales, puedan sumarse al clima celebratorio de quienes ya llegaron a esa fiesta.