“Aquí está tu disco”: Merlín, El Duende o Chiquitita, las disquerías que hicieron historia en Comodoro
Las disquerías en Comodoro se convirtieron en una especie en extinción. Eran un lugar de encuentro para los amantes de la música: había que esperar el disco del artista preferido durante meses para luego llevarlo a la casa y escucharlo hasta gastarlo. Era un ritual que muchas generaciones desconocen y que hoy recordamos junto a Ernesto Capovilla en este episodio de “Comodoro, aquella vez”.
Ernesto Capovilla se siente cómodo entre discos y equipos de sonido. Desde los 14 años que se relaciona con la música: trabajó en las disquerías a las que consideró también su hogar y un lugar de disfrute.
“El mundo disquería era muy apasionante porque no nada era como ahora que vos apretás un botón y escuchas lo que querés. El disco salía a difusión tres meses antes. Entonces venía el difusor y te traía las fotos del LP y veías como iba a ser. Luego pegábamos las fotos en la vidriera y la gente pasaba y las miraba. Había expectativa: primero se escuchaban por radio y después de meses, los discos se ponían a la venta”, recordó Capovilla.
Mariano Crespo, un comodorense que fue parte de aquella época, aseguró que “entrar a una disquería era entrar a una juguetería. Esa era la analogía directa para los amantes de la música”.
Comodoro Rivadavia tuvo muchas disquerías. En el álbum del recuerdo están Casa Villeco, Robermar, Roselló, La Luna, Mélody, La Vitrola, La Luna, El triángulo musical, Chiquitita, Paová y Merlín. En aquellos tiempos las disquerías eran las encargadas de musicalizarlas calles céntricas de ciudad.
Los clientes tenían atención personalizada: el vendedor era el encargado de hacer escuchar los discos. “Los clientes se quejaban y me decían: `che, Ernesto, a mí me gustan dos temas nada más del LP. Y yo respondía: ¿y que querés que le haga?, no puedo partir el surco al medio; te tenés que llevar el disco entero”, rememoró.
Agregó que “otros clientes estaban horas escuchando y me pedían: `poné el primero, ahora el segundo, dalo vuelta. Ahora ponelo en la mitad, donde entra el saxo, dejalo ahí`. Y luego se iban y no compraban nada”.
Según Ernesto, antes se estilaba mucho regalar música. Para fin de año se lanzaban los trabajos de cumbia, que no eran tan masivos como en la actualidad. Entonces, para las fiestas, en las disquerías se ponían hacían grandes pilas de cassettes envueltos para regalo y mucha gente los compraba como presente.
VINILOS
Los discos de vinilo tenían un encanto especial: eran como el tesoro más preciado. Crespo aseguró que “hablar de discos es hablar de paciencia, de una espera de meses. Es hablar de mi papá y los primeros discos de Los Beatles, de Creedence; es hablar de mi hermano. Es ir de la mano por un universo musical, encerrarnos horas, apoyar la púa y desgranar y escuchar y escuchar”.
El futuro llegó y con eso algunas cosas cambiaron. El LP de vinilo se convirtió en un CD y algunas ceremonias variaron. Capovilla lo siguió recordando aunque no pueda cambiar el curso del tiempo. “El amor a tu mujer es inexplicable. Lo mismo pasa con los discos. Yo llegaba a mi casa y miraba mis discos; tenía una colección de más de 15.000. El ruido a púa es una maravilla. No se puede explicar con palabras”, añoró.
"Los discos, en esencia, son la banda de sonido de tu vida”, concluyó Crespo.