Desde un rincón cargado de nostalgia y armonía, Ernesto Capovilla recuerda con cariño su trayectoria entre vinilos, equipos de sonido y la magia de las disquerías. Con más de medio siglo de experiencia en el mundo musical, Capovilla ilumina con sus relatos aquellos años dorados donde la música se palpaba en cada rincón de las calles comodorenses.

"El mundo disquería era muy apasionante porque nada era como ahora que vos apretás un botón y escuchas lo que querés", evoca Capovilla con una mirada cargada de emoción. "El disco salía a difusión tres meses antes. Entonces venía el difusor y te traía las fotos del LP y veías como iba a ser. Luego pegábamos las fotos en la vidriera y la gente pasaba y las miraba. Había expectativa", añade.

La narrativa de Capovilla se entrelaza con los recuerdos de Mariano Crespo, otro testigo privilegiado de aquella época dorada de las disquerías. "Entrar a una disquería era entrar a una juguetería. Esa era la analogía directa para los amantes de la música", relata Crespo con una sonrisa cómplice.

Foto: Ernesto Capovilla

Comodoro Rivadavia albergó un mosaico de disquerías que musicalizaron las calles del centro de la ciudad. Entre los nombres que resuenan en la memoria colectiva se encuentran Casa Villeco, Robermar, Roselló, La Luna, Mélody, La Vitrola, La Luna, El triángulo musical, Chiquitita, Paová y Merlín. Lugares que no solo vendían discos, sino que ofrecían una experiencia única para aquellos sedientos de melodías.

Según Capovilla, en aquellos tiempos la atención personalizada era una norma. "Los clientes tenían atención personalizada: el vendedor era el encargado de hacer escuchar los discos", rememora con una chispa de nostalgia en sus ojos. Y agrega con una sonrisa picara: "Los clientes se quejaban y me decían: 'che, Ernesto, a mí me gustan dos temas nada más del LP. Y yo respondía: ¿y que querés que le haga?, no puedo partir el surco al medio; te tenés que llevar el disco entero".

Foto: Ernesto Capovilla

Para muchos, los vinilos poseían un encanto especial, un tesoro preciado que simbolizaba más que simples canciones. "Hablar de discos es hablar de paciencia, de una espera de meses", reflexiona Crespo. "Es hablar de mi papá y los primeros discos de Los Beatles, de Creedence; es hablar de mi hermano. Es ir de la mano por un universo musical, encerrarnos horas, apoyar la púa y desgranar y escuchar y escuchar".

Con el paso del tiempo, los formatos musicales evolucionaron, transformando el LP de vinilo en un CD y cambiando algunas tradiciones. A pesar de ello, el amor por la música perdura en la memoria de aquellos que vivieron la era dorada de las disquerías. "Los discos, en esencia, son la banda sonora de tu vida", concluye Crespo con una mirada melancólica pero llena de gratitud.

En un mundo digitalizado y veloz, detenerse a recordar la época de las disquerías es un ejercicio de nostalgia y gratitud hacia un pasado musical que sigue vibrando en los corazones de quienes lo vivieron.

Foto: Mariano Crespo
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