Un día de carnaval…
Esperaban ese momento desde el último mes de febrero del año pasado. Entonces, el rito volvió a repetirse.
La diversión comenzaba temprano por la tarde con la tarea de llenar los globos de agua que, pasadas las doce de la noche, se transformarían en potentes misiles. Las madres prestaban a los jovencitos baldes y fuentones bajo la promesa de devolverlos intactos culminada la “guerra de agua”. Los carnavales eran una fiesta familiar de la que participaba todo el pueblo y se vivían con mucha intensidad. Así lo rememoró Ricardo Murcia, ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Española y participante activo de los corsos y bailes de los años ´40.
Las garitas hexagonales ubicadas en algunas esquinas de la calle principal eran el lugar desde donde la policía controlaba el buen desenvolvimiento de la fiesta popular. De a caballo, los sargentos Castro y Jones hacían lo propio mientras acompañaban el desfile de las carrozas.
“En realidad, controlaban que no se tirara agua antes de la hora permitida”, algo que no siempre se cumplía. Ricardo Murcia se retrotrajo a su infancia y una carcajada antecedió el relato aquella travesura. “En una oportunidad, estaba con dos amigos parado en la esquina de Mitre y San Martín y revoleamos un globo de agua a una carroza con forma de barco, con el objetivo puesto en uno de los integrantes disfrazado de marinero. Pero con tanta mala suerte que el globo pasó de largo y le pegó al caballo del policía. Entonces comenzamos a correr calle arriba -por Mitre, que era de tierra-. Nos escondimos dentro del carro del panadero que estaba atado a un poste de luz y el policía no logró atraparnos”.
La prohibición de arrojar agua antes del horario establecido era, principalmente, para evitar que quienes no participaban del combate acuífero se vieran agredidos.
Cuando el reloj marcaba la hora cero, continuó su relato Murcia, “la cosa se ponía dura porque salían las camionetas cargadas de tambores de doscientos litros con las bombitas de agua adentro. Entonces comenzaban los enfrentamientos entre la gente que se apostaba a ambos lados de la calle principal”. La vereda del sanatorio de Alustiza y Varando (actualmente Galería Paseo del Sur) era el lugar elegido por un grupo, mientras que otra cuadrilla se escudaba en el Club Social “con toda la artillería de agua”.
Fuente: "Libro 100 Años". Asociación Española de Socorros Mutuos.