Otra jornada más en la grieta argentina y signada por un bien común entre dos rivales: su centralidad. El ego inherente a la clase política se potencia en el sillón de Rivadavia. Una especie de virus que toca a quienes ganan la presidencia. Spoiler alert: el virus del ego presidencial es vitalicio.

Una vez más quedó al descubierto que tanto a Javier Milei como a Cristina Fernandez de Kirchner, poco les importa la construcción con otro por más que sean rivales. La semana terminó con una carta que publicó CFK con críticas al rumbo económico y un título taquillero pero que incluye un insulto, todos presumimos, al presidente de la Nación. “Es la economía bimonetaria, estúpido” lanzó la referente de La Cámpora en un texto en el que afirma que “Esta todo muy mal”. Es llamativo que en ningún momento se hace cargo de que ella pudo hacer algo mal en sus añares de gobierno. Algunos pueden tomar como autocrítica que realizó fuertes reproches al peronismo, a Alberto Fernández y a la CGT. ¿A ella misma? Nada. Nada de nada.

El texto tocó el ego del rival. Milei enseguida le contestó en las redes. No la llamó “estúpida” pero utilizó la ironía: “Sé que vos de economía no entendés mucho. Si querés aprender un poco, prendé la tele hoy a las 19 que voy a estar dándote una clase particular”.

El combate en redes sociales entre dos dirigentes “ocupados” en trabajar por el país fue álgido, intenso y no tuvo fin.

Lejos de la adultez que siempre invita a bajarse de las peleas sin fin, el presidente, desde Mendoza en un encuentro de ejecutivos de finanzas, siguió: “Saludos Cris, esto va para vos”. Resulta agotador seguir relatando un ida y vuelta en el que subyace por lo bajo el ego de ambos. El ego, la falta de autocrítica y la conveniencia.

Una vez más, en una ronda de consultas con expertos en opinión pública, esta semana circuló que la grieta esta mas viva que nunca en el país. Quedó claro que Milei y CFK lo tienen en claro.

Esta columna se iba a titular: “Es el ego, estúpidos!”. El título cambió no menos de 6 veces. El efecto de la frase importaba. El impacto del insulto incomodaba. Pero la política no se incomoda con los malos modales. Es entendible. Nos los incomodó la inflación galopante, ni la corrupción y tampoco no encontrar soluciones a los problemas estructurales de la pobreza. Es incierto si ahora o más adelante podrá empezar a incomodar la penuria ajena en acciones concretas y no en puro relato. Por ahora, no aparece mucho en el horizonte.

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