Comodoro y el Far West: las caras de la violencia y el reclamo de que algo funcione
El linchamiento de José Oviedo desnudó la mezcla de enojo y miedo que vivimos todos los días, la desilusión que esconde la sensación de nada de lo que pidamos o reclamemos encontrará un eco.
COMODORO RIVADAVIA (Exclusivo ADNSUR) - En el Far West (lejano oeste) la ejecución de los ladrones era inmediata: con la venganza ciudadana como ley, el sospechoso era sometido al juicio de la turba que, en una rápida acción extrajudicial, tomaba urgentes cartas en el asunto para cerrar un caso. El resultado del delito: morir colgado del poste mas alto o atado y arrastrado por un caballo después de una estampida por las calles del pueblo. Una práctica consensuada de frente a la mirada popular. Y, de paso, un ejemplo para los potenciales delincuentes.
Expuesta a su propia realidad, al país y al mundo –la noticia se replicó hasta en la BBC Internacional- Comodoro vivió su día de furia el lunes pasado. Esa violencia casi imperceptible, que quien sabe cuándo convertimos en normal y que respiramos en la diaria; tomó un rostro propio en la Fracción 14. Otro "garrotazo" para despertarnos de la siesta.
Los hechos son conocidos: la aberrante violación de un chico de 12 años en la avenida Chile, el relato a la familia por parte del menor y la movilización popular en busca de justicia. Los chats en los celulares encendieron la mecha del polvorín: el intercambio de mensajes en los grupos buscó rápido a un culpable. La caza rápida del violador terminó en una turba incendiando la casa del supuesto condenado popular y con el linchamiento de su padre, José Oviedo, que salió a defenderse a los fierrazos.
Ni casual ni excepcional. De la peor manera tomó forma el reclamo de que, de una vez por todas, algo funcione. Esta vez, el boca a boca que primaba en el clamor popular de castigo en el Lejano Oeste se convirtió en una cadena de WhatsApp entre vecinos del barrio. En un masivo reclamo de justicia por mano propia, mataron a un hombre. Encima, al equivocado.
El linchamiento de José Oviedo desnudó la mezcla de enojo y miedo que vivimos todos los días, la desilusión que esconde la sensación de nada de lo que pidamos o reclamemos encontrará un eco.
Lo ocurrido en la Fracción 14 es el resultado de lo que pasa cuando se desatienden todas las luces de alerta. El barrio había reclamado por los colectivos, por mas policías, por corredores seguros para los chicos que volvían de la escuela. Nada de eso tuvo respuesta.
En una especie de “darwinismo social”, pasan dos cosas. Primera: cuando hay un hueco alguien lo ocupa. Segunda: la sensación de que sobrevivirán los mas aptos. La ley de la selva.
Las redes sociales son el escenario en donde se canaliza el descontento y corren sin chequeo alguno desde fake news a las caras de violadores y ladrones.
El contexto ayuda poco. La gente se ve cada vez menos representada y con una vida que se precariza. Los datos de pobreza de esta semana confirmaron que nada avanza hacia mejorar la calidad de vida o, al menos, satisfacer las necesidades básicas. Hay 50 mil pobres en Comodoro según los datos oficiales. Y, para citar solo un ejemplo de lo que ocupó los titulares en la última semana, no hay vacunas del calendario obligatorio porque Nación no las manda.
El linchamiento de Oviedo nos expone al descreimiento de las instituciones, a la desilusión y juego de desconfianzas sociales, a la falta de liderazgos para contener los reclamos y a la imperiosa necesidad de definir un rumbo, en medio de la inacción política.
La soledad y desazón no se circunscribe a un grupo de vecinos de la Fracción 14 ni a un panadero armado y decepcionado que mata a un ladrón ante la impotencia de un robo, que encima esperaba. Lo peor del periodismo pasa cuando se apagan las cámaras y los grabadores. En ese momento escuchamos que la policía siente que no puede, los fiscales critican que les faltan herramientas o mas personal para investigar mejor y mas rápido, que los docentes que no dan abasto con los conflictos que terminan detonando en el aula y en los chicos.
La violencia y la decepción es transversal. Será imposible desactivar esta desazón y el latente riesgo de una explosión sin reforzar a las instituciones. Recuperar la credibilidad en los que nos protegen, los que investigan, los que educan, los que cuidan nuestra salud. Reconstruir los lazos rotos con nuestro entorno social.
Dos "malas noticias". Para desactivar la violencia hay que empezar con el ojo puesto en las prácticas propias. Y para que las cosas funcionen precisamos de los políticos, esos que tanto nos gusta criticar, que tildamos de inescrupulosos y a los que vamos a tener oportunidad de elegir en el transcurso de este año.
Para cambiar también nos hacen falta funcionarios que construyan políticas de Estado que hagan que, de una vez, las cosas funcionen. Arduo trabajo en un año electoral. La búsqueda de liderazgos constructivos, recuperar los lazos sociales y fortalecer a las instituciones serán pasos claves vivir en un Comodoro mas amigable, menos desconfiado y donde nos den ganas de criar a nuestros hijos. Sin “ley del garrote”. Sin las leyes del Far West.