La meta del gobierno de Javier Milei era conseguir la manoseada Ley de Bases que comenzó teniendo más de 600 artículos con un discurso oficial de que cambiaba en cada uno de ellos la era del país, el camino al éxito, la prosperidad, la evolución y la modernidad. En esa época, el que no entendía eso, era tildado bajo el slogan de “no la ve”. La culpa era de la “maldita casta” que no quería votar ni darle gobernabilidad a Javier Milei para las transformaciones.

Después de 6 meses, la metamorfosis se dio con una versión de la ley con 238 artículos y el que tuvo que “ver” que la seducción política era necesaria, fue el propio gobierno. Nadie puede negar que Javier Milei no tiene pluritos a la hora de dar pasos en distintas direcciones. Le dio espacio al ala política y Guillermo Francos terminó a cargo de la jefatura de gabinete y de la cartera de Interior.

Esta semana, y si todo sigue como se espera, la Ley de Bases entrará a marcar ese “antes y después” que el gobierno quiso instalar en la escena social y mediática.

Igualmente, como todos ustedes sabrán, estamos en Argentina. Dejemos un porcentaje de duda, aunque sea menor, a que las cosas pueden cambiar y nada de esto se pueda dar.

¿El modelo económico va a cambiar con la Ley de Bases? En el gobierno quieren exhibir un superávit que se mantiene pisando cuentas. Por otro lado, se sabe que el índice de inflación a conocer no va a seguir en la tendencia a la baja. Las empresas funcionan al 50 porciento de su capacidad instalada ociosa. ¿Habrá una nueva parte del modelo económico que ponga en marcha el aparato productivo del país?

Las decisiones que tomó el oficialismo en el inicio de su gobierno eran necesarias y muchos opositores, por lo bajo claro, admitían que estaba bien. Otros alertaban que “se les fue la mano”. Y varios de “alto rango” no podían creer que no se sopese el costo político de medidas impopulares.

Hasta ahora, la mitad de la población apoyó al gobierno enfocados en que hay tragos amargos necesarios. La grieta esta, en este sentido, más activa que nunca. El día a día marcará si hay un límite o no.

Hay otro antes y después en el gobierno LLA. El presidente esta nuevamente afuera del país pero a su regreso, en la nueva etapa, ¿llegarán los tan amagados cambios en el gabinete?

Lo más llamativo es la demora de la entrada al gobierno de Federico Sturzenegger. En realidad es más en la designación de un cargo ya que, el economista, es parte de las decisiones gubernamentales. En lo concreto, su asignación oficial no se dio y esta semana se suspendió una reunión que iban a tener Sturzenegger y el presidente. La excusa fue que el mandatario estaba con un problema de salud.

El desafío, en el caso de que se concrete el amague de ingreso, va a ser un la convivencia con Luis “Toto” Caputo. Por más esfuerzo que hagan en disimular, Toto y Federico, tienen diferencias en lo profesional y, para colmo, la relación personal no es nada buena.

La nueva etapa se viene con todo entonces. No se sabe sobre el capítulo económico y su desarrollo gracias a la flamante ley. No se sabe cómo serán los nuevos cambios políticos. Final en el abismo, pero sin definición.

Algo muy parecido sucede en la provincia de Buenos Aires. La rivalidad entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof pasa de la exaltación al disimulo. Pero es insalvable. Se disputan el terreno más codiciado por la política y en el que hace más base el peronismo, pero no encuentran el rumbo. También están en el abismo sin saber si, en el próximo capítulo, se unen o saltan al vacío.

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