El “síndrome de la rana hervida” es una analogía que se usa para graficar la falta de reacción ante una amenaza que se va dando de manera lenta y progresiva, y que después genera que la respuesta ya sea tardía para revertir los daños. Se basa en un experimento según el cual, si una rana es puesta repentinamente en agua hirviendo, saltará; pero si la rana es sumergida en agua tibia que luego se lleva a ebullición lentamente, se irá acostumbrando de a poco hasta ser hervida hasta la muerte.

La historia se usa a menudo como una metáfora de la incapacidad o falta de voluntad de las personas para ser conscientes de los peligros que van surgiendo de manera gradual. Y viene a cuento para describir la apatía que vive el ciudadano común respecto a la política. Se observa en la gente, ocupada en sus asuntos cotidianos, una especie de “acostumbramiento”, que se verifica como una mezcla de tolerancia y falta de interés.

El país entero observa las imágenes que se “filtraron” de los festejos de cumpleaños en el entorno presidencial hace un año atrás, que muestran a Alberto Fernández participando de encuentros sociales que estaban prohibidos por las medidas restrictivas que él mismo había firmado en la época más cruda de la pandemia.

Una de las fotos del festejo de cumpleaños de la Primera Dama, Fabiola Yañez, con la presencia del Presidente.

A los ojos del país quedó en evidencia que hubo una cuarentena estricta que se hizo cumplir con mano dura para el ciudadano de a pie, que en muchos casos perdió su trabajo, debió cerrar su comercio o no pudo despedir a sus seres queridos. Pero que no se aplicó con el mismo rigor en los sectores cercanos al poder, tal como acreditan las imágenes. La dirigencia política sigue creyendo que es una casta con privilegios.

Más allá de las repercusiones que esto pueda generar en el ambiente político, donde se observan movidas de la oposición en torno a un juicio político de imposible ejecución y algunas denuncias penales en marcha, lo que interesa es la reacción del común de la gente. Da la impresión de que este acontecimiento, leído como un papelón a nivel mundial, es casi naturalizado, y que se va a ir desinflando como una más de las tantas barbaridades a las que nos tiene acostumbradas la clase dirigente.

Sin ir más lejos, como un ejemplo de esto, en nuestra provincia ya no existe la demanda de información que en su momento generaban las investigaciones por hechos de corrupción de un grupo de funcionarios en el último mandato de Mario Das Neves. Pasaron los juicios de las causas Embrujo y Revelación, así como el enriquecimiento de Chito Alarcón, el inminente fallo en Royal Canin y el interminable proceso dilatado hasta el hartazgo en la causa Emergencia Climática.

Pero se perdió el interés, porque la sensación popular es que las condenas llegan tarde y que terminan siendo suaves. De hecho, todos los empresarios de la construcción que “tranzaron” con coimas siguen participando de las licitaciones de obra pública y siguen siendo contratados por el Estado. La idea que queda en la cabeza de la gente es que los corruptos siempre ganan.

El juicio por la Emergencia Climática en Comodoro se desarrolla en estos días, y corre riesgo de que se venzan los plazos.

En ese contexto, en una provincia que viene sufriendo la crisis de sus cuentas públicas, donde los números no cierran y hace años se ven afectados servicios básicos, en especial la educación, no sorprende que el ciudadano común esté alejado del discurso de los políticos.

Los precandidatos buscan hacer campaña recorriendo las distintas regiones y hablando a través de los medios. Pero sus esfuerzos de último momento son inútiles: su mensaje no es escuchado por los vecinos a los que no les interesa en absoluto lo que ocurra en las próximas elecciones. La gente desconfía de todos sus dirigentes, sin distinción, y no cree que sus legisladores nacionales le vayan a cambiar la vida.

CAMPAÑA APÁTICA

Si algo define la actual campaña electoral a la que estamos asistiendo en Chubut, es la absoluta falta de interés por parte de la gente. Más allá de que un periodista también vive en ese “microclima político” que forma parte de su objeto de trabajo, basta hablar con la familia, los amigos, los vecinos, el entorno social, para verificar algo que también dicen los sondeos de opinión y que admiten hasta los mismos candidatos: la gran mayoría de la población no conoce ni a los actuales legisladores ni a los que se postulan, y ni siquiera sabe qué se vota.

Candidatos a Senador en las PASO: Massoni, Linares, Torres y Ongarato. La gente no está informada.

Y la verdad es que, desde la política se hace todo lo posible para generar esa lejanía con el pueblo. A tres semanas de las PASO, ¿hay alguna idea concreta que aporten para debatir los precandidatos? Hasta aquí se trata de una serie de chicanas respecto a la pertenencia a un color político, y una competencia por demostrar qué sector le hizo más daño a la provincia. Es difícil encontrar en los aspirantes a llegar al Congreso una idea que marque la diferencia, y sólo se escuchan ataques a los referentes locales y nacionales del otro espacio.

En medio de fotos cuidadas con barbijo y el puño saludando a algún vecino, asistimos a consignas vacías sobre crear fuentes de empleo, luchar por los intereses de la provincia, defender un modelo nacional apoyando al actual gobierno o combatiéndolo. Pero casi nadie dice cómo lo hará y cuál sería un proyecto real y concreto para llevar al ámbito nacional que le pueda cambiar la vida a la gente.

La campaña pasa por si un precandidato debe pedir licencia mientras ocupa un cargo público, si el otro recorrió la provincia y se ocupó de los problemas en los últimos años, si aquel votó a favor o en contra alguna medida. Muy poco para atraer el interés de la ciudadanía que está ocupada en ganarle la batalla a la inflación; o que afronta el desafío de conseguir un trabajo genuino; o que vive atemorizada por la inseguridad o por el impacto del Covid.

Mujeres en campaña: Jacqueline Caminoa, Ana Romero, Vanesa Abril y Florencia Papaiani.

Por eso la falta de interés del común la gente, que hasta asume con cierto fastidio que, a pesar de no tener ganas, va a tener que ir a votar dos veces para que -en definitiva- nada cambie. Y por eso el nivel de alta tolerancia con su clase dirigente, a la que critica y no le cree, pero a la que no le cuestiona el status quo. Está asumido que alguna de las listas ganará porque saldrá mejor parada en medio de la apatía general, no porque atraiga el interés y despierte la credibilidad de los chubutenses.

La dirigencia política, tanto la nacional como la local, se ganó el descrédito popular. Sin embargo, sus referentes siguen actuando como si nada pasara. Si bien los votantes esperan sacarse de encima este turno electoral lo antes posible, sería un error no aprovechar la oportunidad para enviar un mensaje claro. Al fin al cabo, el voto es la herramienta más fuerte que el pueblo tiene cada dos años para ejercer su poder. El momento es ahora, antes de que la temperatura de la olla suba a un punto en el que el cuerpo de la rana ya no pueda saltar.

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