Kirchnerismo o los antipatria. ¿Les suena? La libertad o “la casta”. El relato único que plantea el gobierno de Javier Milei, en el que expone a la ciudadanía a estar de un lado o del otro de la vereda, parece ser otro lado de una misma moneda que planteó Cristina Fernández de Kirchner.

Las diferencias ideológicas de los dos dirigentes son totalmente antagónicas, pero, ambos, centran, en su imagen, el poder y las decisiones. En el caso de la expresidente, se dio de manera natural. Cristina Fernández de Kirchner respiró política toda su vida y tuvo poder como militante, como esposa de Néstor Kirchner en sus mandatos provinciales y al frente de la Nación y como senadora antes de ocupar el sillón de Rivadavia. Además de su personalidad histriónica, los vaivenes de su carrera terminaron de ponerla en el lugar de la conductora del espacio que incluye a gran parte del peronismo, La Cámpora y el, propiamente dicho, kirchnerismo.

Javier Milei no cuenta con tal trayectoria. Posiblemente jamás imaginó el lugar en el que está hoy. Pero llegó. Él también es histriónico, busca ser disruptivo constantemente y, al igual que CFĶ, lanza declaraciones filosas que lo colocan en el ring tanto para el que lo apoya como para el que no lo puede ni ver.

Mucho se especuló sobre si, detrás de Milei, estaría tejiendo los hilos Mauricio Macri. Sin embargo, esa hipótesis se encontró con un portón: Karina Milei. La hermana del presidente ha custodiado desde siempre a su hermano como político. Es quien tiene poder de veto ante cada decisión que se tome y ante cada persona que aparezca alrededor de Javier. No por nada la llaman “El jefe”. Aparece en el último tiempo otro nombre que tiene la misma misión con un conocimiento más amplio de los teclados de la política: Eduardo “Lule” Menem. El riojano es uno de los artífices para que todo gire alrededor de la figura presidencial.

“Lule” Menem se mueve entre las sombras y pretende seguir así. Intenta estar lo menos expuesto posible. Otra parte de su misión es que el PRO no gane influencia en el armado político libertario. Un purista.

Cristina tuvo varios puristas en su momento. Actualmente también los tiene. Quien más cuida ahora su línea es Wado de Pedro, ahora senador nacional. Wado quedó en las miradas de los propios (y los no tanto) para obtener pistas acerca de la posición kirchnerista en cuanto a la designación de Ariel Lijo como futuro miembro de la Corte Suprema de Justicia. Por ahora no hay respuestas ante eso en el mundillo K. Desconcierto.

Cristina y Milei son oponentes pero se respetan.  El libertario ha sabido salir de manera diplomática en varias oportunidades en cuanto a la figura de Cristina y ella, entre sus más allegados, se asombra ante la osadía de algunas medidas “poco convenientes”.

Milei no piensa en los costos políticos de sus acciones. Tampoco parece calcular las enormes consecuencias que pueden tener en su imagen la reestructuración que pretende. Esta convenido que el precio es necesario y parece que no mide el costo político. Es un bien que muchos pueden llegar a envidiarle. A lo largo de la historia de los últimos gobiernos, todos tuvieron un punto de limite en el que recalcularon sobre sus pasos en pos de la necesidad de “contentar a la población” y “no perder votos” ante una próxima elección. Las gestiones se vieron constantemente limitadas por los eventos electorales y por ende, trazaban las medidas con objetivo de no perder votos y, no tanto, con lo que se “debía” hacer para solucionar problemas de fondo que la Argentina arrastra desde hace años.

Impresiona también la similitud de la guerra contra el periodismo. El kirchnerismo se cansó de señalar a “las corporaciones mediáticas”, “los grupos hegemónicos de comunicación” en sus eternos discursos. El odio era contra Clarín. Milei también ataca a Clarín. Hace poco acusó a ese medio de “querer romper el gobierno” con su “maliciosa interpretación” de una interna con Victoria Villarruel debido al comunicado previo a la sesión en que, el Senado, rechazó el DNU. “Periodistas ensobrado”, “se les cortó la pauta”, son algunos de sus tiros contra la prensa.

En uno de los puntos en que las dos figuras son muy distintas también hay algo en común.

El vínculo con los gobernadores, algo central para cualquier mandatario a nivel nacional, es, para Milei un gran desafío. Principalmente porque quienes comandan las provincias pusieron al servicio de la actualidad su verdadero poder, el peso que representan. En la época de Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, la mayoría de “provincias peronistas” entendían la necesidad de encolumnarse con la jefa. 

Por lo tanto, había paciencia si necesitaban fondos y se hacia lo necesario para “quedar bien” con el poder central. Por ejemplo, proporcionar un Congreso acorde a una escribanía. A cambio de eso, la mandataria visitaba las provincias y generaba en los actos, una muestra de poder republicano.

A Milei no le interesa llevarse bien. Lo aburre el coqueteo de la política y le encanta medir fuerzas entre el y los jefes de las provincias.

Tanto Cristina como Javier buscan ser ellos los que manden. La diferencia es que ELLA mandaba plata y EL no.

El gobierno suspendió las transferencias de cajas jubilatorias en 13 provincias. El nuevo Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) marca un nuevo conflicto con los gobernadores, aunque Francos luego salió a aclarar el tema. ¿Tendrá ganador esa pulseada? ¿Soportará la sociedad otro gobierno con fuertes embates?

Cristina Fernández de Kirchner no perdió influencia política ni poder, pero no pudo estar al frente de las elecciones. No le alcanzaban los votos. ¿Cómo será el devenir de Javier Milei? ¿Logrará una nueva hazaña?

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