“Lo digo y reitero con la firmeza de una convicción profunda: nunca más al Estado secreto, nunca más a la oscuridad que quiebra la confianza. ¡Nunca más a los sótanos de la democracia! ¡Nunca más es nunca más!”. Este tramo de un discurso presidencial, que encendió los aplausos de la mayoría de los presentes, se dio el 10 de diciembre de 2019. Quien lo pronunciaba, quizás, simplemente estaba leyendo sin entender lo que decía. ¿Acaso un funcionario del Estado no es parte del Estado? ¿Cómo es eso de no darle lugar a la oscuridad?

Otro tramo del discurso, festejado también con aplausos, mencionaba palabras casi exactas del presente del país. Al parecer, estaban disociadas de quien las locutaba.

“Queremos que no haya impunidad, ni para un funcionario corrupto, ni para quien lo corrompe, ni para cualquiera que viola leyes. Ningún ciudadano, por más poderoso que sea, está exento de la igualdad ante la ley”. ¿Acaso la excepción de la impunidad era para quien leía?

Mientras Alberto Fernández nos daba su relato moralista e idealista, en los sótanos de su vida sucedían otras cosas. Entre sus secretos existía una red de influencias alrededor del negocio de seguros en dependencias del Estado. 

Los sótanos de Alberto Fernández

En la causa que se investiga, los chats revelan como su secretaria, María Cantero, pedía que se utilicen las influencias para que su marido bróker, se quede con las contrataciones.

El trabajo de la Justicia alrededor de este caso de corrupción esta siendo una caja de Pandora. En los teléfonos secuestrados están los nombres de varios personajes de la política que llevan años operando en el poder. 

Muchos de ellos se muestran “hombres comunes y simples” que hablan de las necesidades de la sociedad y se muestran enérgicos e indignados con respecto a la falta de justicia social. Alberto Fernández, el número uno. ¿Será que el ex presidente no estaba enterado de lo que su secretaria tramaba? Imposible. La doble vara de Alberto Fernández: “nunca mas” la oscuridad y la impunidad del poder versus favorecer a ciertos sectores en negocios del Estado. Quizás no le importaba tanto. 

Tenía otras preocupaciones como estar centrado en conquistar mujeres. Siempre fue vox populi la cantidad de energía que utilizaba en hacerse el galán

La doble vara de Alberto Fernández: ese “trabajador incansable” versus el hombre que se la pasaba entre la guitarra y las mujeres. 

Vale aclarar que cualquier persona, incluso un mandatario con un país en crisis constante, puede hacer de su vida privada lo que se le cante. Sería interesante que no lo haga en horarios laborales, ni en despachos sagrados de la democracia como los que se encuentran en la Casa Rosada. Y acá el único culpable es él. Quien invita al despacho presidencial, quien sirve unas copas y quien graba jocoso un video en un lugar que debería ser honorable. Nada tiene que ver la otra persona. Sea quien sea y piense lo que piense. Doble vara es, también, culpar a una mujer y no al verdadero responsable: Alberto Fernández.

Los sótanos de Alberto Fernández no quedaron solamente en la corrupción de quien se creía el paladín de la democracia honesta. También tuvo la osadía de nombrarse defensor de los derechos y la igualdad de la mujer.

“Acá que hay muchas mujeres, por favor, empodérense. Los hombres también tenemos que hacer ese aprendizaje, porque venimos de esa cultura que ponía en segundo lugar a la mujer. Les prometo que el primer feminista voy a ser yo”, Alberto Fernández dixit. Versión 2021.

El “primer feminista” está acusado de violencia de género por su ex mujer. La causa de corrupción destapó otro ámbito de la doble vara. La Justicia encontró chats en los que se la ve a Fabiola Yáñez golpeada y las conversaciones, aluden directamente a que el responsable de los moretones fue su pareja: el ex presidente. Tan rodeado de políticas de género, de mujeres empoderadas con las que conversaba, de demostraciones de modernidad y visión de igualdad, mientras en la intimidad, había escenas de violencia intrafamiliar.

Los sótanos de Alberto Fernández

Ni honesto. Ni responsable. Ni respetuoso. Ni feminista. Alberto Fernández y estos escándalos ponen de relieve que, quienes están acostumbrados al poder y a los beneficios de fácil acceso, se creen tocados por una varita mágica que los va a eximir de culpa. Los hace creer que tienen derechos especiales y que, esos derechos,  les corresponden. 

Aunque sean contrarios a lo que proclaman para los otros. Impunidad. Se llama impunidad. Y estupor es lo que causa.

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