Todo por un voto: del amor al odio
En 40 días hay elecciones y los precandidatos a las PASO necesitan captar el voto de la ciudadanía. En Unión por la Patria, Sergio Massa hizo uso de su capacidad política para mostrarse con los heridos del cierre de listas. En Juntos por el Cambio, Mauricio Macri, pide no exponer diferencias, pero no logra calmar la feroz interna.
Dicen que del amor al odio hay un solo paso. ¿Y viceversa? En una situación normal, el duelo necesario para procesar traiciones y dolor llevaría varios pasos. La política electoral no entiende de eso. Y tampoco hay tanto tiempo.
El peronismo tiene en su adn, un comportamiento orgánico que no acepta procesos emocionales. La realidad más allá del peronismo es que, si se quiere ganar una competencia, no hay que sentir. La frialdad ante todo.
En un calendario que corre en contra, con inflación de tres dígitos y una figura presidencial desgastada, parte del oficialismo, tuvo que “tragarse el sapo” rápidamente y aceptar que no habrá internas y que los candidatos son los que se impusieron.
Los archienemigos Daniel Scioli y Sergio Massa se abrazaron en la puerta del Ministerio de Economía donde mantuvieron una reunión, Juan Manzur sonrió para la foto con el flamante precandidato a presidente y Andrés Larroque tuvo que sacar un comunicado de La Cámpora suscribiendo a la lista de unidad. Al igual que el domingo pasado, me vuelvo a preguntar si es creíble para la ciudadanía tanto “amor genuino”.
Las tan cuestionadas, pero por ahora firmes, Primarias Abiertas y Obligatorias, son la primera meta. Desde que fueron creadas en 2009, los analistas observaron que el voto de la ciudadanía tiene un comportamiento emocional para las PASO y que el criterio se modifica en las elecciones generales.
Mostrarse unidos y encolumnados es la estrategia que los últimos días sellaron con pragmatismo Sergio Massa y Cristina Kirchner. Los heridos del cierre de lista aceptaron el convite. Nada de mantener independencia y fidelidad con sus cuestiones personales. El trasfondo no es emocional, es estratégico. No es genuino, es interés. Hay que salir a convencer a propios y a ajenos por un voto en las urnas. El interesado principal: Sergio Tomás Massa.
El ahora candidato a presidente tiene el desafío de hablarle al kirchnerismo puro, guiñarles el ojo y convencerlos de que son parte de lo mismo. Massa tiene una destreza política que ha sabido confeccionar a lo largo de su carrera pero los puntos que le pide el ala dura K no son fáciles: concepto de redistribución de la riqueza, actitud ante el FMI, posición ante empresarios, postura ante reclamos sociales, entre otros. A decir verdad, en las charlas internas, no le creen al candidato de la Unidad. Pero no les queda otra.
En otro orden de cosas, la campaña de los candidatos nacionales de Unión por la Patria, tiene que mostrar gestión. Exhibir resultados es difícil. No se puede hacer lo que no se hizo en cuatro años. Pero apuntan a la esperanza. Otro ítem necesario es polemizar con Patricia Bullrich. La mayoría de las encuestas a nivel nacional, muestran que, la ex ministra de seguridad, le saca cinco puntos de diferencia a su oponente Horacio Rodriguez Larreta. “Si la interna la gana Patricia, los votos de Horacio son nuestros” analizan desde el comando de campaña oficialista.
En Juntos por el Cambio, el único que pide que se “traguen sapos” y no se peleen tan cruelmente es Mauricio Macri. No tiene éxito en el pedido y por lo bajo festeja cuando la disputa termina siendo exitosa para quien fue su ex ministra de segurida. A esta altura no se disimula que Macri quiere que Larreta pierda. A pesar de eso, intenta mediar y poner paños fríos cada vez que los candidatos se lanzan municiones pesadas en los medios de comunicación.
Esta semana, le pidió a uno de sus colaboradores que le pida a Patricia Bullrich, no ser atroz con el jefe de gobierno porteño por sus dichos al opinar que el gobierno de Macri fracasó. Su predilecta no le hizo caso y le propinó a su colega palabras como “ventajero” y frases como “hace todo por un voto”.
Todos hacen todo por un voto. Todos, todas, todes y cada versión que quieran incluir.
Daniel Scioli se sintió traicionado, su equipo hervía odio para con los albertistas y después se sacó la foto con el presidente como si no hubiera pasado nada. Larreta se mostró moderado hasta el cansancio y terminó escoltado por los mas duros en su armado electoral. Bullrich contesta sin conocimiento en temas de economía, salud y educación, pero siempre apuntando a la polarización sin tregua.
Es el momento del todo o nada. En la desesperación que corre hasta llegar al día de los comicios, cada paso puede ser la gloria por un voto mas o el peligro de tirar todo por la borda.
Preparemos los cinturones.
Se vienen días en los que se pasará del amor al odio y del odio al amor en fragmentos de segundos. Y según convenga, claro.