El silencio de radio que venía teniendo la ex vicepresidente y dos veces presidenta de Argentina sobre los comicios electorales en Venezuela, eran llamativos. Finalmente, desde México, donde dio una charla sobre “Realidad Política y Electoral en América Latina”, Cristina Kirchner habló de lo que todos esperaban. Sin nombrar a Nicolás Maduro, pidió que se publiquen las actas electorales en la nación venezolana y defendió “el principio de no injerencia en los asuntos de los otros países”.

¿Llega tarde la palabra de la líder de un sector del peronismo? Puede ser. Sin embargo, no deja de ser un distanciamiento de un presidente latinoamericano que era un aliado. El brasilero, Lula Da Silva, también sostiene cautela al respecto.

Las posturas de los líderes llamados progresistas de la región no solo desconfían de la transparencia de las elecciones venezolanas, sino que también tienen intereses puertas adentro de sus países.

La ciudadanía de la región no mira con buenos ojos a Nicolás Maduro, un mandatario que desde sus discursos destrata a todos teniendo un país sumido en la pobreza y en la escasez hace décadas. Ya no alcanza con echar culpas a sanciones económicas y al capitalismo estadounidense mientras se eterniza en el poder y proscribe a opositores. Todos estos condimentos, y más los 8 millones de venezolanos esparcidos por distintos territorios y contando historias de rechazo al Estado de su país, hicieron que la temática circule por todas las clases sociales y por la mayoría de las ideologías.

En Argentina, la causa venezolana, es nacional. Todos hablan sobre el tema. La mayoría rechaza cualquier postura que Maduro pueda tener y justifica a la oposicion de ese país, aún sin conocer de quienes se tratan. Por el otro costal, una pequeña porción de dogmáticos que defienden a ultranza al sucesor de Hugo Chavez. Esa postura es tan extrema como la otra: no conoce de errores e injusticias que se comenten hace años en Venezuela y miran para otro lado a la hora de mencionar los muertos por la represión policial en marchas pidiendo por la publicación de actas.

Cristina Kirchner, como Lula Da Silva, que intelectualmente siempre se mostraron en el carril defensor de la democracia, no pueden no tener una postura de defensa ante lo sucedido. Es darle más dominio de la escena mediática a sus contrincantes.

Quien más lo aprovechó, fue Javier Milei. Desde el inicio hizo bandera de la causa venezolana en las redes sociales y, ahora, busca liderazgo regional. El presidente evalúa convocar una cumbre en Buenos Aires con líderes que apoyaron la resolución de la OEA contra Maduro.

A pesar de eso, tuvo problemas internos al respecto. La ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino, publicó un reconocimiento a Edmundo González Urrutia como presidente electo. La Cancillería tuvo que salir a desmentirla. Otro papelón.

Pasan los días y la temática sigue vigente. Los portales de noticias tienen información ante cada suceso de Venezuela, los periodistas llenamos horas de aire televisivo al respecto analizando la situación. 

Los argentinos buscan análisis al respecto y están ávidos de saber cómo y cuándo se va a resolver el tema. Mientras tanto, las actas oficiales no están y la oposición no abunda en pruebas para denunciar fraude.  

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