Sociable, con una memoria y una lucidez envidiable y trabajador, muy trabajador, tanto que con 90 años todos los días continuaba yendo en auto a su oficina de Microcentro desde Caballito. Héctor Boggi, “Coco”, como lo conocían todos, dejó este mundo el lunes 11 de marzo y el dolor de su partida se hizo eco en Comodoro Rivadavia, donde vive Mariano, su hijo, y su nieta, Daniela. Es que Coco no solo dejó parte de su sangre en estas latitudes, sino también su huella en la industria del petróleo donde, quienes peinan canas, aún lo recuerdan.

Coco Boggi falleció el lunes 11 de marzo en Buenos Aires. El geólogo dejó su propia huella en los yacimientos donde trabajó.
Coco Boggi falleció el lunes 11 de marzo en Buenos Aires. El geólogo dejó su propia huella en los yacimientos donde trabajó.

SU PASO POR COMODORO

“Coco” llegó a Comodoro en la década del 50. Estaba de vacaciones en Buenos Aires, su lugar de origen, cuando escuchó que Panamerican International Oil estaba buscando profesionales para sumar a sus yacimientos de la Patagonia. Era finales de la década del 50 y Arturo Frondizi, el presidente de la Argentina, comenzaba un ambicioso plan en busca del autoabastecimiento energético que incluía la llegada de capitales extranjeros. 

Coco, por entonces, trabajaba en Agua y Energía en la construcción del dique el Cadillal en Tucumán. Sin embargo, la oferta era tan tentadora que junto a su esposa, Josefina, decidieron apostar al sur, recuerda su hijo a ADNSUR. Así, en marzo de 1959 viajó a Comodoro solo y unos meses después trajo a su familia.

Coco llegó a Comodoro en 1959, vivió en la Loma y luego se mudó con su familia a Kilómetro 3. En esta ciudad nacieron varios de sus hijos, incluido Mariano que eligió la ciudad para vivir.
Coco llegó a Comodoro en 1959, vivió en la Loma y luego se mudó con su familia a Kilómetro 3. En esta ciudad nacieron varios de sus hijos, incluido Mariano que eligió la ciudad para vivir.

Coco se desempeñaba en perfilaje en Cerro Dragón. Trabajaba en el yacimiento y junto a su familia vivían en un pasaje que lindaba con la calle Saavedra. Allí estuvo un tiempo hasta que les dieron una casa en Diadema y se fueron a vivir allá.

Durante 10 años, Boggi trabajó en Dragón como geólogo de pozo, de mapping y en reparación de pozos. También estuvo en Producción, hasta que en 1967 fue contratado por YPF para prestar servicio en el Departamento de Geología y luego ser jefe de área de Producción en los yacimientos de Trébol, Tordillo, Pampa del Castillo, Chulengo. 

En esos años también integró la comisión del Club Huergo, hasta 1972, cuando lo trasladaron a Río Gallegos como administrador a cargo del desarrollo de los yacimientos El Cóndor-Cerro Redondo.

Su paso por esa ciudad fue fugaz, aunque también supo dejar una huella como integrante del Automóvil Club. Eran tiempos en que se celebraban las 24 horas de Río Gallegos. Es que Héctor siempre fue un amante de los autos, principalmente los antiguos. Muchos aún recuerdan su Ford 37, el 35 y un Chevrolet 39, además de su activa participación en Club del Ford V8, una vez que se fue a Buenos Aires.

Coco era un amante de los autos clásicos.
Coco era un amante de los autos clásicos.

Precisamente a capital llegó en el 74 desde Río Gallegos y allí se quedó. Los primeros tres años trabajó en el departamento de Exploración y producción de YPF y luego se sumó a Bridas, donde trabajó hasta 1990.

Coco fue gerente de Producción en Piedra Clavada (Santa Cruz), El Cordón (Santa Cruz), El Sauce y Cerro Bandera (Neuquén), hasta que en la década del 90 se sumó a una corporación de capitales correntinos que incursionaba en petróleo y había comprado un área en Neuquén. Allí fue gerente de operaciones en Centro Oeste y Caimancito.

Finalmente, cuando la empresa se asoció a capitales españoles, continuó prestando servicios en Petróleos Sudamericanos hasta la pandemia. 

Coco junto a Mariano, su hijo, Diego y su bisnieto y junto a Daniela, su nieta.
Coco junto a Mariano, su hijo, Diego y su bisnieto y junto a Daniela, su nieta.

Mariano recuerda que aún con 90 años su padre iba todos los días a la oficina. Daniela, su nieta, agrega que tenía una lucidez envidiable y operaba incluso solo su home banking. Sin embargo, luego de la pandemia, poco a poco su salud fue decayendo y el último lunes, con 96 años, falleció, dejando una huella en cada una de las ciudades por las que pasó.

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