CAPITAL FEDERAL - Se cumplen 27 años de uno de los femicidios más emblemáticos de la historia criminal argentina. El 15 de noviembre de 1992, Ricardo Barreda acribilló a escopetazos a su esposa, su suegra y sus dos hijas en su casa de La Plata.

Era diciembre de 1992 cuando Miguel Maldonado se encontró por primera vez en un cuarto de la comisaría primera de La Plata con el odontólogo. “Estaba tranquilo”, describió el perito sobre el múltiple femicida.

Alojado en uno de los calabozos, Maldonado contó que a Barreda lo visitaba una tía lejana. Era ella quien le llevaba cigarrillos, ropa y comida. “Nunca le faltó nada y no necesitaba más”, dijo el psiquiatra.

El femicida, “inspiraba simpatía en las damas y respeto entre sus pares. Incluso, en la cárcel”, aseguró. Por ello, no fue casual que sus compañeros de la prisión lo eligieran, más tarde, como el encargado de contabilizar los recursos con los que contaban.

Durante la entrevista, Barreda siempre se mostró sereno. No obstante, su parsimonia se rompía cuando hablaba de sus víctimas: su mujer Gladys McDonald, sus dos hijas, Cecilia y Adriana Barreda y su suegra, Elena Arreche. Allí, el gesto se tornaba “en repulsión, nunca de arrepentimiento”.

“Solo lo vi enternecerse hablando de sus hijas cuando las recordaba de pequeñas. En ese momento, se sentía acongojado por ellas. Pero era solo un pantallazo fugaz de sensibilidad”, siguió con el relato el perito.

Además, el odontólogo “no tuvo ningún tipo de miramientos con la suegra. Decía que ella era un ser humano y que tenía sus derechos pero… y ahí venía un montón de quejas. Aseguraba que le había arruinado la vida, que se había metido entre él y su mujer y que lo había alejado de sus hijos. La consideraba uno de los pilares de su desgracia familiar“.

Por otro lado, Maldonado destacó el rol de “Pirucha” Guastavino en el desenlace de la tragedia. La presunta vidente era su amiga de toda la vida y en el último tiempo se había convertido en su sostén. “Decía que ella lo comprendía como nadie. Fue ella quien alimentó las ideas delirantes de Barreda”, sostuvo el psquiatra.

“Un día Pirucha ‘descubrió’ en la casa de Barreda un ‘muñeco vudú lleno de alfileres que le dejaron ‘las amazonas’ (como despectivamente llamaba a las mujeres que mató) y tuvo la certeza de que debía asesinarlas. De lo contrario, su vida corría peligro. Creía que ya lo habían intentado. Él les decía a sus amigos: ‘Son ellas o yo’ y realmente lo creía. Era una frase que resonaba en su cabeza día y noche, atormentándolo y tornando su vida en un calvario”, reveló Maldonado.

LOS FEMICIDIOS

Ricardo Barreda mató a su mujer, hijas y suegra el mediodía del 15 de novimbre de 1992. Fueron nueve disparos de grueso calibre que nadie escuchó en el vecindario. El odontólogo llevaba un guardapolvo gris que se sacó y guardó en una bolsa.

Luego de juntar los cartuchos, desordenó casi todos los ambientes de la casa para simular un robo, pero un detalle arruinó su coartada: se olvidó de hacerlo en su propia habitación.

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