El hallazgo de un cuerpo ensangrentado en un departamento del cuarto piso de un edificio en pleno centro de San Carlos de Bariloche dejó a la comunidad en estado de shock. La víctima, Gilberto Ceballos, un técnico de 60 años que trabajaba en la empresa estatal de alta tecnología INVAP, fue encontrado en la bañera con 41 heridas de arma blanca, un hecho que fue descrito como un brutal asesinato.

El escenario del crimen, ubicado en la calle Ruiz Moreno 155, a pocos metros del imponente Lago Nahuel Huapi, presentaba un cuadro dantesco. Los policías de la División Criminalística que arribaron al lugar encontraron sangre en el suelo, en las paredes, en la habitación y en el comedor. La escena sugería un acto de violencia extrema que culminó con la muerte de Ceballos, quien presentaba nueve heridas en el cráneo, dos profundas en el pecho y 30 en las manos y brazos, estas últimas resultado de un intento desesperado por defenderse.

Minutos antes del descubrimiento, Nicolás Roa, un joven de 18 años y ahijado de la víctima, se había presentado en la Comisaría Segunda de Bariloche. Visiblemente alterado, confesó haber apuñalado a su padrino tras un presunto intento de abuso sexual. “Intentó abusar de mí y solo me defendí”, fueron sus palabras antes de ser detenido.

El informe forense reveló que Ceballos fue atacado con un cuchillo de 21 centímetros de largo y 2,5 de ancho, y que la causa de muerte fue una enorme hemorragia provocada por las múltiples heridas. Los hechos habrían ocurrido entre la noche del jueves y la madrugada del viernes, y el joven confesó el crimen unas 13 horas después.

Roa, quien había estado viviendo con Ceballos durante los últimos cinco meses, fue imputado por homicidio agravado por ensañamiento y alevosía. Durante la audiencia de formulación de cargos, se destacó la crueldad del ataque, señalando que el joven actuó de manera deliberada para asegurar que la víctima no pudiera recibir ayuda. El juez Víctor Gangarrosa, a cargo del caso, dictó prisión preventiva por cuatro meses para Roa, negando la posibilidad de prisión domiciliaria solicitada por su defensa.

Las cámaras de seguridad del edificio y de la cuadra confirmaron que nadie más ingresó al departamento el viernes, aparte de la víctima y el acusado. Las huellas encontradas en el lugar, tanto descalzas como de zapatillas, coinciden con las de Ceballos y Roa, respectivamente, aunque aún se esperan los resultados de las pericias para confirmar esta evidencia.

El juez Gangarrosa justificó la decisión de mantener a Roa en prisión preventiva señalando la incertidumbre sobre lo que hizo el joven durante las 13 horas que transcurrieron entre el crimen y su confesión.

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