El comerciante de Trelew que se armó para defenderse: "Si vuelven a robarme les disparo a las piernas”
“Primero sentí mucha angustia y luego una gran bronca. Las herramientas son una extensión de mi cuerpo”, afirmó Jorge Moyano que domina las armas de fuego a la perfección. Pero de todos modos, a pesar del contexto, pone expectativas en la reforma del Código Procesal Penal en la Legislatura provincial.
A lo largo de sus 72 años de vida, Jorge Moyano recorrió el país por sus conocimientos técnicos en la Centrales eléctricas, montajes de estructuras mecánicas e incluso transitó dos años en la Armada Argentina -en su tiempo del servicio militar obligatorio- que lo llevaron hasta San Diego (EEUU) a bordo del ‘ARA Py’, actualmente retirado de servicio de la Fuerza Naval.
Desde muy joven, ejercitó las prácticas con armas de fuego y adquirió una gran capacidad que le permitió ganar competencias nacionales de la especialidad. Nació en Córdoba pero vive en Chubut desde 1987 donde se desempeñó en el Parque Industrial, en distintas fábricas de la zona y –en los últimos años- es el encargado oficial de reparaciones de los equipos y productos de la firma ‘Gama’.
En los últimos dos años, sufrió tres robos de sus productos, equipos y herramientas que le provocaron pérdidas económicas por un monto superior a los $2.500.000. En todas las oportunidades, realizó la denuncia en la comisaría 1° y observó el procedimiento habitual que realiza el personal policial convencional, la Policía Científica y la División de Investigaciones.
Nunca hubo resultados con las investigaciones, no recuperó ninguno de los elementos y recibió las notificaciones que “se cerraba la causa por falta de pruebas” en relación con los hechos.
En diálogo con ADNSUR, Moyano aclaró que conoce –perfectamente- las eventuales consecuencias policiales y judiciales por sus actos pero recordó “cuando vine al local a presenciar la magnitud de los robos que sufrí y las pérdidas de mis herramientas de trabajo de toda una vida; primero me embargó una profunda tristeza y luego una tremenda bronca. Las herramientas son una extensión de mi cuerpo”.
A continuación, en uno de los pasajes más polémicos e inquietantes de su postura, afirmó “decidí proteger mis bienes y mi propiedad con otros métodos. A lo largo de mi vida, desarrollé el manejo de las armas de fuego (soy portador legal y están declaradas), sé donde disparar, no quiero matar a nadie pero -si alguien se atreve a intentar robarme de nuevo- lo voy a rechazar con disparos en sus piernas”.
Al margen de sus palabras –envueltas en una profunda sensación de ira- el comerciante se mostró esperanzado que avance un tratamiento serio sobre la reforma del Código Procesal Penal en la Legislatura del Chubut para que existan penas más duras y otro tratamiento para las personas que delinquen.
También, requirió patrullajes permanentes de los efectivos policiales por su barrio en protección de su local y también de las propiedades de los vecinos.
Estas declaraciones generaron una mezcla de preocupación, alarma e impacto emocional. Por supuesto que el Estado tiene el monopolio de la fuerza pública en la sociedad. Es uno de los puntos principales para consolidar en estos 41 años de Democracia.
Es un planteo al filo del abismo concebir que los ciudadanos se puedan armar en defensa propia. También es irracional que los delincuentes puedan realizar robos violentos, atemorizar a la ciudadanía y nutrir un sistema de comercio ilegal que les puede generar enormes riquezas para alimentar la máquina delictual.
La balanza siempre se tiene que inclinar por la respuesta que ofrece el Estado a través de sus instituciones. Como lo señalamos en ADNSUR en cada oportunidad que hablamos de los temas de seguridad pública, se impone –sin demora- un abordaje institucional, transversal y profundo que incluya a todos los organismos de Gobierno del Chubut, las Fiscalías, los comerciantes y las asociaciones vecinales.
No se puede dar lugar a las reacciones violentas individuales sino que las respuestas tienen que ser colectivas pero inmediatas. El tiempo apremia y las consecuencias de la omisión abonan el terreno para los peores escenarios.