CORRIENTES -  En junio del 2019 Darío Emanuel Aguirre, que gozaba de una eximición de prisión otorgada por la Justicia mientras era juzgado por el abuso sexual de su hijastra de 3 años, se fugó en la etapa final del juicio. Hace una semana, se descubrió que estaba internado en un hospital de campaña con coronavirus, y este domingo falleció. Su expareja, Erika, quien lo había denunciado y esperaba justicia, pide poder reconocer el cuerpo ante la sospecha de que sea otra estrategia del acusado para evitar ser juzgado.

El 14 de junio del 2019, Darío Emanuel Aguirre se sentó por última vez ante el Tribunal Oral Penal N° 1 de Corrientes, donde era juzgado por abusar sexualmente de su hijastra de tres años. En las audiencias que siguieron, incluyendo la última de todas, en la cual debía dictarse una sentencia, ni Aguirre, que estaba en libertad, ni su abogado se presentaron, por lo cual la Justicia correntina lo declaró en rebeldía y dispuso un pedido de captura nacional e internacional, apunta El Litoral.

Después de pasar más de un año prófugo, y en medio de la pandemia de coronavirus, la Justicia dio con él de un modo insólito: Aguirre, de 40 años, acusado del delito de “abuso sexual gravemente ultrajante y doblemente calificado”, fue encontrado en la unidad de cuidados intensivos del hospital de campaña “Escuela Hogar” de la ciudad de Corrientes, donde se encontraba internado con su nombre y su DNI en estado crítico y bajo protocolo de covid-19, ya que presentó síntomas compatibles con la enfermedad que produce el virus.

Luego de que el tribunal confirmara su identidad, la jueza de Instrucción Cynthia Godoy Prats, a cargo del caso, ordenó el viernes pasado su inmediata detención, por lo cual Aguirre, que trabajaba como conductor de ambulancias del sistema de emergencias y fue empleado del Ministerio de Salud Pública de Corrientes entre principios del 2012 y mediados del 2019, de acuerdo a sus registros previsionales, estaba internado pero con custodia policial hasta su eventual recuperación.

La causa contra él comenzó cinco años antes de su huida, en julio del 2014, cuando su expareja Erika, con quien por entonces llevaba menos de un año de matrimonio y tenía una hija en común de ocho meses, decidió denunciarlo ante la División de Delitos contra la Integridad Sexual. En ese momento, la mujer contó que al poco tiempo de ser padres Aguirre había empezado a maltratarla física y psicológicamente, y que, tras varios episodios de golpes, y especialmente luego de un día en que quiso quemarle la mano con una hornalla delante de sus hijas, ella había decidido separarse definitivamente e irse de la casa.

Erika se mudó entonces con sus dos hijas a la casa de sus padres y fue ahí donde empezó a notar que M., su hija mayor, que es hija biológica de una pareja anterior pero había adoptado el apellido de su padrastro, tenía comportamientos y actitudes extrañas: temores nocturnos, miedo a estar sola, resistencia a comer y hasta al momento del baño, porque no quería que nadie la tocara ni la viera desnuda. M. le contó entonces a su abuela y a su mamá que “Darío”, a quien ella sólo había llamado “papá” las primeras semanas de convivencia, le había hecho “mucho daño” y la había obligado a hacer cosas que ella no quería.

En 2017 la causa se elevó a juicio y, cinco años más tarde de la denuncia, a mediados del 2019, en la última audiencia a la que Aguirre asistió del proceso oral en su contra, se presentó ante las partes el informe de Cámara Gesell. En esa declaración, M., que hoy tiene 10 años, había contado con detalles las vejaciones y los tocamientos a los que su padrastro la sometió en varias oportunidades entre enero y junio del 2014: la menor contó en esa oportunidad, a través de dibujos y en sus propias palabras, que Aguirre la tocaba, la obligaba a ella a tocarlo y la amenazaba con que, si contaba algo de lo que él le hacía, iba a prenderla fuego a su mamá.

La víctima, que está desde el momento de la denuncia bajo tratamiento psicológico, contó también que Aguirre, que era quien la buscaba todos los días del Jardín de Infantes, aprovechaba el trayecto en auto de regreso a su casa para abusar de ella, al igual que los momentos en que quedaba sola con él dentro de la vivienda, siempre bajo la amenaza de guardar silencio para evitar que su madre fuera asesinada.

Fuente: El Litoral

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