¿A qué vino Kicillof a Chubut?: La excusa institucional para hacer política y una foto con "Nacho" Torres que nadie terminó de entender
Bajo el discurso anti grieta apoyado en el federalismo, el encuentro de los gobernadores en Rawson dejó más dudas que certezas, porque confundió a propios y extraños. La sensación es que el bonaerense vino a copar la parada y la firma del convenio le sirvió de base para hacer política partidaria. A juzgar por la reacción de su tropa, Torres parece haber cometido el primer furcio político de su mandato.
La ambulancia suele ser la metáfora más habitual en política para hablar del rescate de heridos que quedaron en el camino. El gobernador chubutense, Ignacio Torres, ha demostrado ser, con sus flamantes 36 años, un estratega en esa materia.
Paradójicamente, el primer “error” de lectura de su mandato fue prestar su territorio a una figura de la oposición como Axel Kicillof, quien usó como plataforma una entrega en comodato de estos vehículos para venir a hacer política partidaria.
Un día después de una foto que recorrió el país, las repercusiones no cesan y hay dos preguntas que se repiten en todos los ambientes políticos, y que son consecuencia de que no se entendió el mensaje. Una es ¿qué vino a hacer Kicillof a una provincia tan lejana y de otro signo político?; y la otra ¿qué ganó Nacho Torres con una foto que confundió a sus propios votantes?
La idea original quedó expresada en el discurso de Torres en la firma del convenio: dirigirse a los jóvenes que están cansados del discurso de Boca vs. River, y mostrar un trabajo mancomunado de dos figuras de distinta ideología y pertenencia, que gestionan juntos para solucionar los problemas de la ciudadanía.
Un mensaje anti grieta, vinculado con la manera transversal de ver la política que tiene Torres, que en su provincia suma a su equipo figuras de todos los colores bajo su ala y se fagocita a cualquier atisbo opositor. Visto con esos ojos, se entiende el objetivo de sacarse una foto bañada de “federalismo” para que la vea Javier Milei en la Casa Rosada.
Pero una cosa es la teoría, y otra la praxis: en los hechos, cabe preguntarse si para lograr ese objetivo era este el momento indicado y, sobre todo, si era el ex ministro de Economía de Cristina Kirchner, su “niño mimado” de siempre -por más divisiones que se estén comentando por estas horas a través de versiones que desconoce el gran público- el rostro adecuado para dar ese mensaje.
El contenido discursivo además fue extraño, en el sentido de ponderar un convenio firmado con el aval de los titulares de salud, Sergio Wisky y Nicolás Kreplak, que aportará supuestamente recursos de equipamiento, tecnología y asistencia para el sistema sanitario de Chubut.
¿Esto significa que del modelo chubutense de la obra social Seros, de excelente relación con los prestadores, se pasará al modelo de Ioma, que tiene pésima opinión entre los usuarios y prestadores bonaerenses? Es una pregunta válida que quedó flotando entre los que entienden en la materia y que no ven a Buenos Aires como una provincia que sea ejemplo en esa área.
La tan ponderada “centralidad” que buscó ratificarse a través de una foto en la que un gobernador de la provincia más poderosa del país venía al pie de su joven colega, a pisar con respeto territorio ajeno, finalmente no se vio. Quedó flotando la sensación de que ocurrió todo lo contrario: la invitación institucional le vino como anillo al dedo a Kicillof para mover sus fichas a nivel local y activar a un PJ dormido.
No gustó
La presencia de Kicillof en Chubut no le gustó a la tropa de Torres y si bien estaban presentes algunos diputados alineados y los intendentes que tenían que firmar la entrega de las ambulancias para sus comunas, como los radicales Damián Biss y Darío James -por citar dos casos- hubo ausencias notables.
La más obvia de todas fue la del vicegobernador Gustavo Menna, que no pierde oportunidad en fotografiarse con Torres cada vez que puede. Esta vez, seguramente usando como excusa alguna actividad en la Legislatura, evitó prestarse a una imagen con una de las históricas figuras del kirchnerismo, espacio político al que combatió toda la vida como legislador.
Lo de Menna fue más coherente con su discurso de campaña y alineado con el pensar de los radicales que lo tienen que ungir como presidente de la UCR en los próximos días. No suena alocado pensar que el vicegobernador evitó mostrarse con un emblema K que poco le hubiera sumado a la hora de construir identidad hacia adentro de su espacio.
Y a esto pueden agregarse las reacciones en las redes sociales, donde Nacho Torres suele moverse como pez en el agua. Esta vez, la mayoría de los comentarios fueron negativos, y hubo un enorme silencio de referentes de Despierta Chubut que no salieron en manada a respaldar la movida: no pudieron defender aquello de lo que no estaban convencidos.
El discurso anti grieta que buscaba Torres no prendió en la gente, y para colmo, las jugadas paralelas de Kicillof echaron nafta al fuego. Lejos de quedarse en la actividad institucional, organizó junto a figuras locales del PJ, como por ejemplo el diputado y aspirante a presidir el PJ, Gustavo Fita, una serie de reuniones con la dirigencia peronista y con el arco sindical.
Lejos del efecto buscado por Torres, la jugada de un “presidenciable” como Kicillof reactivó al peronismo dormido, ya que vino con un discurso combativo y les pidió unirse todos para enfrentarse al gobierno del enemigo común, que es Milei. Los grupos de chats del justicialismo así lo demuestran: muchos se entusiasmaron.
Y el mejor ejemplo que confirma las reacciones anteriores, es que todo el escenario de la visita estelar bonaerense sirvió para que figuras opositoras, como el diputado César Treffinger, y especialmente el hasta aquí invisible Juan Pablo Luque, salieran a chicanear y disfrutar el momento. Nunca tienen la chance de desafiar a Torres, y esta vez vieron la oportunidad y la aprovecharon.
El balance de la cumbre de gobernadores del miércoles arroja que lo que fue ideado como una puesta en escena de la centralidad política de Torres y Chubut, en realidad pudo haber sido su primer “furcio” en 6 meses de gestión, un error de cálculo que quizás traiga un baño de realidad.