COMODORO RIVADAVIA (Por Raúl Figueroa / Especial para ADNSUR) - El agravamiento del problema petrolero en una ciudad cuyo telón de fondo quedó marcado por el reconocimiento, como a lo largo de los últimos años, de que las grandes o medianas obras de infraestructura siguen siendo una promesa difusa, plantean interrogantes de cara a una segunda mitad de año de grandes complejidades. Si el escenario petrolero no pudo sostenerse con los precios internos y otras políticas de subsidios, que fueron estimados en alrededor de 5.000 millones de dólares para todo 2016, sólo queda empezar a proyectar cuánto más se agravará el problema a fines de año, cuando desaparezcan los precios internos y el mercado internacional impacte plenamente en la producción petrolera del país.

Ambas realidades, la de la ciudad y la del petróleo, conviven como caras de una misma moneda. Cuando el intendente Carlos Linares admitió en tono frustrado que Nación no cumple con las obras esperadas porque Chubut no es un “aliado estratégico” del gobierno nacional, es difícil no preguntarse si alguna vez la provincia revistió tal carácter, considerando que durante los años de gobierno kirchnerista tampoco llegaron las realizaciones esperadas: por la multitrocha Rada Tilly-Caleta se viene penando desde hace varios años; la obra de ampliación del aeropuerto no fue priorizada en épocas de la bonanza petrolera; y seguir nombrando al “camino de circunvalación” parece ya una broma cruel.
En los próximos 3 meses, en fin, sabremos si este año “octubre” es el mes que coincide con la conclusión de la obra de repotenciación del acueducto (ya que también fue anunciada la inauguración para “octubres” de años pasados), antes de empezar la nueva temporada de cortes de agua. Y una vez terminada esa obra, luego de tantos años, se debe empezar a priorizar la regulación de caudal del río Senguer en la naciente del lago Fontana, para garantizar que en los veranos del futuro cercano las tomas del acueducto en el lago Muster tengan agua para ingresar al sistema.
PROMESAS INCUMPLIDAS
No se trata de justificar las postergaciones actuales con las del pasado, sino de buscar el origen de que la ciudad transite permanentemente en una nube de promesas incumplidas, al tiempo que su deteriorada infraestructura está lejos de reflejar la riqueza petrolera que, aun en la crisis actual, debió proyectar mejores resultados en los tiempos de precios altos.
La pregunta sigue siendo desde dónde articular los liderazgos capaces de reclamar y gestionar los resultados tantas veces postergados. Lamentablemente, no sobran las respuestas.
Vale recordar que la cuenca San Jorge entregó no menos de 4.500 millones de dólares a lo largo de más de una década en concepto de regalías liquidadas a precios más bajos que los que mostraba la cotización internacional –cuando estos alcanzaron los máximos históricos-, o que Nación recaudó otros miles de millones en concepto de retenciones a la exportación de crudo, para contrastar con las condiciones que hoy atraviesan Caleta Olivia o Comodoro Rivadavia.
Hoy la situación es inversa. La política de precios sostén para el barril de crudo insume un subsidio del orden de los 5.000 millones de dólares en un año, según las estimaciones basadas al calcular la diferencia entre el precio promedio internacional y el que se paga en el país; esos montos están sostenidos principalmente sobre los precios de los combustibles, además del aporte acordado para subsidiar al petróleo exportado desde esta cuenca.
Sin embargo, a la luz de los hechos, esa política no alcanza para evitar el empeoramiento de la conflictividad, que esta semana se profundizará a partir de la falta de acuerdos por la jornada de 8 horas para el personal de torre –que representa entre el 20 y 30% del total- y la productividad: si la cuenca se “prende fuego”, todos los esfuerzos (de una gran parte de la sociedad) habrán sido vanos.
A esta altura, esperar un último esfuerzo de ambas partes (por ejemplo, que las operadoras puedan dar una señal para atenuar el impacto de la baja de equipos, que en la cuenca se reflejó en una caída de inversión superior a los 180 millones de dólares; o que los sindicatos puedan admitir algunas reformas en los esquemas de trabajo) es casi tan iluso como aguardar a que alguna vez en Comodoro se terminen (o comiencen) las obras tantas veces postergadas.
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