Cómo será el Estadio del Centenario, qué eventos se podrán realizar y lo que habrá que arreglar tras 15 años de abandono
La decisión del intendente Luque para concluir la obra del Estadio del Centenario con fondos municipales abre una discusión amplia en la sociedad, pero es menos conocida la funcionalidad y tipo de actividades que podría albergar. Esta vez, ¿será la vencida?
El debate fue intenso y extenso. Y seguramente así seguirá. Pero en un punto, casi todos estuvieron de acuerdo. Los concejales, desde los distintos sectores, expresan su opinión en la sesión del viernes de que “en algún momento” la obra se tiene que terminar. Los desacuerdos se seguirán expresando en los costos, en el contratista, en la oportunidad o en los incumplimientos anteriores, pero vale preguntar, entonces: ¿para qué podría utilizarse un espacio de estas características?
El proyecto al que el municipio destinará 1.000 millones de pesos para su conclusión tiene una superficie de 8.000 metros cuadrados y una capacidad que oscila entre 6.000 y 10.000 espectadores, según se trate de público sentado en las tribunas u ocupando también el campo de juego, que queda totalmente techado.
El espacio está pensado de manera modular, para que pueda albergar eventos deportivos, con capacidad para adaptar el campo de juego a torneos de alcance internacional en deportes como, fútbol de salón, handball o básquetbol, en este último caso con previsión para cumplir con las exigencias internacionales en materia de seguridad.
“Llegado el caso, podría organizarse un Mundial de Fútbol de Salón, o un torneo de tenis de primer nivel –contó uno de los arquitectos a cargo del seguimiento de la obra-. O también para grandes recitales y otros espectáculos culturales, para lo que puede disponer el escenario en cualquiera de las cabeceras y en ese caso la capacidad de público aumenta, por la gente que puede estar parada en el campo”.
El estacionamiento, pese a la complejidad de la zona en que fue pensada la ubicación, está proyectado para 1.200 vehículos, ubicado sobre la misma manzana visible al edificio que hoy está a medio construir, pero que en 18 meses, si se cumple esta vez con el compromiso asumido, debería estar concluido.
Un recorrido por lo que hay
El acceso al futuro estadio exige hoy, luego de años de ingresos furtivos y saqueos, el paso por una garita de seguridad. Caminar hacia el interior es la muestra cruda del fracaso de una sociedad que choca muchas veces con las mismas piedras y no parece dispuesta a aprender, pero al mismo tiempo, un reflejo de lo que podría ser.
El perímetro semi ovalado de hormigón que permite el montaje de las tribunas, con viguetas del mismo material, está casi completo, salvo un tramo del sector norte, donde durante años hubo una estación reguladora de gas que al no moverse a tiempo, contribuyó a sumar Motivos para la demora de una parte de la obra.
En algunos sectores laterales se observa un contrapiso parcial, pero el paso del tiempo lo ha afectado y producido roturas que habrá que ver si debe quitarse en su totalidad o en algún porcentaje de poca importancia.
En el interior del predio están visibles también las chapas roladas para desplegar en el techo, además de las columnas que en algunos casos estn superpuestas, sin amurar, con muestras de óxido que reflejan uno de los problemas a resolver.
Desde lo alto de una de las tribunas es posible apreciar la magnitud del lugar, que una vez culminado puede imaginarse espléndido. Una obra que seguramente no es prioritaria hoy, ni mucho menos. Pero que si se contara con su realización, sería un espacio de uso comunitario de amplia aceptación y utilidad.
“Hasta un partido de la NBA, por ejemplo, podría jugarse en este estadio porque cumpliría todos los requisitos”, se entusiasma el mismo profesional, que defiende la importancia del proyecto desde el punto de vista técnico y alejado, según confiesa, de cualquier identidad político partidaria.
Durante la sesión del viernes en el Concejo, hubo un momento delicado. Fue cuando el concejal Gustavo Reyes respondía a las críticas del radical Tomás Buffa, recordando que fue el intendente Jorge Aubía quien optó por el proyecto de un estadio, cuando podría haber elegido cualquier otra obra a financiar por Nación, ante el cumpleaños número 100 de la ciudad, allá por el lejano año 2001.
Reyes ha destacado la figura de Aubía en otras oportunidades, por encima de las diferencias partidarias, por eso es posible interpretar que en sus palabras no había una chicana hacia la figura del extinto ex intendente. Es probable que sus dichos hayan reflejado algo más profundo de lo que buscó: las actuales generaciones no pueden culpar a los muertos por los problemas que no supieron los vivos resolver hasta ahora, pero las futuras sí podrán demandar a las actuales si es que siguen pateando la pelota hacia delante.
Esa es la paradoja cruel que presenta el Estadio del Centenario: hay muchas otras necesidades, pero en cualquiera de los casos, la peor opción sigue resultando que quede a mitad de camino, como está hoy. Ni qué decir tiene, si dentro de 18 meses la obra sigue durmiendo el sueño (casi) eterno en que se encuentra hoy. Y lo peor: habiendo perdido otros mil millones de pesos de las arcas públicas locales.
La historia de la paralización
La obra había sido iniciada el 18 de octubre de 2006 y tenía un presupuesto original de 30 millones de pesos. Originalmente, como resultado de la licitación pública nacional fue adjudicada a la UTE conformada por Torraca Hnos y Edisud, con un plazo de 540 días de realización. Sin embargo, al cabo de un año y medio, la obra comenzó a paralizarse cuando tenía poco menos del avance que se observa hoy.
Quienes conocen de cerca la historia resaltan que el financiamiento de Nación dejó de llegar cuando el entonces gobernador Mario Das Neves se distanció de Néstor y Cristina Kirchner, en el año 2007, cuando luego de ser reelecto por amplia mayoría en Chubut reveló sus aspiraciones de pelear por la presidencia del país, cuatro años después.
Hasta ese momento, Nación había desembolsado unos 13,9 millones de pesos, por lo que en teoría los trabajos alcanzaban cerca del 50 por ciento de avance, considerando el monto original.
Aquella causal política (otra vez: la culpa no siempre será de los muertos) fue expuesta públicamente por Néstor Di Pierro poco antes de asumir su período como intendente, en 2011, cuando ya la obra llevaba 3 años de paralización. Fue en una entrevista en la que el mandatario reconocía que el gobernador electo Martín Buzzi había hecho bien en expresar su alineamiento con Cristina Fernández, que en octubre de aquel año derrotó, con el 54 por ciento de los votos, a la fórmula presidencial integrada por Duhalde-Das Neves:
“¿De dónde vamos a sacar la plata para el estadio del centenario o el camino de la circunvalación?”, preguntaba, allá por julio del año once, el ex intendente de Comodoro y actual presidente de Chacarita Juniors. La historia refleja que dicho alineamiento tampoco fue garantía de mucho, porque la obra seguiría brillando por su ausencia, al igual que la circunvalación.
Previamente a los movimientos en el escenario político, habían comenzado los cambios entre los hilos empresarios. En poco tiempo, la firma Torraca fue reemplazada por Esuvial, mientras que hacia el año 2010, la firma CPC, de Cristóbal López, reemplazó a Edisud.
En 2013 hubo nuevos anuncios sobre el reinicio de la obra, que se esperaba para septiembre de aquel año. Algún movimiento hubo, porque llegaron las vigas y los techos, desde un fabricante cuya planta se ubica en la provincia de Mendoza; y también las ventanas, pero no hubo mayor avance de obra, salvo la colocación superpuesta de algunas de las cabreadas.
En ese período, el envío de fondos sumó alrededor de otros 30 millones de pesos, mientras que el cambio de gobierno, al asumir Mauricio Macri, motivó una revisión que puso en duda los avances certificados hasta el momento (se habló de una "sobre certificación del 5 por ciento"), por lo que el expediente de la obra derivó en una denuncia ante la Oficina Anticorrupción, que a su vez trasladó los hechos a la justicia federal por una presunta defraudación al Estado nacional. Hasta el momento, la causa judicial no arrojó resultados concretos.
Como resultado de esa nueva paralización, en 2018 el entonces intendente Carlos Linares decidió avanzar en la rescisión del contrato con la UTE encabezada por CPC, pero ésta apeló judicialmente esa medida, por que el contrato con el municipio volvió a tener vigencia.
Con el acuerdo aprobado por el Concejo Deliberante este viernes, con los votos de la mayoría, ahora la obra será solventada con fondos municipales, a la espera de que Nación compense ese monto con recursos para financiar obras previstas en el presupuesto municipal.
Lo que debe arreglarse
Quienes aprobaron el proyecto para que el municipio absorba la finalización de la obra en manos de CPC asumieron también una responsabilidad importante. Es que antes de reiniciar los trabajos faltantes, debe revisarse en profundidad lo construido hasta ahora, para detectar si el daño provocado por el paso de los años es reversible o no.
En particular deberán ensayarse las estructuras de hormigón y fundamentalmente las cabreadas o vigas sobre las que debe montarse el techo, por lo que un proceso de arenado para revertir el óxido que ha provocado el aire salino que da la contigüidad del mar es un trabajo fundamental.
En el acta firmada entre el municipio y la empresa se reconoce que se deberá “fabricar, reemplazar o reconstruir” de trabajos aun cuando ya estuvieran certificados.
“Al día de la fecha –dice informe presentado para la renegociación en diciembre último- la obra lleva sin actividad casi 4 años, quedando los trabajos realizados expuestos a condiciones de exposición (sic) ambiental, daños por vandalización y paso del tiempo”.
“Debido a que no se llevaron acciones de prevención, será necesario contemplar las tareas que resulten indispensables para reacondicionar obrador y las estructuras e instalaciones que padecieron la paralización de la obra y poner en valor inversiones realizadas”.
“La empresa tendrá a su cargo y costo –se añade- para el reinicio de la obra tareas de recuperación que no forman parte del listado de trabajos remanentes, por estar ya certificados o por sufrir deterioros o vandalización luego de la neutralización de la obra”.
Se establece además que deberán realizarse ensayos y ajuste de bulones, bridas y soldaduras. Reemplazo de vidrios y carpintería afectada. Uno de los datos más inquietantes lo dejó en la sesión el opositor Omar Latancio, quien aún con duras críticas acompañó la iniciativa y se comprometió a participar del seguimiento de los trabajos:
“Hay que bajar completo el techo para hacer el arenado, porque el fabricante es de Mendoza y no tuvo en cuenta la acción de la sal marina sobre este tipo de estructuras”, advirtió, al tiempo que insistió que las inspecciones no pueden estar en manos de una sola persona.
Desde el municipio se enfatizó que se está trabajando en una auditoría externa, para lo que se piensa en una línea de trabajo con la Universidad, a fin de que participen profesionales de distintas disciplinas en la verificación de las condiciones actuales.
“Se van a hacer todos los reclamos a través de los libros de órdenes de servicio, en base a lo especificado en el Pliego Licitatorio, más las especificaciones que se consideren necesarias agregar –se indicó-. Así se hace en todas las obras, pero en ésta vamos a conformar una inspección especial, con ingenieros calificados”.
A partir de ahora, el estadio no es sólo una cuestión de plata, mezquindades políticas e ineficiencias burocráticas. Ni solamente de olvidos o corrupciones. Si realmente se piensa en terminar la obra, la principal garantía debe ser, de aquí en más, para las personas que podrían ingresar el día de mañana.