Comodoro: amenazas, miedos y la precariedad de los servicios
La ciudad está habituada a problemas crónicos agravados y postergados.
COMODORO RIVADAVIA (Por Raúl Figueroa / Especial para ADNSUR) - Ya sea por el temor traumático con cada nube oscura en el cielo, o por la permanente y cada vez más profunda precariedad en servicios públicos esenciales, lo cierto es que los habitantes de Comodoro Rivadavia y zona de influencia nos acostumbramos a vivir con sobresaltos y amenazas varias.
Esa pareció ser la sensación en los últimos días, cuando la restricción del bombeo del acueducto por problemas económicos de la SCPL o la advertencia del transporte público de cortar el servicio del TEG vinieron a sumar tensión a una región que vive al borde de un ataque de nervios, entre el tránsito embotellado post-tormenta y la actividad económica cada vez más afectada por una crisis petrolera que no parece encontrar un piso a su caída.
El estado financiero de la Sociedad Cooperativa volvió a motivar enojos entre sus directivos y el gobierno provincial. En medio del cruce de acusaciones, una certeza quedó crudamente expuesta: la ciudad se encuentra en un alarmante estado de vulnerabilidad que, si bien se agravó por el último temporal, reconoce raíces lejanas y un efecto metástasis que hoy cuesta vislumbrar cómo se podrá contener o revertir.
La restricción del 30% del bombeo del acueducto por dificultades para adquirir elementos de potabilización es un hecho grave, pero requiere de algunas aclaraciones que deberían ser parte de un debate desapasionado y sin frases tribuneras de un lado y otro de la mesa: no sólo lo relacionado a las deudas que la institución reclama por más de 130 millones de pesos, la mayor parte de los cuales corresponde al Estado provincial, sino también por lo que respecta a los propios modos de administración de una entidad que atraviesa una crisis severa desde hace varios años.
Si se observa la estructura de costos que la SCPL presentó para argumentar el reciente pedido de aumento de tarifas, surge que el ítem “Materiales para tratamiento y potabilización” representa menos del 5% del total.
De ser correcto ese dato, resulta complejo llegar a entender por qué la necesidad de una reducción tan drástica del abastecimiento de agua: si no se cuenta con todos los elementos para completar el análisis, los que deberían surgir de aquel sinceramiento en la discusión, se correría el riesgo de pensar que la medida –que termina perjudicando a la población- es desproporcionada.
Lo anterior no debería eximir al Estado provincial de cumplir con la responsabilidad que le cabe, a partir de la ley provincial que en el año 2013 trasladó parte de los costos de mantenimiento del acueducto a su jurisdicción, en tanto se trata del responsable máximo de dicha estructura.
La misma obligación cabe a los demás deudores de la entidad, cuyos asociados, es decir los usuarios de Comodoro Rivadavia, no tienen porque subsidiar a otras ciudades: ni a Rada Tilly (donde el agua se mide y se cobra puntualmente todos los meses por parte de la cooperativa de agua), ni a Sarmiento ni al flanco norte de Santa Cruz.
Promesas incumplidas
En medio de las disputas y las frases grandilocuentes de un lado y otro, pasó a segundo plano un problema que se evidenciará nuevamente cuando vuelva la temporada de mayor consumo: la obra de repotenciación del acueducto no está avanzando como se había anunciado, por lo que tampoco el verano próximo estaría terminada.
Si a esto se suman las roturas y necesidades de inversión para restablecer los sub acueductos en la ciudad, tal como estaban hasta el 29 de mayo, resulta dolorosamente previsible hoy que los problemas de abastecimiento de agua están cada vez más lejos de resolverse.
¿Están llegando los fondos de Nación para esa obra? Nadie pudo responder a esa pregunta con precisión; si no es así, se suma un agravante al panorama: ¿qué garantías hay que lleguen las nuevas remesas solicitadas a partir de la emergencia, si ni siquiera se cumple con una obra que lleva varios años de lenta ejecución y que hasta altura parece una burla?
La ciudad en una morsa
La ciudad se ha habituado a estas postergaciones y agravamientos de problemas crónicos con una cierta indolencia, habituada como está a sentirse sometida entre las “muelas” de una morsa, esa herramienta útil para apretar objetos sobre los que se va a trabajar, sean de metal o madera: los comodorenses sufren el apriete de un lado y otro, según los momentos, mientras los problemas esenciales parecen cada vez más lejos de resolverse.
Por eso no sorprendió que en los últimos días se sumara la advertencia de la empresa Patagonia Argentina, que ante el reclamo por falta de pago del sistema TEG amenazó con cortar el transporte gratuito para este lunes, si la provincia no recompone una deuda que supera los 5 millones de pesos.
En medio, los problemas del tránsito que algunos abnegados sobrellevan con paciencia y disimulo, a la espera de que los arreglos post temporal al menos devuelvan cierto grado de fluidez a una ciudad que, vista en perspectiva, ni siquiera pudo desarrollarse cuando el petróleo estaba a 150 dólares por barril.
Hoy que aquellos fuegos de artificio se han agotado, la ley de pirotecnia cero invita a mirar nuevamente un cielo oscuro y con pocas estrellas capaces de servir de guía en su confuso firmamento: con el petróleo en baja y amenazas de despidos en ciernes, no queda más que cruzar los dedos y esperar a que al menos el clima no venga también a apretarnos.