Toda versión es interesada, y no hay verdades absolutas. Un periodista reconstruye los hechos a partir del testimonio de distintas fuentes, que le cuentan lo que les conviene que se sepa bajo su propio tamiz, al tiempo que ocultan lo que no los favorece. Por lo tanto, para obtener la mejor versión de los hechos, es necesario contar con la mayor cantidad de información cruzada: cuantos más protagonistas aporten su mirada, más rico será el análisis, y permitirá rearmar el rompecabezas de una manera lo más precisa posible.

Desde esta columna no vamos a jactarnos de que tenemos la “posta”, porque eso sería pretencioso. Lo que sí podemos asegurar al lector es que, ante una nueva crisis del gabinete provincial que se vivió esta semana, tuvimos la versión de TODOS los actores. Uno a uno, hablamos con cada una de las figuras que tuvo algún tipo de participación, desde los más altos cargos hasta los inferiores.

Dicho esto, vamos a nuestra lectura, para entender qué está pasando, que cambió el último jueves, y qué puede llegar a ocurrir. Hasta aquí, lo que trascendió y fue publicado en ciertos lugares, fue el estallido de bronca (con mucho de sobreactuación) del ministro de Seguridad, Federico Massoni, quien apuntó contra sus colegas José Grazzini, de Gobierno, y Oscar Antonena, de Economía, como los responsables de hacer una oferta para saldar en cuotas la deuda salarial a los policías, en condiciones desventajosas respecto a otros sectores, por caso, los docentes.

Mientras hizo correr la versión de una posible renuncia a través de un hombre de su máxima confianza, como es el Jefe de Policía, Miguel Gómez, trascendió que luego se había asociado su par de Salud, Fabián Puratich, para ir a hacer un planteo al gobernador Mariano Arcioni. Y lo que se dejó traslucir es que luego de ese encuentro, se logró convocar a una nueva reunión la semana próxima, para hacer allí una propuesta superadora para el personal policial.

Hasta aquí lo que “se sabe” hacia afuera. Desde este espacio dominguero, vamos a aportar otra versión de los hechos, o al menos, un poco más compleja y enriquecida con datos que hasta aquí no han salido a la luz. Lo primero que hay que recordar es que no es la primera vez que Massoni se pone en el papel de “vocero” del personal policial y reclama por la disconformidad con el pago de salarios. Esta vez, cuestionó la política desarrollada por José Grazzini, al armador designado por el gobierno, con el que mantiene hace tiempo una “rivalidad” de estilos y de poder. Llevó esa pelea hasta la máxima instancia, y a diferencia de otras veces en las que le tocó ganar, esta vez perdió.

Antes de narrar la historia con lujo de detalles, estamos contando de entrada el final de la película: la partida la ganó Grazzini, con el apoyo de Antonena, y la perdió por KO el ministro de Seguridad. ¿Y quién sentenció al ganador? El jefe de todos, que vendría a ser el árbitro del partido, el gobernador Mariano Arcioni. En tanto el ministro de Salud, Fabián Puratich, fue un observador de lujo, que jugó un papel de una inteligente prudencia, al no sumarse al escándalo armado por su colega Massoni.

Primera consecuencia: no habrá una mejor oferta salarial a policía. La decisión será continuar con el plan de pagos trazado, por lo que el gobierno decidió dejar de “priorizar” a un sector que por un decreto venía cobrando en la etapa de los rangos siempre en primer término, antes que el resto. Hay que recordar que desde hace tres años, el total de la policía percibía sus haberes de una sola vez con en el primer rango, una decisión que se había tomado en abril de 2018, luego de la muerte del agente Chávez durante una marcha de estatales en Casa de Gobierno.

Segunda consecuencia: si la postura del ministro de Seguridad continúa en estos carriles, peligra su lugar en el gabinete y su candidatura a senador por el espacio, donde ahora aparece como “competidor” nada menos que… Fabián Puratich. Así de intenso fue lo vivido el jueves, con una crisis que podría derivar en un recambio de una o varias de las piezas, si es que no hay un cambio de actitud. Los que conocen a Arcioni dicen que llegó a un límite, y que no está dispuesto a tolerar más determinadas actitudes. Hay olor a un “ultimátum” flotando en el aire.

Fabián Puratich, ministro de Salud chubutense

UN JUEVES MOVIDO

La mañana del jueves arrancó con la agenda del Covid, y el encuentro desde las 9 en el Salón de los Constituyentes de todo el gabinete, presidido por el gobernador Arcioni, para evaluar las medidas por la pandemia. Minutos antes de terminar la reunión, el ministro Massoni recibió una llamada en su teléfono: era el Jefe de Policía, quien le comentaba la bronca de los integrantes del Consejo de Bienestar en esos momentos, al enterarse de que ellos iban a cobrar su salario adeudado en cuotas, mientras los docentes con sueldos de hasta $ 90 mil ya habían cobrado de una sola vez.

Allí mismo, Massoni le expresó en la reunión a José Grazzini lo que estaba ocurriendo, y éste le respondió que de ninguna manera iba a asistir a una negociación con gente enojada. Entonces el mismo Massoni decidió postergar su agenda en Comodoro Rivadavia, y se fue a la reunión en el edificio de la Jefatura ubicada frente a la Legislatura. Allí dejó manifiesta su bronca contra sus colegas del gabinete, se puso del lado de los efectivos policiales, y luego de enviar varios mensajes de texto, decidió enviar un patrullero al Ministerio de Economía, para que traiga urgente al encuentro al ministro Oscar Antonena, para que encuentre una solución financiera al reclamo.

Corrían las horas del mediodía, y Antonena estaba ocupado en un zoom, por lo que ante la falta de respuesta a la “urgencia” planteada por Massoni, el mismo ministro de Seguridad se trasladó hasta el despacho de su par de Economía. Allí, entabló una áspera conversación, en la que, casi como un representante gremial, le exigió que consiga los fondos para pagar de una vez la plata adeudada a la policía.

Ante la exigencia de conseguir dinero urgente, la respuesta de Antonena fue que había un plan trazado por el ministro Grazzini, a quién él le informaba cuánta plata había disponible y su colega del Ministerio de Gobierno era quien definía cómo estos montos se iban depositando a cada uno de los sectores, todo esto con la supervisión y la anuencia del gobernador. Massoni expresó allí que seguramente el mandatario provincial no compartía que se deje a la policía en un segundo plano, a lo que Antonena llamó en ese mismo momento a Arcioni, quien le respondió que “siga la línea que ya estaba trazada, sin moverse de lo hablado”.

Al mismo tiempo, en rueda prensa, los miembros del Consejo de Bienestar Policial decían a los medios que sentían que había habido una “falta de respeto” de Grazzini al no asistir a la reunión y dejarlos plantados, y el Jefe de Policía admitía el descontento de Massoni y deslizaba su posible renuncia.

Los ministros de Economía, Oscar Antonena y de Gobierno, José Grazzini

En ese momento, a las 15 horas, con los títulos que llegaban a los portales con su posible salida, Massoni decidió apostarse en el despacho privado del gobernador para exigir un cambio de actitud y un respeto al trabajo del personal policial y de salud, como reconocimiento al esfuerzo realizado en la pandemia. En sus argumentos, despotricó contra sus colegas de gabinete que “ya arreglaron con los empleados de la 1987, con los docentes y con Economía mientras a nosotros nos dejan para el final”. Para eso, lo invitó a sumarse a su par de Salud, Fabián Puratich, que en realidad estaba en Casa de Gobierno por una cuestión de agenda, ya que iba a participar de un acto de entrega de ambulancias. Luego de 40 minutos de espera fueron recibidos por Arcioni, y para sorpresa de varios, la respuesta no fue la esperada.

QUIEBRE

“Federico, si no te gusta andáte, no hay ningún problema”. La frase, en boca del gobernador Mariano Arcioni, resume el resultado del encuentro. A esto se sumó otra frase lapidaria: “cuando la policía cobraba primero que nadie, nunca te quejaste. Hasta aquí siempre fueron prioridad, pero no te confundas, esta provincia no es sólo de la policía”. Y por si faltaba alguna aclaración, sobre el final el gobernador bancó a muerte el trabajo que viene realizando José Grazzini y el ordenamiento de los números de la provincia encarado junto con Antonena, que incluyen un ahorro para juntar la plata del aguinaldo de julio.

La reunión marcó un punto de inflexión en el equilibrio interno del gabinete, sin dudas fue un antes y un después. Duró aproximadamente media hora, y hubo tres participantes: Arcioni, Massoni y Puratich. Primero el gobernador lo dejó hablar a su “amigo”, con el que tiene una amplia confianza de mucho tiempo. Lo dejó desahogarse, hacer catarsis, y cuestionar el trabajo de sus pares del gabinete. Cuentan que incluso soportó palabras muy subidas de tono, algo que no es extraño: el vínculo que los une, los ha llevado a discutir con energía muchas veces, en un pacto de decirse todo cara a cara. Pero siempre en privado, puertas adentro, sin aprietes mediáticos de por medio. Esta vez, a Arcioni no le gustó nada la movida de la renuncia a través de la prensa, y no le creyó la desmentida posterior a su ministro.

Y el punto de inflexión consistió en que, si otras veces Arcioni lo había bancado a Massoni, esta vez salió a bancar el trabajo de otros. La conclusión del encuentro fue que la provincia no va a salir a tomar un préstamo para pagar promesas con fondos que hoy no existen, ya que hay un delicado equilibrio que se viene haciendo con cada uno de los sectores para ir saldando la deuda, y que los miembros del equipo deben “ponerse la camiseta” del gobierno y respaldar la propuesta de Grazzini, en vez de convertirse en voceros sindicales de sus propios empleados. La conclusión final, se resume en lo dicho anteriormente: al que no le gusta, sabe dónde está la puerta de salida.

Si bien las declaraciones posteriores (tanto de Massoni como de Gómez) expresaron que se logró una nueva reunión con el Consejo de Bienestar para la semana próxima, esto ya estaba establecido de antemano (lo habían dicho los mismos policías horas antes en rueda de prensa) y no será para hacer una oferta superadora, sino para explicar que no hay más plata que la que existe. Allí se explicará (¿lo hará Grazzini?) que la única manera de pagar el mes de atraso es en cuotas, por lo que si se demora la firma del acta, más van a tardar en cobrar. “Teníamos todo listo para depositar el último viernes, pero el pago se dilató porque los representantes de los trabajadores no firmaron, lo que impidió que los empleados empiecen a cobrar”, confesó a esta columna uno de los protagonistas.

Massoni junto al jefe de la Policía del Chubut, Miguel Gómez

Así de malo fue el resultado de la reunión para Massoni, de la que también participó Puratich, aunque más bien como espectador con una postura mucho menos beligerante. Pero una vez finalizado el encuentro a las 16, y ya pasado el acto de entrega de ambulancias, cuentan que el estado de ánimo de Arcioni se fue caldeando aún más en las horas posteriores. La gota que colmó el vaso, fue ver publicado en algunos medios la versión de que ante la presión ejercida por Massoni había logrado que el gobernador afloje y acceda a una propuesta superadora. “¿Cuándo dije eso?”, cuentan que murmuró el mandatario mientras leía la edición digital de un diario.

Los que lo conocen, dicen que fue uno de esos momentos en los que Arcioni tuvo que contar hasta mil para no explotar y sacar a Massoni a empujones, asombrado por lo que entiende es una falta de compañerismo y exceso de “vedettismo” del ministro. A decir verdad, es un protagonismo que no es nuevo, producto de un estilo que el funcionario siempre mostró incluso fomentado desde el mismo gobierno, en épocas en las que esto era funcional.

El perfil de Massoni, polémico, confrontativo, histriónico, siempre fue un “arma de doble filo”. Sirvió en ocasiones porque distrajo la atención de la opinión pública con operativos policiales o picantes peleas con la oposición o el Poder Judicial, en momentos difíciles para el gobierno. A Massoni siempre le gustó ese papel, y le ejerció con gran éxito el año pasado, en medio de la cuarentena estricta, donde se robó todas las miradas por la rigidez aplicada en los controles a la ciudadanía. Su figura creció tanto, que montó un equipo de prensa paralelo, y comenzó a jugar su propio juego de manera casi independiente del resto del gobierno. Esto lo convirtió en una de las figuras más reconocidas para la gente, a tal punto que en todas las encuestas aparece como una referencia y tiene buena intención de voto.

CANDIDATURA EN RIESGO

Nadie puede decir ahora que se está sorprendido por la manera de actuar de Massoni el jueves. Lo hizo varias veces en el pasado reciente, y ya hubo un episodio en el que, por ejemplo, salió a anunciar el año pasado el pago a la policía por un medio periodístico cuando aún no estaba definido, y obligó al resto del equipo a conseguir la plata a último momento. Esa vez jugó al límite, y le salió bien. Y siempre quedó como el abanderado del personal policial, defendiendo los intereses de la tropa frente a otros sectores del estado, como la gente de salud o de educación.

Pero este doble filo el jueves mostró su lado negativo, porque desafió todo el aparato que tiene montado el gobierno para ir cerrando con cada uno de los sectores estatales. Se trata de una ingeniería delicada en la que el objetivo es que, de acá a octubre, además de cada masa salarial todos los meses, se destine una serie de fondos a pagar los días 20 de cada mes una cuota a cada empleado. Luego del acuerdo extrajudicial con el gremio Apoc, que había ganado un amparo, el gobierno tiene marcada la cancha con el resto, y debe cerrar de la misma manera. No tiene opción, porque si se sale de la raya, se cae el acuerdo. Esto no tienen que saberlo o respetarlo los dirigentes sindicales, pero es de esperar que sí lo acaten los ministros del Ejecutivo.

Siendo rigurosos en la información objetiva, hay que decir que son los miembros del sector de educación –docentes y auxiliares- los únicos a quienes no se debe retroactivo de cláusula gatillo y que están al día en los sueldos hasta 90 mil pesos. Pero también es justo marcar que en este caso fue por una “ayuda” del gobierno nacional a través de la gestión del ministro Nicolás Trotta y de una operatoria de endeudamiento autorizada por la Anses, a través de la cual llegaron en marzo fondos frescos para pagar a los maestros y que se inicien las clases. Pero en tren de comparación con el resto de los empleados públicos, la gente de Salud y Policía, así como el resto de los sectores y ni hablar de los jubilados, tiene cierta razón en hablar de una disparidad, porque no ven el mismo criterio para todos.

Lo concreto es que la movida armada por Massoni el jueves cayó terriblemente mal al gobernador, que esta vez no quiso dejar pasar el hecho de que un ministro de su mismo equipo patee en contra de la misma estrategia diseñada por su propio gobierno. Por eso, al ver la cara de disgusto del mandatario el jueves, hay quienes advierten que esto aún podría derivar en mayores consecuencias.

“Está en riesgo la candidatura de Federico”, observó uno de los más avezados conocedores de la intimidad del poder, con acceso directo al despacho de Arcioni. Dicen que el mandatario se va a tomar unos días hasta que le baje la espuma, para poder pensar con la cabeza más fría. Pero que por su mente ahora circula una idea que antes no tenía, y es que tranquilamente podría ser Fabián Puratich quien encabece la lista de candidatos a senadores por el frente electoral del gobierno.

Y esto tiene una razón, que obedece a lo siguiente: lo del jueves fue una muestra de cómo puede repercutir hacia adentro del gabinete e incluso en la gobernabilidad, la mezcla explosiva que surge de la combinación del exceso de protagonismo de Massoni sumado a la visibilidad que le daría ser la cabeza de una campaña electoral. Si ya de por sí hablamos de una personalidad avasallante, el rol de candidato puede hacer estallar los egos en el equipo de gobierno, donde ya subyace una vieja interna desde hace un tiempo.

HISTORIA DE UNA INTERNA

Una de las conclusiones de la jornada del jueves, fue la crisis de la relación entre Arcioni y Massoni, que derivó en que una candidatura que estaba firme, ahora esté en duda. Otra de las conclusiones, fue el reacomodo del tablero de piezas hacia adentro del gabinete. “Massoni versus resto del mundo” sería un título comercial, pero no del todo correcto. En realidad, ya lo hemos dicho en varias oportunidades, hay un “círculo rojo” de extrema confianza que es el que tiene mayor incidencia en la toma de las decisiones fondo. Y dentro de ese grupo cerrado y exclusivo, hay una puja de poder enorme, por ver quién tiene mayor “influencia”.

Lo dicho anteriormente sirve para describir a cualquier gabinete de cualquier gobierno del mundo en cualquier época. Es una verdad de Perogrullo que en política hay disputas por ver quién sobrevive en la carrera para sostenerse en un cargo. En realidad, forma parte del “oxígeno” que necesita todo equipo para continuar adelante. Se convive con estas peleas eternamente, y no deben alarmar a nadie. El tema se convierte en algo serio cuando lo que debería ser una sana competencia, comienza a poner en riesgo un plan de gestión, o a afectar la toma de decisiones destinadas, en este caso, a los chubutenses. Si el ego de los integrantes de un equipo político llega al punto de bloquearse mutuamente, entonces “Houston, tenemos un problema”.

Vamos a los nombres en cuestión en este caso: el nombre del rival de Massoni dentro del entorno íntimo de Fontana 50, no es otro que el del ministro de Gobierno, José Grazzini. Son el día y la noche en estilos y personalidades. A Massoni ya lo caracterizamos y es el más conocido de los dos, no necesita mucha descripción. En el caso de Grazzini, un cordobés formado en Puerto Madryn políticamente al lado de Carlos Eliceche hace 20 años, primero como Secretario de Gobierno Municipal, luego miembro del Consejo de la Magistratura y posteriormente diputado provincial por el FPV, le dio mucho “background”. Luego llegó en 2018 a ser el vicepresidente primero y conductor de las sesiones en la anterior Legislatura, y finalmente arribó al gabinete en diciembre de 2019 como la “pata peronista”.

De buena sintonía con muchos sectores del justicialismo chubutense, especialmente con el ala comodorense de Juan Pablo Luque y Gustavo Fita, con acceso a resortes de peso en el gabinete nacional, como el entorno del ministro del Interior, Wado De Pedro, Grazzini se fue ganando en estos dos años de su segunda gestión, la confianza de Arcioni. El cordobés-madrynense cultiva el perfil bajo, y a diferencia de Massoni, no es atractivo declarando, con una manera de hablar sin grandes definiciones.

Comparado con el ministro de Seguridad, en vez de los títulos mediáticos y las confrontaciones, es adepto al diálogo a puerta cerrada, la negociación, el consenso, es decir la vieja y nunca bien ponderada -pero necesaria- “rosca” de la política. La diferencia de estilos e ideología entre ambos puede quedar ilustrada mejor que nunca si se repasa la conferencia de prensa el día posterior al atentado al Presidente Alberto Fernández en Lago Puelo. Si se escuchaban las expresiones de cada uno, parecían de dos gobiernos distintos, Boca y River, el agua y el aceite.

Mientras Massoni fue siempre el ministro más visible y al que nadie osaba contradecir (“siempre fuiste la niña mimada” le dijo Arcioni en la reunión del jueves a la hora de los reproches), Grazzini fue creando una imagen de “armador”. Es el nexo con intendentes, con diputados, y especialmente, con los gremios. El interlocutor cuyo teléfono explota todo el día de mensajes y audios de dirigentes de cada sindicato estatal, negociando cómo arreglar la enorme deuda salarial, siempre asesorado en los números por el ministro de Economía, Oscar Antonena.

¿Cómo funciona el tándem? Antonena es el que consigue la plata, dice cuánto dinero hay disponible y para cuándo, y Grazzini define cómo se gasta. A tal punto, que Grazzini en la reunión de gabinete del jueves (antes del escándalo) aclaró a todos los integrantes que nadie está habilitado a cerrar ningún acuerdo con ningún gremio, y que todo debe pasar por él. Sentado a su lado, Arcioni lo felicitó delante de todos por su trabajo en los acuerdos sindicales, y ratificó lo dicho: el único ministro habilitado a negociar, se llama Grazzini.

Sentado a dos sillas de distancia, es probable que ese mensaje haya sido indigerible para Massoni. No es de extrañar que minutos después el calvo ministro haya aparecido en la reunión con los policías y despotricara contra Grazzini, al que hacían fila para insultar los representantes de los efectivos policiales, quizás envalentonados luego de escuchar a su referente. Para Massoni, de manera intencional su par cordobés quiere dejarlo mal parado ante sus dirigidos, y le ofrece el peor arreglo de todo el estado. Nadie le saca de la cabeza que Grazzini lo está “operando” y que quiere dañar su imagen para bajarlo de su candidatura a senador. Está convencido de que trabaja en sintonía con el peronismo, y que está socavando al arcionismo desde adentro.

Así se lo dijo en la cara a Arcioni en la reunión del jueves a las 15,30. “Vos confiás en éste, y ya vas a ver que nos va a cag…”, gritaba Massoni golpeando la mesa, al tiempo que acusaba a Grazzini de “traidor”, mientras un silencioso Arcioni lo escuchaba y lo fulminaba con la mirada. Cuando terminó de hablar, le dijo que bancaba a muerte el trabajo de su ministro, junto con lo actuado por Antonena.

Massoni quedó sólo, y la figura de Grazzini salió fortalecida. También salieron bien parados Antonena y Puratich, “el flaco”, como lo llama Arcioni en la intimidad al médico sanitarista. ¿Habrá cambios en la estrategia electoral? Dicen que en el peronismo están haciendo fuerza para que, si tiene que llegar alguien del arcionismo al Congreso, sea Puratich y no Massoni, ya que tiene mayor pertenencia ideológica a lo que puede ser el gobierno del Frente de Todos, y es más probable que quede alineado.

Habrá que ver cómo se reacomodan las piezas desde el lunes, y si hay un cambio de actitud de los distintos actores. Massoni no va a cambiar de forma de ser, está en su naturaleza, como reza la fábula del escorpión y la rana. Pero es inteligente, y conoce como nadie a Arcioni. Sabe que tiró demasiado de la cuerda y que el horno no está para bollos. Las reuniones con policía y salud que se harán esta semana serán claves para determinar si fue exitosa la estrategia fijada por Grazzini. El gabinete está en un momento decisivo, y la gestión se juega su tranquilidad para los próximos meses.

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