CAPITAL FEDERAL - Era un viaje soñado. Un viaje de mujeres: abuela, hijas y la nieta. Un viaje que las empresas turísticas venden como “paraíso en la Tierra”. Punta Cana tiene como postal una palmera solitaria clavada en la arena blanca y teñida por el mar caribe, tan transparente que se puede ver el fondo sin hacer esfuerzo. No podía salir nada mal, pero en la vida de Candela Saccone (15) y la de su familia ya nada será como antes.

Son las 9 de la noche y Candela acaba de ingresar al Sanatorio Los Arcos, en Buenos Aires, arriba de una ambulancia que la trasladó desde el aeropuerto de San Fernando donde llegó en un avión sanitario. En la puerta del hospital la esperan unas 10 personas, entre familiares y amigos. La reciben con aplausos, emoción y lágrimas. Natalia, la madre, saluda con una sonrisa que no le entra en el rostro. Pero antes, dos semanas antes, a esa misma mujer que ahora se muestra sonriente, un médico dominicano se le acercó y le dijo que se prepare para lo peor porque su hija no tenía ya signos de vida.

La historia comenzó el 19 de junio, cuando las mujeres tenían las valijas preparadas y terminaban vacaciones en Punta Cana. Esa mañana empezó la pesadilla: Candela despertó con vómitos y un fuerte dolor en todo el cuerpo. En la enfermería del hotel donde estaban alojadas la atendieron y le colocaron suero porque notaron que estaba deshidratada. La situación empeoró cuando le tomaron el azúcar en sangre: “Así esta niña no puede viajar, tiene los niveles muy bajos”, le dijo una enfermera, y agregó: “Hay que trasladarla”.

Lo que Natalia ni nadie sabía hasta ese momento es que Candela tenía (tiene) diabetes. “No hay antecedentes en la familia. Para nosotros era insospechado algo así”, dice ahora Natalia, sentada en uno de los sillones del hall de un sanatorio.

La adolescente fue internada inicialmente en la Centro Médico Punta Cana. Nada hacía pensar que todavía faltaba lo peor: “Yo creía que le darían insulina, que la compensarían y que al día siguiente podría viajar”. Pero no fue así. Esa misma noche Candela empezó a delirar. Decía incoherencias, no sabía dónde estaba y hasta en un momento entre balbuceos le preguntó a su mamá si estaban en un programa de televisión.

A las cinco de la mañana intentan despertarla pero Candela ya no responde. Los médicos insisten pero no hay reacciones. Deciden volver a trasladarla, los especialistas dicen que lo mejor sería llevarla a un centro con capacidades para atender este tipo de cuadro tan severo. Pero ahí surgen las mayores dudas. La familia cuenta que hay algo en esas horas que no les cierra del todo. “Había que enviarla a un lugar de alta complejidad que estaba en Santo Domingo, pero nos dicen que por cómo estaba la nena no iba a llegar. Entonces la mandan a otro hospital más cercano, pero que tenía las mismas condiciones que donde estaba”.

La llevan a la Clínica Canela 1 de La Romana donde a esa altura el diagnóstico era terrible: cetoacidosis diabética, insuficiencia renal, edema cerebral y edema pulmonar. Entra en coma. Empieza a retener líquido y su cuerpo se deforma. El panorama era desolador y en ese instante un médico se acerca a Natalia y mientras la toma de un hombro le dice: “Señora, prepárese para lo peor”.

Lo que los Saccone empezaron a denunciar por los medios de comunicación es que la empresa Assist Card demoró ese traslado necesario a la capital del país. Desde la empresa siempre lo negaron y aseguraron que en cuanto ellos se enteraron de cómo era la situación de salud de Candela, iniciaron los trámites correspondientes para llevarla donde fuera necesario.

Finalmente al mediodía llega la autorización para que una ambulancia la lleve de urgencia hasta Santo Domingo, al Hospital Plaza de la Salud. Lo insólito es que cuando se disponía a ingresar, el personal de administración empezó a exigirle a la familia que para que pueda ocupar una de las salas de terapia intensiva debían pagar 10 mil dólares: “Nos pusimos a juntar plata entre todos, adelante de la camilla donde estaba Candela muriéndose. Juntamos tres mil como pudimos y en ese instante aparece una médica a los gritos diciendo que no era momento para eso que la dejen pasar a la nena urgente y entonces logró ingresar”. Natalia dice ahora que sin el grito de esa médica, su hija hubiese fallecido en el hall del hospital sin poder entrar.

Allí con los días empezó la recuperación casi milagrosa. “Mi hija estaba muerta, ni los médicos pueden explicar muy bien cómo de a poco logró salir de esa situación. Ellos mismos usan la palabra milagro para explicarlo”. La adolescente tuvo una descompensación del diabético tipo 1 que es un cuadro agudo que afecta a niños y adolescentes. Tiene una evolución muy rápida y una alta tasa de mortalidad.

De a poco empezaron a sacarle la sedación y le pidieron a Natalia que le hablara a su hija, que la trajera con sus palabras de vuelta a esta parte de la vida: “Le decía todo el tiempo que iba a estar bien, que acá la queremos mucho y que la esperamos. Le ponía música, las canciones de Paulo Londra que tanto le gustan. Todo para que se sintiera más a gusto”, relata la madre.

El primer síntoma fue que abrió apenas uno de los ojos. Fue sólo algunos milímetros, pero ese gesto minúsculo generó el abrazo de dos médicos y el llanto atorado de Natalia. Con el tiempo vino la primer palabra: “Avión”, como un símbolo de querer volver. Al principio creyó que estaba en el hotel. Es el día de hoy que Candela no recuerda casi nada, solo algunos flashes de gritos y movimientos bruscos. Pero no mucho más.

Una vez que ya empezó a estabilizarse comenzaron a hablar del retorno a Buenos Aires, del cual se hizo cargo Assist Card. Ahora la joven quedó con algunas secuelas pero que, creen, irá mejorando con ejercicios. Le cuesta mover la pierna derecha y el pie directamente no lo siente. Y por momentos todavía ve algo borroso. Pero habla, ríe y tiene ganas de volver a la escuela con sus compañeros.

- Natalia ¿Cuánto vale la vida ahora?

​- Mirá, mi hija a la tarde estaba en la playa y al día siguiente estaba en coma. Yo creo que ella vino con un propósito a este mundo y lo tiene que cumplir como sea. Por eso se quedó y por eso está con nosotros. Ahora todo vale más, un beso después de despertar y una caricia antes de dormir. Voy a valorar cada segundo como oro. Creo además que habrá que cambiarle la fecha de cumpleaños. Candela volvió a nacer.

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