“Fluyo entre los géneros y soy pansexual”
Dann Castro tiene 26 años y su identidad de género está por fuera del sistema “hombre-mujer”. Se define como “no binarie” y, dentro de ese paraguas, es “género fluido”, lo que significa que fluctúa entre “lo masculino” y “lo femenino”.
NEUQUÉN - Era julio de 1993 y, según las reglas de la biología, en esa casa de Neuquén había nacido una nena. También según las reglas de la religión, porque la casa era la de una familia evangélica devota y no existían los matices: “Si Dios te hizo mujer, comportate como mujer”, fue una de las frases con las que Dann creció. Recién hace poco -25 años después de la escena de su nacimiento, un cuarto de siglo sin entender- Dann escuchó que existía un mundo por fuera del sistema binario varón-mujer. Lloró, esta vez de alegría.
Dann Castro tiene 26 años y es tatuador. También hace changas -arregla muebles, pinta casas, limpia patios- por lo que la cuarentena lo dejó sin ninguno de sus trabajos. Lo mismo le pasó a muchos otros varones trans o personas “no binaries” -como él- que, por lo general, subsisten con trabajos informales.
“No binarie” es el término paraguas que abarca a las identidades de género que están fuera del binomio “varón-mujer” y “varón trans/mujer trans”. No hay, de hecho, una sola forma de ser “no binarie” sino un espectro. Al comienzo, Dann -que nunca se percibió del todo en femenino y tampoco del todo en masculino- creyó que era “agénero”, es decir, de ninguno de los dos. Pero hace poco más de un año encontró la definición en la que se siente más cómodo: género fluido.
“Quiere decir que fluyo a través de los géneros. Hay quienes fluyen durante el día, durante el año, no es estático”, cuenta a Infobae. Esa identidad de género no binaria se expresa hacia afuera de distintas formas. “Mi expresión de género es masculina: mi ropa, por ejemplo, la forma en la que quiero mostrar mi apariencia. También me trato en masculino, te digo ‘estoy nervioso’. Pero soy amanerado para hablar y tengo un timbre de voz más bien femenino. Ese fluir entre los géneros se proyecta de distintas formas: a veces uso un perfume de chico y me pongo encima otro de chica para apagar lo masculino. Hay chicos que se ponen camisa, corbata y pollera”.
Eso de no identificarse con ninguno de los dos géneros en los que creíamos que se dividía la humanidad se ve en los recuerdos de su infancia: “Cada vez que había juegos de varones contra mujeres yo jugaba en el equipo de varones, porque me gustaban las pelotas y los juegos de fuerza. Yo todavía era nena pero había un abismo entre las otras nenas y yo. Sin embargo, tampoco me sentía parte de los varones”.
Esa es una de las diferencias que Dann encuentra entre las personas no binarias y los varones trans que ahora son sus amigos y compañeros de militancia. Los varones trans sí se identificaban en la infancia con “las cosas de varones”; Dann, en cambio, se ubicaba del lado menos incómodo, pero no se sentía parte de ninguno. Su mamá quería que esa hija fuera maestra bíblica por lo que no sólo ella aplicó métodos correctivos.
“Tenía que ir a la iglesia dos veces por semana, y con vestido. No me dejaba jugar a la bolita, a las cartas, nada de lo que yo quería. Lo mismo hacían mis tíos y mis tías, que también son de la iglesia, y me decían ‘machona’, ‘sentate como corresponde’, ‘comportate como una señorita’. Íbamos a una juguetería y yo elegía una pelota o una linterna y me decían ‘eso no, elegí algo para vos’. Fue una lucha constante, daban por hecho qué es lo que yo debía querer y hacer por ser nena, como si un niñe pudiera saber el rol de género que debe ocupar”.
No fue casual, claro, que a los 7 años dejara de hablar. Sólo contestaba sí o no, lo básico. “A los 8 años le dije a mi mamá que no quería vivir más, que me sentía una carga para ella, que me criaba sola con mi abuela porque mi papá se había ido. Sentía que nadie me quería, si ni siquiera podía jugar a lo que quería. Mi mamá se enojó y me dijo que había sido una nena muy deseada. Obvio que se enojó conmigo, me estaba criando en una estructura binaria bien patriarcal, donde la mujer es sumisa, buena madre y buena esposa, no eso que yo era”.
Dann no se sentía ni cerca de todo eso que venía en la mochila del “ser mujer” y, a los 10 años, seguía tragándose las palabras. “El plan de que yo fuera maestra bíblica seguía en marcha, porque a los 12 años dicté las primeras clases sobre ‘Adán y Eva’. A esa misma edad mi mamá me preguntó ‘¿sos lesbiana?’”. Dann no había ni siquiera entrado a la adolescencia para terminar de entender de qué hablaba, por eso contestó con otra pregunta: “¿Qué es ser lesbiana?”. Cuando escuchó la respuesta -dice que su mamá le preguntó si le gustaba una amiga de ese momento- contestó que no.
Identidad de género y orientación sexual son cosas distintas (una tiene que ver con cómo te autopercibís, la otra con quién te gusta) y Dann no sentía que tuviera definiciones sobre ninguna. “Simplemente respondí que no era lesbiana porque sabía que era la respuesta que quería escuchar”. Lo correcto, según las reglas de la “heteronorma” -la norma tácita que dice que “lo normal” es ser heterosexual- era que las chicas salieran con chicos.
Fue eso, entonces, lo que Dann hizo a los 14, cuando empezó el secundario. Pero a los 17, cuando se separó de su último novio, en su casa se enteraron de que le gustaban (también) las chicas. “Me privaron de la libertad, literalmente. Por eso yo quería mantenerlo en secreto. Fue un drama tan grande que hizo que mi mamá y mi papá volvieran a sentarse a la misma mesa. Había salido del closet como lesbiana aunque no me consideraba lesbiana. Los dos me consideraban una pecadora, por eso mi mamá quería que me fuera a vivir con mi papá aunque yo nunca había vivido con él, era un extraño para mí. El no quería, ya tenía otra familia”.
Aguantó así unos años más y, como le sucede a muchas personas trans y no binarias que son expulsadas de sus casas o deciden irse para poder construir sus identidades, Dann se fue a vivir a Coronel Suárez, a la casa de una chica que había conocido por Internet.
“Empecé a leer para entender. Psicología, Historia, hasta estudié la Biblia para ver bajo qué leyes era juzgado. En mi casa me decían que Dios me había hecho mujer y tenía que comportarme como tal, algo que la Biblia no dice. Tampoco dice que lo que está bien es ser heterosexual. Investigarla me sirvió para defenderme, me molesta que usen la palabra de Dios para discriminar”.
Tres años estuvo lejos de su casa, a casi 800 kilómetros. Y volvió a Neuquén cuando tenía 23, "ya con una expresión de género más masculina: el pelo bien corto, la ropa ancha. ‘Ahora se quiere hacer la hombre’, dijo mi viejo cuando me vio. Me pregunté si me sentía varón, varón trans, y la respuesta fue no”. ¿Entonces qué?
“Dos semanas después de haber vuelto a Neuquén vino a visitarme un tío, que estudia para ser docente, y me mostró lo que había encontrado mientras investigaba”. La “oveja negra” de la familia “había descubierto la palabra ‘agénero’ y me dijo que, automáticamente había pensado en mí. Yo todavía no sabía que existían otras opciones así que sentí una emoción tremenda, mucha alegría, quería llorar de emoción”.
“Agénero” estaba mucho más cerca de cómo se percibía pero no era exactamente eso, porque no era que no se sentía de ningún género sino de los dos a la vez. Fueron sus sobrinos “peques”, de hecho, quienes lo vieron con más claridad: empezaron a llamarlo “Tío Dann” o “Tía Dann”, de manera indistinta.
En enero de 2019, Dann llamó a Benjamín Génova, activista y referente de “Varones Trans y No Binarios de Neuquén y Río Negro” y le contó. Esa fue la primera vez que escuchó, del otro lado del teléfono, las palabras “Género fluido”: “Tenía 25 años y por fin había encontrado una definición que me identificaba”, cuenta.
Cuando miró hacia el mundo, entendió que no era el único que había encontrado en la construcción “género fluido” una respuesta. La actriz y modelo australiana Ruby Rose, por ejemplo, estrella de la serie “Orange is the New Black” había dicho en una entrevista con la revista Elle. “La mayor parte del tiempo no me identifico como perteneciente a ningún género. No soy un hombre y definitivamente no me siento como mujer, aunque obviamente nací como una. Así que estoy en algún punto intermedio, y en mi perfecta imaginación, es como tener lo mejor de ambos”.
El activismo y el acceso a la información permitieron a Dann entender por qué nunca se había sentido cómodo en la categoría “lesbiana”, mucho menos en la “heterosexual”. No lo sabía en ese entonces pero hoy sí lo sabe: es pansexual, un término que estuvo en los medios el año pasado después de que actrices como Miley Cyrus o Bella Thorne contaran que eran pansexuales.
Se trata de “sentirse atraído por todas las identidades de género o por personas, sin importar el género”, según la definición de la Gay and Lesbian Alliance Against Defamation (GLAAD). Dann, de hecho, ha tenido parejas cis (la chica de Coronel Suárez, por ejemplo, que se percibía mujer, acorde al sexo que le habían asignado al nacer) y parejas trans (que son las personas que se identifican con un género distinto al sexo que les asignaron cuando nacieron).