"Gente que antes colaboraba ahora viene con culpa a decir que 'si ayudan a alguien, dejan a su hijo de comer'"
Así lo expresó el obispo auxiliar de Comodoro, Roberto Alvarez, hablando de la complicada situación económica que se vive en los diferentes puntos de la ciudad y del complejo momento de las personas que antes podían dar una mano, pero que ahora resulta imposible hacerlo.
Con la pobreza cada vez más alta producto del aumento de precios y las pocas posibilidades laborales, Comodoro se vio muy afectado y es una situación que la Iglesia notó desde el primer momento.
En medio de mucha incertidumbre, el obispo auxiliar local, Roberto Álvarez, conversó con ADNSUR y no ocultó su malestar por la crisis económica, sumado a lo que se vive en los barrios locales.
"La explosión de la inflación de los últimos dos meses inmediatamente se traduce en gente que no tiene el aumento del salario en el mismo nivel y que los precios se van por las nubes, cayendo en la línea de pobreza. Esto lo descubrimos en el día a día de los barrios con gente que va a comedores o buscando hacer compras comunes, trueques y otras actividades", expresó Álvarez.
En hechos que vivió en carne propia, el obispo auxiliar contó el triste presente que viven varios comodorenses que tiempo antes del estallido de la inflación podía dar una mano. “Gente que era de clase media o más empobrecida solía ayudar a vecinos y ahora viene con culpa a decir que 'si ayudan a alguien, dejan a su hijo de comer', algo que antes no pasaba”, señaló.
En lo que termina siendo un enfrentamiento con la complicada realidad, Álvarez indicó que “al crecer la pobreza, los requerimientos siguen siendo altos”. Y añadió: “la gente tiene que subirse a un colectivo, pagar una boleta de luz y conseguir un kit para pagar los útiles del colegio de los chicos”, detalló.
"Cuando crece la desesperanza aparecen conductas sociales más complicadas como la violencia, la intolerancia, el consumo y el sinsentido del ‘para qué estudiar si no me alcanza’", puntualizó.
Por último, le dejó un mensaje optimista a los jóvenes que no pasan por el mejor de los momentos. “A los chicos les digo que no está todo perdido, nunca lo crean. Todo aquello que se hace añicos, se puede construir más alto”, concluyó.