¿Hasta dónde pueden llegar los precios?: el fantasma de la hiperinflación del '89 y el abismo que hay que evitar
En Comodoro, varios comercios optaron evitar ventas ante el cambio constante de precios, o directamente por inexistencia de referencias, especialmente en celulares, informáticos y electrodomésticos.
El traslado casi automático de la devaluación aplicada el lunes último hacia precios de la economía doméstica, tengan o no componentes importados, hace temer escenarios de una espiral inflacionaria que, décadas atrás, ha quedado grabada a fuego en la memoria de varias generaciones.
El ‘salto devaluatorio’ para subir el dólar oficial en un 22% se vio reflejado de inmediato en todo tipo de precios en la última semana, desde aquellos que pueden tener un grado de justificación por tratarse de productos importados, hasta otros que, como un kilo de papas o de acelga, nada tienen que ver con lo que pase con el billete verde, pero que igualmente registraron subas.
Mientras las proyecciones de economistas ya advierten que agosto podría registrar una inflación superior al 10%, vaticinando casi con seguridad un 14% o más para septiembre, la pregunta que se repite ante la aceleración de precios es: ¿esta situación ya se define como una hiperinflación?
“Técnicamente, una inflación por encima del 15% ya es hiperinflación –dijo el asesor financiero y especialista en emprendedurismo Daniel Adler, consultado para este informe de ADNSUR-. No lo quería decir así, porque puede generar pánico, pero creo que vamos a llegar a ese escenario, aunque será sólo un mes, no veo que se prolongue más allá de eso”.
Más allá de lo que muestren los índices inflacionarios de este mes, el viernes último en un local de electrodomésticos y electrónica se resolvió dejar de vender, ante la fluctuación de precios constante, de una o dos veces por día, especialmente en teléfonos celulares y otros tecnológicos.
En otra cadena, comentaron que las variaciones de precios son diarias, en particular en electrodomésticos, como heladeras y lavarropas, mientras que en locales de informática la respuesta más común era: “No podemos vender, porque no tenemos precio”.
Más allá de que la devaluación se hizo para apreciar el tipo de cambio oficial, la incertidumbre durante el resto de la semana se vinculó a lo que pasaba con el dólar ‘blue’, que llegó a estar cerca de 800 pesos, pero terminó retrocediendo algunos pesos entre jueves y viernes.
COMO FUE LA HIPER DE 1989
Quienes vivieron la crisis de 1989 tienen registro de índices inflacionarios mucho más altos que los actuales, con el recuerdo de meses enteros en que los precios cambiaban varias veces en un mismo día, con la cotización del dólar volando por los aires, minuto a minuto.
Era la etapa final del gobierno de Raúl Alfonsín y la moneda vigente, el ‘Ausltral’, que había reemplazado al peso a partir de la aplicación de aquel programa económico, se contaba por cientos, luego por miles, para poder comprar un dólar.
El economista Maximiliano Montenegro presentó recientemente una reseña de aquellos meses aciagos, en base a un informe elaborado por la consultora Eco Go, con datos oficiales del Banco Central.
Enero de 1989 comenzó con una inflación del 8,9% mensual y un tipo de cambio de 17,5 australes por dólar; febrero subió a 9,6% de inflación y 28,2 australes por dólar; en marzo, la inflación se elevó al 17%; en abril, al 33,4%; en mayo, al 78,5%; en junio al 114,5%; y en julio, al 197%, con el dólar a 655 australes.
El séptimo mes de aquel año fue el punto de inflexión, porque ante la gravedad de la crisis el presidente Raúl Alfonsín renunció y adelantó la entrega del mando a quien había resultado presidente electo, en elecciones generales del 14 de mayo, Carlos Menem.
La inflación bajaba al 37% en agosto, para ubicarse nuevamente en valores inferiores al 10% en los meses subsiguientes, aunque volvería a saltar al 40% mensual en diciembre de 1989, con el dólar en 1.800 australes. Todavía habría un nuevo brote hiperinflacionario en 1990, con el plan ‘Bonex’ que implicó la incautación de depósitos en plazo fijo y otras situaciones que terminarían derivando en el plan de convertibilidad. En ese momento, vale recordar, el dólar equivalía a 10.000 australes, en tanto poco después se volvió al ‘peso’, quitando 4 ceros a la vieja moneda e iniciando el período del ‘uno a uno’ (1 peso, 1 dólar).
La reseña histórica no es caprichosa. Es útil para recordar la magnitud de aquella crisis y hasta dónde puede llegar una espiralización de precios que, se supo después, respondía también a corridas cambiarias de grupos concentrados, maniobras políticas cruzadas y especulaciones de grandes jugadores.
Hay que remarcar, también, otro componente diferencial frente a los dichos de Javier Milei en los últimos días, cuando aseguró estar preparado “para asumir como presidente mañana, si hiciera falta”: hoy no hay presidente electo, las del domingo 13 de agosto fueron elecciones primarias y todavía resta un recorrido entre octubre y (eventualmente) noviembre para conocer quién será el próximo presidente o presidenta del país.
“LA CRISIS ES GRAVE, PERO VAMOS A SALIR”
“Estamos en medio de una crisis grave, no lo digo para que haya más pánico, pero sí para reconocer el problema, que es parte de la solución. Si bien hay micro devaluaciones todos los días, el impacto de que se haya devaluado en un solo día por un 22%, agitó mucho el mercado”, afirmó Adler. Sin embargo, el analista puso paños fríos:
“Aunque parezca una locura, quiero llevar tranquilidad a la gente, porque todas las tormentas son pasajeras. No sabemos cuándo va a frenar el dólar, porque los analistas no tenemos claro cuál es el nivel de reservas real del Banco Central, pero el país no se va a fundir y si bien hoy puede estar cortada la cadena de pagos y la rueda económica está frenada, seguramente va más tardar el lunes, la economía va a estar funcionando nuevamente”.
No obstante, reconoció que cuando todo vuelva a funcionar, la mayor parte de la población, que depende de ingresos fijos y en pesos, que corren con retraso frente a la inflación y mucho más frente a la reciente devaluación, habrá visto un nuevo deterioro en sus ingresos, quedando varios escalones más debajo de los que ya estaba:
“El poder adquisitivo se viene pulverizando –reconoció-, esta crisis golpea a los consumidores y a las pymes, a los trabajadores y a los industriales. Es una crisis fuerte, pero así como estamos vamos a salir –insistió-. El tema es seguir vendiendo, comprando, pagando los cheques… el mercado, como la vida, es como una bicicleta y si nos paralizamos por el pánico, nos caemos”.
Según Adler, la salida es el emprendedurismo, de la mano con un sistema de educación financiera que en el país hoy se desprecia, ya que “menos del 0,1% de la población argentina la tiene”. Desde su mirada, la economía del país no avanza por la creciente cantidad de planes sociales, que desincentivan la creación de empleo genuino:
“En el país se pagan 28 millones de cheques por mes y de ese total, más de 20 son para beneficiarios de programas sociales –afirmó-. Esto es un déficit muy grande, producto de cada vez menos pymes. Somos más de 47 millones de habitantes y hay solamente 531.000 pymes, es decir una empresa por cada 89.000 personas. Y quien genera empleo de alta calidad no es nunca el Estado o un gobierno, sino quienes emprenden y generan valor. Eso es lo que se está perdiendo”.
“No digo que se puedan transformar todos los planes sociales, pero si podemos direccionar parte de esa masa de gente y transformarla en emprendedores, que a su vez cada uno pueda contratar un solo trabajador, estaríamos en una revolución laboral; pero hay más de 16 millones de beneficiarios a los que el gobierno considera como empleados porque reciben un plan, pero si no fuera así, la tasa subiría al 56%”.
LA TASA DE RETORNO DETRÁS DE LOS PRECIOS
Para el contador César Herrera, director del Observatorio de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la Patagonia, la salida tiene que ver también con una solución política, no sólo económica:
“El conjunto de codiciosos especuladores nos despoja en 2 días del 30% o más de nuestro esfuerzo material y amenaza con seguir a ese ritmo bestial –reflexionó-. Me surgen varias preguntas : ¿debemos mansamente observar, desde nuestra cotidianidad, cómo brutalmente nos despojan? ¿Es tan importante la lucha de egos electorales como para no hacer una pausa y proteger a ‘la gente’, o sea todos nosotros? ¿Tenemos que tocar fondo millones de habitantes, para saciar la codicia del mercado, que en muchos casos tiene nombre y apellido?”.
Quien abona al análisis vinculado a la especulación y la toma de ganancia exacerbada por la oportunidad que genera un río revuelto es otro docente universitario local, el contador Jorge Gil, ex rector de la U.N.P.S.J.B:
“En estructuras de formación de precios oligopólicas, es decir con pocos formadores, estos trasladan al precio de los productos sus beneficios, que están dolarizados en base al dólar blue y algo más –describió-. Esto lo puedo garantizar porque lo conocí como parte de mi actividad profesional y sé que cuando se fijan tasas internas de retorno, se establecen sobre el mayor valor del dólar más un 20% adicional”.
Según explicó Gil, la fijación de precios en esas condiciones responde a una tasa de ganancia por sobre el margen racional que puede resultar luego de cubrir los costos, al tiempo que cuestionó que la política no haya puesto freno a ese sistema.
“Los precios no sirven para enriquecer al almacenero de la esquina ni a las pymes. Las mayores tasas de ganancia, desde la pandemia hasta hoy, lo están teniendo las empresas vinculadas a la actividad alimenticia, que son los formadores de precios. El Estado no ha tenido políticas de análisis de costos sobre esas empresas”, cuestionó.
Según Herrera, “podemos llegar a una solución de las crisis distinta a 1975, 1989/90 y 2001/02 con un pueblo argentino consciente y dirigencias que dejen de pelear por el poder de sus egos”. Esto, concluyó, sería posible “si esos mismos dirigentes comienzan a pensar y priorizar a la gente que dicen defender”.